Fiestas La capital navarra vive sus tradiciones en torno al toro

La hora punta en Pamplona

  • La lectura de Ernest Hemingway trajo a los guiris y una nueva forma de vivir y morir en los sanfermines · En los años 20, corrían cuatro gatos con traje, boina y corbata

Lo malo de llegar despistado a un sitio es que no sabe uno lo que puede pasar. Hoy día con el youtube y las teles privadas se retransmite todo y sabe uno como funciona el mundo. Quien más y quien menos, sabe que es mejor no acercarse demasiado al ring de los luchadores de sumo porque a poco que te descuides salen rebotados y te cae el gordo encima aunque no sea Navidad. Un gordo japonés es como un autobús de Aucorsa, que es mejor subirse encima que dejar que te atropelle. En otros tiempos no sabíamos nada de luchadores de sumo ni de las fiestas del pueblo de al lado, esto último por la mala costumbre de salir apaleados cuando íbamos allí a quitarle las mozas en la feria. En conclusión, salir del pueblo -para mí Tokio es un pueblo- era caminar hacia lo ignoto. La foto en cuestión, cuyo autor desconozco y por ello no puedo citar, está tomada en los tiempos en los que no había youtube. Se nota. Parece que los que están en ella han llegado de otro lugar y sin saber cómo intentan preguntarle a alguien por dónde se va a la catedral. Por el pañuelo de algunos sabemos que aquello son los encierros de Pamplona y no las rebajas de Galerías Preciados. Nada más está claro. Los toros van para un lado pero no es seguro que no se hayan equivocado. El de la chaqueta vaquera está hablando con uno de los toros y trata de convencerlo de que se ha equivocado de dirección, algo que el del jersey de la derecha agradecería porque lleva medio cuerno metido en la paletilla. Los de la boina sí van bien. Éstos lo tienen claro porque son del pueblo, que se nota en el rabillo de las boinas. En el centro de la imagen, con cara de espanto, está El Solitario en sus años sin pistolas ni atracos, aunque ya se le veía cara de malo. Y a la izquierda hay un guiri, con camisa blanca y rubio, que en eso se le nota que es guiri o de La Carlota. Junto a él hay uno con el jersey al hombro, por si refresca, o porque va al congreso de Alianza Popular y le ha pillado la bulla. Para terminar hay un jorobado con blusón negro y anillo de obispo en sus dedos.

De la estampa se deduce que el amor a los animales es grandísimo, mayor que a las rebajas. Y que los guiris no son los causantes de la masificación de los sanfermines. Que esto ya se veía venir. Algo que sí han aportado los guiris a los sanfermines son las cornadas de espanto. Como leen a Hemingway, se creen que correr en Pamplona es como beber mojitos en La Bodeguita de Enmedio. Y claro, luego pasa lo que pasa, que llega la hora punta, que nadie sabe dónde está la salida y que no sabemos en qué dirección va la gente, ni los toros, ni mucho menos la tauromaquia. De momento ya ha caído un guiri en estos sanfermines, concretamente desde la muralla de Pamplona, estampándose unas decenas de metros más abajo, requiem in pacem. Eso le pasa por no correr con la bulla de los toros. Mirando fotos para ilustrar el artículo he encontrado algunas de los años 20 y 30 en los que corrían cuatro gatos, todos del pueblo, y además los tíos corrían con traje, boina y corbata. Entonces se les hablaba a los toros de usted.

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