Crítica de Cine

Las canciones de nuestros padres

Fotograma de Coco.

Fotograma de Coco. / el día

Ni siquiera puede ya Pixar ondear la (sagrada) bandera de la originalidad con su nueva apuesta infantil navideña. Y es que el universo mexicano desdoblado entre la aldea tópica y el mundo de los muertos ya estaba sobradamente imaginado y materializado en aquella El libro de la vida de Fox Animation que, por cierto, no fue a ver casi nadie. Lo que sí reconocemos bien, cómo no, es la deriva fabuladora, el mensaje familiar, la corrección política (toca ahora dar protagonismo al vecino hispano), el esquema narrativo y el arco dramático marca de la casa, unos trazados que empiezan a sonar ya a plantilla fija de obligado cumplimiento desde el momento en que la factoría del excesivamente amable John Lasseter firmara su particular pacto con el diablo con los ejecutivos de Disney.

Lo reconocemos en el enésimo relato de canto a la diferencia (nuestro Miguel morenito y achaparrado quiere ser cantante y músico en una familia que lo proscribe) y en esa carrera de obstáculos plagada de pruebas, contratiempos y rescates in extremis que hacen de su aventura el clásico camino de iniciación hacia el autodescubrimiento (para el éxito en la vida, claro está) y, de paso, la revelación de la verdad (aquí de nuevo con un componente familiar anclado en la preservación de la memoria) y el sentido de la justicia, a salto de mata entre un mundo de los vivos trazado desde el cliché folclórico amable, popular y condescendiente y una Tierra de los Muertos en tonos fosforescentes, fotorrealismo mágico y arquitecturas de vídeo-juego donde las calaveras parecen vivir en una fiesta permanente y el espíritu de Frida Kahlo y otros insignes mejicanos universales son capaces de autoparodiarse hasta el infinito.

No faltan tampoco los escuderos animales para el gag blanco, los momentos musicales para la intensificación de las emociones enlatadas y esa molesta tendencia al retruécano de falsos finales para agotamiento del adulto más paciente. Más aún si hemos tenido que padecer con antelación el insufrible corto spin-off de Frozen protagonizado por el muñeco de nieve Olaf y las cancioncillas de Gisela.

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