catenaccio. grupo musical

"Nos gusta contar historias y desamores con los que la gente se pueda identificar"

  • El dúo formado por David Molina y Antonio Jesús Moreno ha lanzado su primer trabajo, 'La Escala de Richter', disco que presentaron recientemente con un directo en su Pozoblanco natal

David Molina (izquierda) y Antonio Jesús Moreno (derecha), componentes de Catenaccio.

David Molina (izquierda) y Antonio Jesús Moreno (derecha), componentes de Catenaccio. / ariadne zanella

La palabra catenaccio evoca a fútbol clásico, a Italia, a fuertes y aguerridas defensas pertrechadas para cazar al contraataque. Pero en Córdoba, Catenaccio suena a música. El dúo formado por David Molina (exDeneuve y el que atiende a la llamada de el Día) y Antonio Jesús Moreno (Algunos Hombres) ha presentado este año su primer trabajo, La Escala de Richter (Clifford Record, 2017), con el que realiza un recorrido vital a través de sus canciones. Diez temas que llevan directamente a Málaga, Córdoba e, incluso, a la Gran Muralla... de Pozoblanco.

-Las raíces del catenaccio del balompié las encontramos en aquella Italia de hace algunos años, mientras que las del Catenaccio musical las tenemos en Los Pedroches. ¿Cómo nace esta aventura?

-Cuando cerramos la etapa en Deneuve, el grupo en el que milité desde 2005, me quedé un poco huérfano, y decidí seguir con la inercia de hacer canciones cuando me lo pedían las ganas, en solitario. Un tiempo después, surgió la ocasión de hacer un acústico en la primera edición del festival Periscopia en Pozoblanco, pero no me apetecía hacerlo solo. Así que hablé con Antonio Jesús, amigo íntimo de toda la vida, con quien ya había tocado años atrás. Decidimos montar las canciones para aquel concierto con guitarra y batería. Nos divertíamos, teníamos una sintonía muy buena y… ¿por qué no repetir?

-Los dos llevan una amplia trayectoria a sus espaldas. Usted formó parte de unos clásicos de la provincia, Deneuve. ¿Qué peso tiene esa experiencia?

-Deneuve se convirtió para mí en una familia. Entré a formar parte del grupo tras la edición del tercer disco del grupo. Me aprendí como pude las canciones y en dos semanas estaba en el escenario. Me dieron mucha confianza. Guardo recuerdos buenísimos con todos ellos girando por salas y festivales. Y estoy muy agradecido por todo ese bagaje, que me dio confianza, tablas y nuevas habilidades para escribir canciones y producirlas.

-Identificamos el catenaccio como un estilo de juego duro, rocoso, fuerte… ¿Se identifica ese concepto con su música? ¿Cómo definiría su estilo?

-Sí. Es un concepto que viene del fútbol y que hemos llevado a nuestro terreno. Sobre todo en términos de fortaleza ante la adversidad. En tiempos de crisis se agudiza el ingenio, se repliegan las emociones y se tira hacia delante con pocos recursos. Nos gusta esa idea de banda que puede hacer un directo solamente con una guitarra y batería, defender las canciones con los medios que se tienen y convertir esa circunstancia en una virtud. Cuando podemos hacemos directos con más instrumentos, pero cuando estamos Antonio y yo solos, preferimos salir al campo y mostrar toda la actitud posible a quedarnos en el banquillo. Nos gusta la idea del pop costumbrista y nos sentimos cómodos haciendo referencias del día a día en nuestras letras, encumbrando temáticas de andar por casa y evitando caer en tópicos.

-Han presentado recientemente La escala de Richter en su pueblo, Pozoblanco. ¿Qué supuso?

-No podemos estar más contentos. Creo que ha sido la vez que más a gusto hemos estado en Pozoblanco. Hemos sentido que la gente entendía nuestra propuesta. Han sido dos semanas de ensayos muy intensas, porque en esta ocasión hemos tocado por primera vez con nuestro amigo Jimmy al bajo, y hemos trabajado mucho juntos para sacar un buen directo adelante. A juzgar por los comentarios del público y por los discos que vendimos, creo que la gente también quedó contenta.

-Pozoblanco está presente en el disco con una canción que pinta a himno local como es La Gran Muralla, un mítico restaurante chino, ¿tan buena es su comida?

-El helado frito que hacen allí me parece un invento casi a la altura de nuestra croqueta española. Una bola de helado que se reboza y se fríe, de manera que cuando la comes, está caliente y crujiente por fuera y helada por dentro. ¡En pocos chinos he visto este postre! Más allá de la anécdota, nos gusta jugar con las referencias geográficas. Ves la contraportada del LP, lees que una canción se llama La Gran Muralla, y piensas en el monumento. Después escuchas la letra y escuchas platos de restaurante chino y una historia sobre la soledad tras una ruptura… Es parte del juego que nos gusta. Sobre el monumento ya se han escrito cientos de libros. A nosotros nos gusta acercarnos a las cosas pequeñas.

-Otro tema muy recurrente es Málaga, la ciudad en la que vive. ¿Tanto influye en la vida de las personas un cambio de aires?

-Sí. De la misma manera que en la instrumentación uno compone utilizando toda su experiencia, a la hora de escribir letras utilizamos nuestras propias circunstancias. Creo que es la mejor forma. No me veo contando las historias de otro, o inventando una historia de la nada.

-Málaga, y más en concreto, Antequera, queda plasmada con el Torcal que pone la imagen a la portada del disco. ¿Qué peso tiene esa fotografía en el hilo de las historias que cuenta Catenaccio?

-Mudarme a Málaga fue un cambio sustancial. Cuando cambiamos de ciudad las rutinas cambian y todo nos parece excitante. Es un pequeño sismo vital. Un par de años después de mudarme me despertó un terremoto. Y en aquellos días estaba terminando una canción, faltaban unas líneas y faltaba el título. Al día siguiente del terremoto, agarré el papel, terminé la canción y la titulé La escala de Richter, y en ese momento me vinieron las imágenes del Torcal. Había estado visitándolo días antes y de allí me traje fotos que aún tenía pendientes de editar. Cuando las abrí en el ordenador me parecieron muy chulas. Al terminar el día, tenía la última canción que faltaba para terminar el disco, el título y la portada del LP.

-Usted también estuvo muy ligado a Córdoba. ¿Qué hay de esta ciudad en sus letras?

-Mucho. Las primeras canciones que hicimos para este disco nacieron cuando aún estaba en Córdoba y utilicé referencias que me parecían pintorescas. En este caso, Las Ermitas, de las que hablamos en la primera canción del disco, titulada El Cerro de la Cárcel, que es el paraje donde se ubican. Siempre he hablado con amigos de esa tétrica imagen que hay en uno de los dormitorios de los ermitaños, donde hay colocada una calavera con una frase amenazante debajo que dice: "Como te ves yo me vi, como me ves te verás", y que forma parte del estribillo de la canción. Derribos El Tablero también es una canción cordobesa. El título bien podría ser el nombre de una empresa de derribos, ubicada en el barrio donde he vivido durante 10 años. Fue de las últimas cosas que hice antes de dejar Córdoba, con cierta melancolía. Atrás quedaban años de marchas en el Automático, vasitos de caracoles en Los Patos, cañas en El Correo, molletes en el Carrasquín y medios de vino en El Gallo. Buenos recuerdos.

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