Magüi Mira con Molly Bloom | Crítica de teatro

Hello, Molly!

Un momento durante la representación.

Un momento durante la representación. / IMAE

Un grupo de elegidos tuvieron el privilegio de asistir el pasado viernes en Teatro Góngora a un reencuentro muy especial: el de Magüi Mira con Molly Bloom que aprovecha el centenario de la primera edición de Ulises de James Joyce.

Han pasado cuatro décadas de la primera vez que Mira subió al escenario para representar este monólogo adaptado a teatro en aquella ocasión por Sanchis Sinisterra que hoy regresa bajo la versión de Marta Torres y su propia intérprete. A lo largo de cien minutos se nos revelará qué pasa por la cabeza de una mujer que podría ser cualquiera, conocida o desconocida. Molly Bloom es pensamiento desbordado sin filtros. En su noche de insomnio y en la intimidad de su alcoba seremos voyeurs de sus deseos y conflictos en una conversación consigo misma donde la esposa, amante, novia, hija, madre, creyente, sirvienta, etc., convive con la mujer libre que se revela a aquellos que la etiquetan en todos los calificativos inventados para someterla.

Sobre el delicado y elegante cuadro plástico diseñado por el equipo artístico, Magüi Mira nos recibe con un ejercicio interpretativo de generosidad abrumadora. Cada palabra, movimiento y gesto lo entrega al espectador que solo debe abandonarse para disfrutar de su cálida presencia. Magüi se diluye en Molly con esa naturalidad fruto de tantos años de experiencia que logra cuestionarnos donde acaba el personaje y comienza la actriz. Sobre esa cuerda se mantiene en equilibro perfecto esta magnífica funambulista durante toda la representación y finaliza con todo el público en pie ovacionando su buen trabajo.

Con Ulises, James Joyce sentó las bases de un nuevo estilo literario que abordase el pensamiento del personaje desde la absoluta subjetividad, elaborando un lenguaje donde quien lee debe entregarse al esfuerzo de interpretar lo que está pasando, una tarea que no es del gusto de todo el mundo que se haya acercado a su novela. Nunca sabremos a ciencia cierta si lo que hizo fue para confundirnos o como él mismo dijo “…para asegurarse la inmortalidad”. Sea de una manera u otra, las 24.000 palabras encadenadas de su capítulo dedicado a Molly Bloom sirvieron a una parte de la sociedad actual a encontrar un mensaje potenciador de lo que hoy llamamos mainstreaming, que integra la perspectiva de género enfocada a la igualdad. James Joyce, Olé tú.

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