Crítica de Teatro

Mentir para reír

El Gran Teatro registró lleno absoluto el pasado viernes para ver La comedia de las mentiras, obra escrita por Pep Antón Gómez y Sergi Pompermayer inspirada en las fábulas paliatas de Plauto. El montaje presenta algunas de las habituales situaciones y protagonistas en las que amor y dinero son los motores que impulsan las acciones: la dueña de la casa que lleva soltera 40 años, víctima del abandono de su pretendiente; la juventud inconsciente, víctima de una pasión irrefrenable y capaz de hacer cualquier cosa por ser libre; el militar fanfarrón que resuelve todo a golpe de arma y el pobre sirviente que se encuentra a merced de los demás para resolver los problemas de todos o hacerlos más graves si cabe. Al final, cuando todo parece estar perdido, surgirá de repente ese personaje sorpresa capaz de convertirse en Deus Ex Machina que arregla de inmediato todos los entuertos.

Pep Antón Gómez y Sergi Pompermayer recogen temas de obras de Plauto como Pseudolus, La comedia de la olla y Miles Gloriosus, los introducen en la coctelera y con habilidad e ingenio confeccionan un texto coherente e intrépido por donde los personajes se transmutan en figuras más próximas a ciertos monigotes y fantoches que suelen desfilar en platós de TV y revistas de cotilleo. Todos ellos a lo largo de la representación transitan por enredos constantes y equívocos con el único propósito de divertir al público, un objetivo que sobradamente consiguen.

El montaje cuenta con una puesta en escena sencilla dominada por mobiliario que el elenco varía de lugar de forma coreografiada según la escena, un detalle que quizá sea el menos fuerte de la obra por lo prolongado y recurrente.

Pero vayamos al asunto que realmente importa, que es el trabajo interpretativo. Cada uno de los componentes actúa de manera soberbia sobre el escenario. María Barranco clava un personaje que parece estar hecho a su medida, Angy Fernández y Marta Guerras derrochan talento en sus papeles de chicas poderosas y frenéticas que someten en todo momento a sus enamorados Canco Rodríguez y Raúl Jiménez, ambos brillantes en sus papeles de jóvenes pusilánimes. Paco Tous nos regala un general campechano e inseguro con arranques de caballo y frenadas de burro. Pepón Nieto es sin lugar a dudas la pieza que completa este fenomenal puzzle de interpretaciones. Su personaje mitad esclavo-mitad maestro de ceremonias se convierte en la piedra angular de un reparto que hizo reír a raudales y puso en pie al público para aplaudirlos al terminar la función.

La comedia de las mentiras es un buen ejemplo de cómo ciertas historias por muy antiguas que sean se pueden representar y para contemporizarlas sólo hay que incorporar las formas a nuestro contexto. El sempiterno conflicto entre géneros y clases sube al escenario dando su cara más amable en forma de comedia. Para esta ocasión y en agradecimiento al buen trabajo de sus archivos, riamos.

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