Cultura

Jungle party

Desde Hellzapoppin a The player, Hollywood ha necesitado contarse a sí mismo de cuando en cuando para aparentar un cierto grado de madurez y devolverle al público esa pequeña satisfacción de hacerle creer que conoce lo que se esconde realmente detrás del dinero que se gasta en una entrada.

Reunión festiva de cómicos de moda (Stiller, Black, Downey Jr., Coogan) y actores serios (Cruise, Nolte, McConaughey) dispuestos a reírse de sí mismos, hilarante parodia sobre el Hollywood de las estrellas multimillonarias y caprichosas, los agentes y los productores ejecutivos-agresivos, cachonda desmitificación sobre los géneros más serios y honorables del negocio, Tropic Thunder se inscribe con descaro y desparpajo gamberro en ese subgénero autoconsciente y juguetón que sirve para seguir alimentando el status quo con una inofensiva capacidad autocrítica y mucha dosis de ironía, cuando no de cinismo. The show must go on.

Después de la iconoclasta y desaforada Zoolander, película de culto freakie y de la que hasta el respetado y serio Terrence Malick se ha confesado fan irredento, el comediante de éxito Ben Stiller (Algo pasa con Mary, Los padres de ella, Noche en el museo) acomete su cuarto largometraje como director con esta parodia del cine bélico repleta de guiños cinéfilos (de Platoon o Nacido el 4 de julio a Forrest Gump o Yo soy Sam) a costa de la profesión (a costa de cualquier cosa, en realidad: negros, judíos, homosexuales o discapacitados al frente) y orquestada con mayor contención de lo que su lujosa reunión de histriones podría deparar. Se trata aquí de conjugar la comedia de los cuerpos, las máscaras y los tipos con un argumento satírico lo suficientemente consistente (firmado por el propio Stiller junto a Justin Theroux) como para poder encauzar y domar a tantas individualidades sin caer en la irremediable tendencia a lo episódico. Es más, se trata de hacer explícita esta misma condición mestiza.

Pertrechado con toda la carga de (permitida) incorrección política heredada de la comedia gamberra de los 90, Stiller añade a su Tropic Thunder un inopinado plus de inteligencia y mala leche que consigue filtrarse entre la aparente brocha gorda de muchos de sus chistes, gags y situaciones. Su principal acierto, sin duda, son los tipos y su caracterización grotesca: si ya son brillantes los que interpretan el propio Stiller, Jack Black o un ennegrecido Downey Jr., trío de estrellas a la gresca rodando en plena selva, no resultan menos desternillantes los personajes de Steve Coogan, que parodia al director de cine europeo que llega a Hollywood con pedigrí de autor, Nick Nolte, fraudulento excombatiente de Vietnam y escritor de éxito, o Tom Cruise, que pareciera estar interpretando a un cruce entre él mismo y Steven Soderbergh.

Lástima que, como en tantas otras comedias de su misma órbita, Stiller no domine todavía ni la distancia (la película inicia su declive hacia la mitad) ni la medida para frenar los chistes y los gags un poco antes de que estos pierdan su efectividad.

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