Crítica de Flamencoa

Recital flamenco con sorpresa y ricos matices

La Gala de Navidad celebrada el pasado martes en el Gran Teatro fue uno de los esperados encuentros flamencos anuales de Córdoba -promovido por la Cátedra de Flamencología Agustín Gómez de la Universidad de Córdoba- llegadas estas fechas. Su actual director, Luis de Córdoba, presentó el cartel antes del inicio y agradeció a cuantos aportan para que se mantenga el nivel de conocimientos de tan radiante arte musical andaluz, hoy reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

La cita, como corresponde, estuvo compuesta por la rigurosa presencia del cante, toque y baile. Comenzando con la cantaora Manuela Cordero y el excelente Antonio Carrión al toque, iniciando su participación por tientos, soleares de Cádiz y la Serneta, cantiñas de Pinini, gaditanas y cordobesas, villancicos campanilleros y tanda de bulerías de Turronero para terminar, con gusto y transmisión, lo que por fin pellizcó al aforo que se sacudió el frío que le acompañó en la calle, no reprimiendo sentimientos recordando a su autor, arrancándoles algunos espontáneos oles.

En cuanto al baile, la organización tuvo a bien de nuevo incluir a la siempre admirada pareja cordobesa formada por Mariví Palacios y Antonio Alcázar y la destacada escolta que les acompañaba, todos recibidos con afecto, como luego fueron despedidos en el fin de fiesta y el inédito colofón de villancicos festeros en estas galas, donde el respetable complacido se sumó cantando y a las palmas. Ello tras haber aplaudido antes el baile en zapateado de Alcázar con fino punto de Alberto Lucena, seguido del lucido grupo acompañante en garrotín, ataviadas de granates volantes y tocadas de cordobés, en la primera parte. Y en la segunda a Mariví, en la salida junto a aquel, ambos con una terna que incluyó mantón y capa negras, respectivamente, en farruca; gustosos y al alimón. Continuando ella por tarantos, y en suma respondiendo uno y otra, cada cual lo suyo, con genio y manifiesta estética, virilidad y la conocida feminidad en sus figuras, con ritmo y compás en sucesivos desplazamientos, pasos, taconeando y aportando ajustados cierres que permitieron al público expresarse en el fragor.

Mas antes, fue el impresionante cante a cargo de Miguel de Tena, con mucho sabor por granaína y media, con la musicalidad de la sonanta de Patrocinio, continuando los dos en tientos-tangos malagueños, Granada, Triana y extremeños. Entregado el pacense con genio y chispa por bulerías, recordando a Vallejo en honor de su admirado maestro Luis de Córdoba, enorme en facultades para escalar y descender por los tonos poniendo a prueba su diafragma en momentos que parecía iba a "romper el azogue de los espejos", y melodioso con un villancico muy personal. Así, continuó para finalizar, estremeciendo por fandangos de Palanca, Canalejas, Niño León y Rengel, éstos enardeciendo y levantando de su asiento al respetable. Ojo, un cantaor al que hay que seguir.

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