Crítica de Cine

La grosería empeora la estupidez

Vigilantes en la playa.

Vigilantes en la playa.

Los vigilantes de la playa, emitida entre 1989 y 2001, es una de las peores series de la historia de la televisión y la responsable de la nueva popularidad de un David Hasselhoff ya conocido por El coche fantástico -que, eso sí, arropó nuestros sopores en las siestas del agosto de 1985 en que empezó a emitirse en horario de sobremesa- y de la turgente y sobreabundante Pamela Anderson. Esta película hace justicia a aquella horrible serie superándola, es decir, siendo aún peor que ella. El mediocre realizador televisivo y mal director de cine Seth Gordon (Como en casa en ningún sitio, Cómo acabar con tu jefe, Por la cara) supera el desafío de empeorar el original añadiendo la grosería y el humor zafio de los sótanos de la llamada nueva comedia americana a las estupideces y las protuberancias genitales (señores) o mamarias (señoras) que dieron tanta popularidad a la serie. Ni por asomo se le ocurre parodiarla, ni tan siquiera a lo Leslie Nielsen. Y si a veces parece intentarlo, fracasa.

Casi hacen que se sienta nostalgia, por difícil que pueda parecerlo, de Hasselhoff y Anderson las penosas interpretaciones de Zac Efron, pésimo actor que la logrado convencer a algunos de que no lo es, intérprete de comedias de éxito desde que se hizo popular en las tres entregas de High School Musical hasta las dos entregas de Malditos vecinos, y de Dwayne The Rock Johnson. Afortunadamente, dado los antecedentes televisivos y el reparto, nadie acudirá engañado a ver esta película de tetas y paquetes, traseros y pectorales. Ya es algo.

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