¡A leer tebeos!
Las exitosas adaptaciones cinematográficas, los premios literarios y el reconocimiento cada vez mayor de los medios traen un nuevo esplendor a la industria del cómic
La imagen clásica del lector de cómic adolescente (y varón), con graves problemas de adaptación social y que únicamente sale del mundo online para visitar su tienda de cómics favorita tiene sus días contados. Más aún: el intelectual de pose forzada que acepta el cómic como una expresión bruta de la alta cultura está cada vez más arrinconado por una legión de lectores que compran tebeos porque estos vuelven a su esencia: arte popular destinado a un público amplio y sin distinciones, en definitiva, a todo el mundo.
La repercusión del estreno de Watchmen el pasado viernes es una prueba más del momento dulce de un medio que ha abandonado una cárcel que él mismo creó: la librería especializada. El tebeo retorna a los quioscos y ocupa puestos de preferencia en grandes superficies. Las adaptaciones cinematográficas de cómics copan los estrenos de fin de semana en todas las pantallas y la presencia de los tebeos en los medios es cada vez más frecuente. Un fenómeno que muchos aficionados y expertos han bautizado, no sin cierta (o bastante) sorna como normalización.
Si quisiéramos dilucidar cuáles son las claves de este hecho, no tendríamos suficiente espacio en este artículo. Aunque como ya se había señalado antes, que Hollywood haya puesto su atención en los cómics como material adaptable puede ser el más importante. El cine, que ya ganó la batalla del reconocimiento de su valía artística hace mucho tiempo, es la coartada perfecta para legitimar el valor del tebeo como medio de expresión. Si a esta cuestión le añadimos la repercusión mediática que un estreno de cine suele traer consigo, no es de extrañar que muchos de los espectadores de Watchmen, por poner el ejemplo más reciente, se hagan con un ejemplar del mismo a la salida del cine.
Ahora bien, nada de esto sería posible si el material de partida no fuera de calidad. Watchmen fue incluido en la lista de las mejores obras en lengua inglesa que confeccionó la revista Time, y ganó el prestigioso premio Hugo. ¿Más ejemplos? La adaptación cinematográfica de Persépolis, el cómic de la iraní Marjane Satrapi que relataba su difícil vida en el país de los ayatolás, ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 2007. Maus, la obra maestra sobre el Holocausto que firmó Art Spiegelman, consiguió en 1992 el Pulitzer (fue el primer tebeo que se hizo con esta distinción) y el afamado Los Angeles Times Book Prize. El mismo camino que parece va a seguir Trágame entera, obra de Nate Powell y que este año es finalista del mismo galardón, cuya edición en español corre a cargo de La Cúpula.
En España, la creación del Premio Nacional de Cómic en 2007 supuso el reconocimiento oficial del Gobierno a una labor artística que había pasado inadvertida hasta entonces a los grandes estamentos de la cultura. Los galardonados hasta la fecha han sido Max, por su tebeo Hechos, dichos, ocurrencias y andanzas de Bardín el Superrealista, y Paco Roca, por Arrugas, un cómic sobre el alzheimer que ha conseguido un gran éxito en toda Europa.
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