Cultura

Pero... ¡si son canciones!

Fecha: sábado 11 de julio. Lugar: Teatro de la Axerquía. Lleno.

Los músicos americanos no entienden que esto no es California y que el sol de julio no respeta a nadie que asome la cabeza antes de tiempo. Fogerty consiguió rebajar en una hora el horario de la Axerquía, lo que hizo que algunos despistados se perdieran medio concierto. No se lo perdonarán jamás. Un colorido llenazo convirtió en fiesta el cierre del festival, haciendo bailar a más de 3.000 personas con un repertorio granado de oldies, de grandes éxitos de la historia del rock, de esos que aparecen en las recopilaciones, en las películas, en las series, en los hilos musicales; de esos que les suenan a todos aunque muchos no sepan de dónde salen ni que están firmados por este maestro de la guitarra.

Ya no se hacen canciones, ahora sólo se hace dinero. Eso me vino a la cabeza ante un Fogerty que atistaba la Axerquía con sus modos setenteros, sabiendo lo que ha sido capaz de componer en 40 años y lo que esas canciones han significado para tantos amantes de la buena música. El que fuera espíritu forjador de la Creedence nunca antes había pisado España, y por suerte Córdoba se ha visto incluida en un itinerario en el que la retahíla de éxitos, tanto cosechados en solitario como con la mítica banda californiana, marca obligatoriamente cualquier comentario. Fue dejarse oír Hey Tonight y sentirse temblar todo, agitarse el teatro como un cóctel endiablado al que el rhythm & blues infería su sabor principal, acompañado por rock, blues, country…, todo infestado de aires sureños, añejos, desgarbados, aclamados por la turba ya para entonces enfebrecida e imparable.

Los temas ganaron fuerza y complejidad sobre este escenario a lomos de esta banda. En este nuevo siglo tan alejado de su contexto original, adquirían una vigencia inusitada insertados en los tejes y manejes que Billy Burnette, Hunter Perrin y Jason Mowery, además del propio Fogerty, tejieron con sus cuerdas, exhibicionistas natos dando vueltas en el centro del giradiscos. Mientras los éxitos se sucedían como escupidos por una inmensa gramola los presentes hacían cola monedas de dólar en mano para que la fiesta no cesase jamás. Mientras, el autor de piezas míticas como Proud Mary, censadas antes de la caída del imperio vinílico, fue blandiendo toda una colección de modelos de guitarra (algunos imposibles) con los que se divirtió de lo lindo a base de riffs y arreglos que fueron cebando la apoteosis de la noche, escrita a caballo de 33 rpm y singles de portada amarillenta. Así se dejaron escuchar hits que no han encontrado parangón en la historia de la música moderna como Green river, Born on the bayou, Keep on chooglin, Lookin'out my backdoor, Susie Q o Who'll Stop the Rain, y otras de su trayectoria en solitario como Working on a Building o Centerfield, que sentenciaron, por si no estaba claro, el nivel de las composiciones que la creatividad del guitarrista ha deparado a lo largo de décadas. Fogerty se mostró sobrado sobre el escenario, cercano y locuaz con un público que esperaba mucho de él y siguió boquiabierto las ocurrencias del jefe y su banda, que juguetearon ampliamente tanto en posturas como en elucubraciones musicales hasta completar dos horas de un show de los que habrá que recordar para siempre, sobre todo ahora que ya casi nadie se dedica a la otrora digna profesión de hacer canciones.

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