Cultura

Messiaen eterno

  • El Trío Wanderer y el clarinetista Pascal Moraguès graban para Harmonia Mundi el 'Cuarteto para el fin de los tiempos'

Los primeros meses del año Messiaen han traído menos novedades discográficas de las que parecían previsibles, aunque es posible que la situación empiece a cambiar a medida que nos acerquemos a la fecha concreta en que se conmemora el centenario del nacimiento del músico (10 de diciembre), y de hecho, Naïve anuncia ya una caja recopilatoria del máximo interés. Mientras eso llega, la primera novedad de peso la presenta Harmonia Mundi, el Cuarteto para el fin de los tiempos, sin duda, la obra de cámara más popular del compositor, en interpretación del Trío Wanderer y el clarinetista Pascal Moraguès.

Las condiciones que vieron el nacimiento de la obra son bien conocidas: a punto de cumplir 31 años, Messiaen había sido movilizado nada más iniciarse las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial. Miope y no demasiado ágil, es destinado al cuerpo de enfermería, en el que participa en la batalla de Verdún, donde en mayo de 1940 es hecho prisionero. Trasladado al campo de concentración VIII de Görlitz, en Silesia, el compositor consigue hacerse con material de escritura y papel pautado, dispuesto a seguir con su carrera artística. El hecho de que en el mismo campo coincidiera con un violinista (Jean Le Boulaire), un violonchelista (Étienne Pasquier) y un clarinetista (Henri Akoka), determina la singular instrumentación del Cuarteto, que escribe durante su cautiverio y que fue estrenado en el mismo campo el 15 de enero de 1941 con el compositor completando al piano la nómina de intérpretes.

Aunque el propio Messiaen contaría más adelante que las circunstancias del estreno, ante un público de miles de prisioneros transfigurados, rozaron lo dantesco, a causa del frío intensísimo, de un piano desafinado y un violonchelo al que faltaba una cuerda, otras informaciones dignas de crédito apuntan a que los instrumentos no se encontraban en realidad en tan mal estado y que la actuación tuvo lugar a cubierto y ante una audiencia reducida. Es como si el apocalíptico discurso musical de la obra hubiera impregnado la leyenda de su nacimiento.

Parece en cualquier caso seguro que las condiciones del internamiento debieron de resultar muy duras, y no es por ello extraño que Messiaen, católico ferviente, se inspirara en el capítulo X del libro del Apocalipsis para la escritura de una obra que, como todas las suyas, tiene algo de ritual. El Cuarteto para el fin de los tiempos se divide en ocho movimientos porque, según el autor, "siete es el número perfecto, la creación de seis días santificada por el sabbat divino; el siete de ese reposo se prolonga en la eternidad convirtiéndose en el ocho de la luz indefectible, de la inalterable paz".

Más allá de la literatura, el Cuarteto es uno de los grandes faros de la música camerística del siglo XX, suma de los procedimientos compositivos de Messiaen, algunos de los cuales (como el principio cíclico, los cantos de los pájaros, las reminiscencias del gamelán indonesio o de los ritmos hindúes y medievales) iban a ser fundamento de muchas de sus más conocidas obras posteriores, de la Sinfonía Turangalila a las Veinte miradas del niño Jesús o las Iluminaciones del más allá. Moraguès y el Trío Wanderer optan por una visión introspectiva y serena, de un dramatismo íntimo, lírico y sublimado. El CD se completa con el Tema y variaciones para violín y piano de 1932.

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