Un Burlador en Córdoba

Una de las primeras y más carnales escenas de la obra.
Una de las primeras y más carnales escenas de la obra.
Máximo Ortega Capitán

10 de diciembre 2008 - 05:00

El puente de la Inmaculada finalizó con la llegada al Gran Teatro de Don Juan, el burlador de Sevilla, adaptación sobre la obra de Tirso de Molina realizada y dirigida por Emilio Hernández en la cual se revisa por enésima vez el mito de Don Juan, uno de los personajes mas universales del teatro español. Don Juan es el exponente máximo de la sociedad decadente de nuestro Siglo de Oro, donde se movía como pez en el agua. La picaresca, el engaño, la doble moral, la impunidad y el desprecio a la mujer estaba presentes en todas las clases sociales, siendo la nobleza más favorecida en estos casos debido a su posición privilegiada. Este truhán de buena familia siente tanto placer maquinando el engaño como al consumarlo y vive el día a día confiado en que antes de morir sus pecados serán perdonados si momentos antes pide perdón al misericordioso. Para su desgracia, la salvación no llega para este libertino, residiendo en el final de la obra la moraleja con la que Tirso quiso aleccionar a sus compatriotas.

En la puesta en escena destaca el espacio abierto, con poco mobiliario. Luz, sonido y proyección recrean lugares donde se produce la acción. La música y el canto varían conforme la situación, mezclando popular, flamenco y clásico, como los momentos musicales de Don Giovanni, de Mozart, cuando muere Don Gonzalo de Ulloa.

En el aspecto interpretativo, podemos decir que el reparto trabaja con soltura. Destacan más los personajes interpretados por Jorge Roelas, Manuel Tejada y Juan Fernández, actores que por su edad y experiencia aportan más peso a su interpretación. El resto del elenco trabaja desde la superficie. Tratan el verso con naturalidad, pero a veces subrayan lo que la palabra de por sí expresa y no profundizan en lo humano del personaje y sus motivaciones, dando como resultado una máscara que finge sentir. La voz es muy importante en teatro y si la palabra informa no es necesario caracterizarla o dotarla de artificio. El micro ayuda, pero no tanto. Echando un capote al reparto, podemos acusar como responsable a la dirección.

Han pasado siglos y no hay año que no veamos representado a Don Juan en sus versiones varias y propuestas diferentes. Si sigue llenando teatros será que hay algo en este personaje tan mezquino que nos atrae al tiempo que repugna. Tal vez sea que nuestra sociedad puede haber cambiado mucho su aspecto pero no tanto en el fondo.

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