La máquina de Turing | Crítica

Heroísmo y moralidad

Daniel Grao y Carlos Serrano en un momento de la obra.

Daniel Grao y Carlos Serrano en un momento de la obra. / IMAE-Gran Teatro

Regreso de nuevo a una normalidad que esperemos conservar en lo que respecta al aforo y el pasado viernes volvimos a vivirla en Gran Teatro de la mano de La máquina de Turing.

Para elaborar esta obra premiada en 2019 con cuatro premios Molière, Benoit Solès bebió de varias fuentes, entre ellas la obra Breaking the Code de Andrew Hodges y la novela Allan Turing: The enigma de Andrew Hodges. Bajo la estela de los acontecimientos que convirtieron al matemático británico en pieza clave para la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, Solès profundiza en la naturaleza compleja del protagonista ofreciendo un retrato sensible y cercano.

Rompiendo con la línea temporal conoceremos detalles de la vida de Allan Turing, un hombre de cerebro privilegiado y poca capacidad para conectar con el mundo que le rodea. Sus aportaciones para descifrar los códigos nazis clasificadas como alto secreto y que le privaron de obtener reconocimiento en su tiempo, unido a las dificultades comunicativas que dan indicios a que podría padecer Síndrome de Asperger y vivir en una sociedad donde la ley condenaba la homosexualidad con penas de prisión o castración química (la cual sufrió), fueron los tres grandes escollos que encontró y contribuyeron a precipitarlo al suicidio sin llegar a cumplir 42 años.

Claudio Tolcachir acoge este texto de impecable factura y realiza una adaptación al castellano soberbia. Dirige sin dejar espacio para que nuestra mente entre en terrenos dialécticos o divagaciones científicas. Toda palabra queda sometida al rigor de la acción y sobre todo la emoción: sus personajes provocan risa, pudor, miedo, ira o tristeza, formando parte de la preciosa comunión que ocurre entre quienes ejecutan y observan.

Para lograrlo se apoya con escenografía funcional, llamativo trabajo de video-mapping y por supuesto el magnífico trabajo realizado por Daniel Grao y Carlos Serrano. Grao presta cuerpo y alma confeccionando un protagonista tremendamente creíble y Serrano le ofrece generosa réplica en el resto de personajes que está obligado a recrear. Juntos conducen al público durante 70 minutos por donde quieren, hasta levantarlos del asiento para aplaudir a raudales por tan buenos ejercicios interpretativos.

"Si queréis los mayores elogios, moríos". Ni siquiera esta cita célebre de Jardiel Poncela fue típica en la persona de Alan Turing. Tuvieron que pasar décadas para que su figura fuera reconocida a nivel mundial. Si Turing hubiera nacido en este siglo, su historia quizá habría sido diferente. Afortunadamente, hoy vivimos en una sociedad más diversa, plural y justa. Pero aún falta mucho para que estos valores sean globales y sobretodo los interioricemos.

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