Crítica de Música

De nuevo, el concierto de Año Nuevo

Un momento del concierto de Año Nuevo en el Gran Teatro

Un momento del concierto de Año Nuevo en el Gran Teatro / Juan Ayala

Se estima en medio millar el número de ciudades de todo el mundo que realizan un concierto extraordinario de Año Nuevo. Lo hacen a imitación del que, desde hace casi ochenta años, se celebra en Viena; y el formato no admite muchas más variaciones que la receta de un polvorón: valses y polcas de los Strauss entreverados con otras músicas festivas de autores centroeuropeos, humor blanco, glamur y buenos deseos para el año civil que comienza. Un poco como lo que nos cansa, pero nos encanta, de la época navideña.

El genovés Marco Guidarini fue el director invitado para la ocasión; y se entregó al empeño con grandes solvencia y entusiasmo, haciendo que la orquesta sonara como en sus mejores momentos.

Me pareció que, en la primera parte, el punto culminante se alcanzó con las Danzas húngaras de Johannes Brahms (1833-1897), muy bien planteadas por Guidarini y aplaudidas de una en una por un público entregado. También sonó muy bien (con calidad creciente a lo largo de la ejecución) la Meditación de Thaïs, con el magnífico Artaches Kazarian al violín.

Los detalles de humor de la parte final, que comenzaron ya en la polca de Josef Strauss (1827-1870), estuvieron en buena medida protagonizados por los percusionistas (la estupenda Cristina Llorens, en especial) y fueron preparando el ambiente para la propina-apoteosis final: esa marcha de Johann Strauss I (1804-1849) arreglada por Leopold Weninger (1879-1940) en la que el público acompaña con palmas. No caigo ahora en el título, pero seguro que les suena. Antes, la Orquesta de Córdoba y el director nos desearon un feliz año nuevo. ¡Lo mismo digo!

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