Crítica de Música

Rompiendo barreras

David Russell, el lunes en su recital en el Góngora.

David Russell, el lunes en su recital en el Góngora. / jordi vidal

Encontrar hoy día un repertorio musical interesante en un concierto de guitarra clásica es, en ocasiones, una tarea difícil, y encontrar a un guitarrista capaz de defenderlo con bravura y calidad humana a partes iguales, también. Sin embargo, David Russell conquistó el Teatro Góngora el pasado lunes gracias a estos dos elementos, mostrando además en ambos sus señas de identidad cultural y su acercamiento al público en cada momento, rompiendo las barreras que separan al concertista del espectador.

Ante nosotros, Russell abre su línea del tiempo interpretativa con el renacimiento inglés. Tras esta serenidad inicial, decide incluir fuera de programa una Suite de Weiss en cinco movimientos, uno de los grandes aciertos de la noche gracias a la maestría con la que aborda la dirección de esas voces barrocas que, en un aire dramático y diría que en ocasiones impregnado de romanticismo, se van apoderando de la atención de los asistentes.

El viaje temporal de esta primera parte culmina con Grieg llevado a la guitarra en una selección de siete piezas de inspiración popular escandinava, que le costaron al intérprete una parada y salida espontánea del escenario por expectorar continuamente. Aquí es donde, con gran cercanía y desparpajo, Russell resuelve este inconveniente cotidiano con naturalidad, mostrando su faceta más humana y explicando que "todo problema tiene solución".

Con el apoyo del público finaliza esta primera parte, dando comienzo tras el descanso a un Bach poco común: Tres sinfonías transcritas de su puño y letra tomadas a partir de las grandiosas Invenciones del maestro alemán, que para los asiduos a conciertos de guitarra rompen gustosamente con la tradición de las repetitivas Suites para laúd de turno, y que Russell interpreta con pulcritud y estilo.

Fue un regalo escuchar en sus manos el estreno en España de David's portrait, la pieza que S. Assad compuso para él. Vemos de esta forma a un Russell que se mueve por el mástil con soltura y sin dilación, con guiños amables hacia el público y haciéndonos disfrutar de lo que parece un aire irlandés de base sobre el que se configuran temas y elementos compositivos basados en su familia, según nos va explicando él mismo.

Como punto clave del concierto, cierra con una selección de música celta formada por parejas de piezas que van siendo presentadas y comentadas por nuestro artista. Combinadas con pericia y contrastes rítmico-melódicos, Russell para entonces ya ha conseguido introducir completamente al público en su mundo y en sus orígenes, siendo imposible no llevar en el recuerdo su magistral ejecución de Farewell to Stromness, de P. Maxwell Davis.

Como bien nos dice el guitarrista tras las ovaciones finales, "la tradición es la tradición"; nos sorprende con el bis más arriesgado y virtuosístico posible, aunando de nuevo aquellos dos componentes presentados al inicio de esta redacción: dedica la Gran Jota de Tárrega a las organizadoras del Festival y lo hace mostrando en esta pieza todas las técnicas y efectos de la guitarra. Como contrapartida, para cerrar nos devuelve no a su tierra natal, sino a Galicia (su hogar) con una reinterpretación de Ai ondas que eu vin ver de Martín Códax, volviendo a la calma que inició con Dowland y dejándonos en un estado similar al que, tras una ensoñación, aún no queremos despertar.

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