Exposiciones en Málaga

El Museo Picasso Málaga acoge el reto más allá del arte de Bruce Nauman

  • El centro inaugura este martes la primera gran exposición del artista estadounidense en España tras la retrospectiva que le dedicó el Museo Reina Sofía hace 25 años

Un neón Bruce Nauman, en la exposición que ahora acoge el Museo Picasso Málaga.

Un neón Bruce Nauman, en la exposición que ahora acoge el Museo Picasso Málaga. / Javier Albiñana (Málaga)

Tras las exposiciones dedicadas a referentes del arte estadounidense del siglo XX como Andy Warhol y Jackson Pollock, el Museo Picasso Málaga ahonda en la cuestión de manera determinante con su nueva muestra temporal, Bruce Nauman. Estancias, cuerpos, palabras, que podrá visitarse hasta el 1 de septiembre y que reúne un total de 87 obras (entre esculturas, instalaciones, vídeos, fotografías, piezas gráficas y neones, si bien en Nauman el concepto obra es notablemente líquido y juega permanentemente a romper los significados de la propia expresión artística) del creador, nacido en Fort Wayne (Indiana) en 1947, en la que es la segunda propuesta que el Museo Picasso dedica a un artista vivo tras la consagrada en su momento a Richard Prince. Eso sí, el propio Bruce Nauman, que apenas hace gala de intervenciones públicas, no ha estado en la presentación a los medios celebrada este lunes, a la que sí han asistido el director del Museo Picasso, José Lebrero; el presidente de su Consejo Ejecutivo, Bernard Ruiz-Picasso; el viceconsejero andaluz de Cultura, Alejandro Romero; el profesor alemán Eugen Blume, comisario de la muestra junto a Lebrero; y la galerista neoyorquina Angela Westwater, principal artífice de la llegada de las obras de Nauman a la exposición malagueña. Además, de manera inesperada, Antonio Banderas y el director del Teatro del Soho, Lluís Pasqual, hicieron acto de presencia entre los invitados. .

Una instalación en la exposición. Una instalación en la exposición.

Una instalación en la exposición. / Javier Albiñana (Málaga)

A través de sus estrechos corredores por los que puede deambular el público a modo de performance, sus elementos visuales y sonoros trenzados en bucle, sus esculturas de cuerpos desmembrados y sus vistosos neones donde la filosofía y el arte se conciben desde una óptica directamente criminal, Nauman sirve en bandeja una profunda mirada a la condición humana desde sus aristas menos amables, en diálogo con el pensamiento de Ludwig Wittgenstein, la literatura de Samuel Beckett y la música de John Cage. El vacío, la negación y la disconformidad se ciernen así en una exposición ambiciosa, la más importante que acoge España del artista desde la retrospectiva que le dedicó el Museo Reina Sofía de Madrid hace 25 años, que ocupa tanto las dos salas del Museo Picasso reservado a las muestras temporales como otros espacios (el patio central del Palacio de Buenavista y los fondos arqueológicos han quedado convenientemente contaminados para la ocasión). Tal y como explicó Westwater en la presentación de la muestra este lunes, "Nauman propone una reflexión sobre la existencia y para ello rompe los límites del arte. Lo que crea es a menudo incómodo y difícil, pero en todo caso el artista intenta presentar una obra relevante y significativa en el tiempo presente". 

En gran medida, esta incomodidad procede, además de la violencia que a menudo Nauman hace explícita para llevar al visitante a recodos inexplorados (uno de los neones de la exposición, realizado en 1985, luce el título Sexo y muerte por asesinato y suicidio) de la negación extrema a la que el artista somete tanto su creación como la posible interpretación que pueda esgrimir el visitante. El lema NO aparece bien visible en neones y repetido hasta la saciedad en la instalación de vídeo Clown torture, de 1987. A veces, como si ciertamente se tratara de una obra de Beckett, una mera palabra aislada de un discurso y sostenida en una habitación vacía aspira a sustituir al lenguaje; del mismo modo, los fragmentos, torsos, desechos e imágenes de cuerpos sumergidos poco a poco aspiran a sustituir lo que hasta ahora conocíamos como arte. Si para Wittgenstein “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, lo que propone Bauman es romper los límites del lenguaje artístico para mirar al mundo con más amplitud. Lo terrible es que, como de nuevo en Beckett, el ser humano es una criatura fundamentalmente ciega. Estancias, cuerpos, palabras es, al fin, una inmersión en el silencio: un océano donde tal vez al otro lado espere un rotundo.

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