Cultura

Deliciosa y vital miniatura romana

Drama, Italia, 2008, 75 min. Dirección: Gianni Di Gregorio. Intérpretes: Gianni Di Gregorio, Grazia Cesarini Sforza , Maria Calì , Marina Cacciotti , Valeria De Franciscis. Guión: Simone Riccardini , Gianni Di Gregorio. Arcángel.

Que renace el cine italiano es algo que se viene diciendo desde hace, al menos, dos décadas. Dejado en un desamparo casi absoluto tras la muerte de los colosos de los años 40 (Rossellini, De Sica, Visconti), 50 (Antonioni, Fellini) y 60 (Pasolini, Taviani) y de los maestros del cine comercial (los Monicelli, Comencini, Leone, Lattuada, Argento…), el cine italiano aplaude de vez en cuando el surgimiento de algún director que parece poder devolverle su rico pasado. Hasta ahora no ha sucedido así y los nuevos talentos han quedado en menos de lo que prometían. El inicio de siglo ha aportado la última hornada prometedora integrada, entre otros, por los Paolo Sorrentino (L'uomo in più, Las consecuencias del amor, El amigo de familia, Il divo), Mateo Garrone (Estate romana, L'imbalsamatore, Primer amor, Gomorra), Daniele Vicari (Velocitá massima, Il mio paese, Il passato é una terra lontana) y este Gianni Di Gregorio que, tras trabajar como guionista con Marco Colli, Felice Farina y sobre todo Mateo Garrone -de quien ha sido ayudante de dirección y que produce esta película-, ha debutado con esta gran y breve, honda y amable, amarga y dulce película que le ha valido premios en los festivales de Londres y Venecia, excelentes críticas y éxito de público.

Bordeando con las armas infalibles de la simplicidad estilística y la ironía el peligro del exceso sentimental o el cliché costumbrista, Di Gregorio actualiza con talento los elementos que hicieron grande la comedia costumbrista italiana: estilo directo, historia cotidiana, caricatura cruel suavizada por la ternura y contribución de actores no profesionales. Las sombras de Monicelli o Comencini se proyectan sobre esta película que cuenta, sonriendo con una pizca de tristeza, historias de soledades, abandonos y decadencias físicas. Él mismo, como genial actor aficionado, la interpreta dando vida a un personaje que, también en la tradición del mejor cine italiano, es a medias autobiográfico y a medias inventado. "Hijo único de madre viuda -ha escrito Di Gregorio-, he tenido que manejarme durante largos años, solo (mi mujer y mis hijas se habían esfumado por instinto de supervivencia), con mi madre, un personaje de personalidad arrolladora, rodeado por su mundo. Aunque para mí fue agotador, pude conocer y apreciar la riqueza, vitalidad y energía del universo de los viejos. Pero también pude ver lo solos que están y lo vulnerables que son en un mundo que avanza con paso acelerado sin saber adónde va porque ha olvidado su historia, perdiendo el sentido del paso del tiempo, que teme a la vejez y la muerte e ignora que lo más valioso es la calidad de los sentimientos. En el verano del año 2000, el administrador de la comunidad de propietarios, sabiendo que en ese momento yo era moroso, me propuso que me ocupara de su madre durante las vacaciones de ferragosto. En un arrebato de dignidad me negué; pero siempre me pregunté qué habría pasado si yo hubiera aceptado. Éste es el resultado".

El resultado es esta historia en la que el vago y maduro hijo de una absorbente y anciana señora bien venida a menos se ha de enfrentar, no sólo al ardiente vacío del ferragosto romano (el puente del 15 de agosto) y a las exigencias de su madre, sino al grupo de ancianas que el azar (la madre de su médico) o la necesidad (la madre y la tía de su casero) va reuniendo en su casa. En manos de Terence Davies esta historia hubiera sido un delicado y melancólico canto a la decrepitud física y el paso del tiempo. En manos de Lars Von Triers hubiera sido un histérico y a la vez gélido descenso a edípicos infiernos de odio y rencor. Pero Di Gregorio, ya lo han podido apreciar al leerle, tiene un sentido de la vida mediterráneo, humor italiano y vital cinismo romano. Por eso el resultado es a la vez amargo y divertido, anecdótico y profundo, tan ligero y tan pesado a la vez como la propia vida. Gran guión. Sobria y ajustada realización que se recrea en largos planos que dan espacio a la emergencia de la realidad y al retrato de los personajes. Y grandísimas interpretaciones de las ancianas no profesionales y del propio Di Gregorio, que aún iniciándose en la actuación a la par que en la realización compone con sorprendente naturalidad un tipo a la vez cínico y tierno que recuerda las grandes creaciones cómicas de Alberto Sordi y Nino Manfredi. Una joyita de 75 minutos.

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