Cultura

El Cid destaca en una corrida grisácea

  • El diestro sevillano corta la única oreja y Ponce y Castella son ovacionados

Corrida de toros gris, pero gris por apagada y sin brillo y hasta el único trofeo, la oreja que obtuvo El Cid del segundo, fue justo pero en el sentido de que apenas superaba el listón.

El ganado no dio muchas opciones, flojo y de poco juego. Para colmo se remendó la corrida y es que a la tercera tampoco le ha ido la vencida a la empresa para lidiar completo el encierro anunciado. A la empresa le está costando coger el punto de presentación y a la vez los presidentes han decidido elevar el listón, no se olvide tampoco que ellos son los responsables de que estuviera por los suelos en las dos temporadas anteriores; más atrás ni les cuento. Pues entre todos tendrán que ponerse de acuerdo en amor y compaña. Y que no se olviden de publicar los informes veterinarios, que una corrida de toros no es un expediente administrativo secreto.

De la corrida hay poco que contar, salvo la oreja que cortó El Cid en una faena a la que le faltó la profundidad que da reunirse con el toro. Lo que sí que es verdad es que un poco más y le ganan la partida los banderilleros a los matadores a la hora de obtener las palmas del público: Curro Robles banderilleó muy bien al segundo de la suelta y Manuel Molina al tercero, monterazo que compartió su compañero de cuadrilla de Castella Pablo Delgado; por fin Curro Molina sensacional en el sexto, lo que se dice un prodigio de facultades y de oportunidad.

Enrique Ponce no tuvo muchas opciones. Su primero fue un toro con tantos kilos como poco gas. Ni puso codicia en el caballo ni se le pegó, pero se quedó para el arrastre y eso que la experta cuadrilla poncista le ahorró capotazos. Ponce apenas pudo lucirse en un pase de pecho.

El segundo del lote del valenciano blandeó en varas y ésa fue su condición para la muleta, cayéndose de continuo. Tuvo nobleza pero nada de vigor ni transmisión. Enrique Ponce se empleó en un trasteo largo -sonó un aviso- y mimoso mientras el toro claudicaba. Puso empeño pero poco trascendió.

El Cid cortó la oreja de su primero, un toro que le miraba y al que le cuajó dos series con la zurda tras una colada y dos pases de castigo. Hubo corrección en la forma pero a El Cid le faltó profundizar, reunirse con el toro. La estocada inclinó la balanza a su favor y salieron los pañuelos que la presidenta, muy rigurosa, contó uno a uno.

El segundo de El Cid, tuvo nobleza y movilidad pero se vino muy a menos. Tuvo expectativas el saltereño y citó de largo por la derecha en los primeros compases pero se apagó el ensabanado como una vela. Aun así mejoró las series anteriores con la zurda en otras dos, mucho mejor colocado, pero aquello no cobró vuelo porque el toro le fue restando dimensión y además el torero falló a espadas.

Sebastián Castella no se acopló con el tercero, de La Palmosilla, que cabeceaba y reponía con rapidez obligándole a perder pasos. El sexto fue un toro soso y sin transmisión con el que no pudo interesar en un trasteo insulso porque el enemigo no daba para más. Lo dicho, todo muy gris.

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