efeméride

Arte para el alma y las masas

  • David Hockney, uno de los artistas más populares e icónicos de las últimas décadas, cumple hoy 80 años sin dejar de cosechar éxitos allá donde va

David Hockney (Bradford, 1937), ante uno de sus imponentes paisajes.

David Hockney (Bradford, 1937), ante uno de sus imponentes paisajes. / el día

El que antaño no se perdía nunca una fiesta, ahora se acuesta a las nueve de la noche, está casi sordo y tampoco tiene suerte en asuntos del corazón. Pero ni siquiera los excesos a los que se entregó bajo el sol californiano alejaron a David Hockney de la pintura. "Pensaba que había sido un hedonista, pero me di cuenta más tarde, al echar la vista atrás, de que siempre estaba trabajando", contó el artista al diario The Guardian en una reciente entrevista. "Sigo trabajando todos los días. Nunca voy a fiestas", añadió. Desde los años 60 vive a caballo entre el Reino Unido y Los Ángeles, donde posee la casa de terraza azul y macetas rojas que aparece en tantas de sus obras. Mañana Hockney, uno de los artistas más prestigiosos y populares de su tiempo, cumple hoy 80 años.

Nació poco antes de la Segunda Guerra Mundial en el seno de una familia obrera de East Yorkshire. Se crió en los años de hambruna de la posguerra y dibujaba por todas partes: en billetes de autobús, periódicos y tapas de libros de oraciones. Su padre era un antifumador radical contra el que Hockney, que nunca deja de sostener un cigarrillo entre sus dedos, sigue rebelándose hoy en día. Evadirse en el cine ha sido desde siempre su gran pasión y Cantando bajo la lluvia, su película favorita. A comienzos de los años 60, tras su primera exposición en solitario, se mudó de Londres a Hollywood. Allí hizo amistad con el cineasta Billy Wilder, a quien retrató junto a su esposa en un collage de Polaroids de grandes dimensiones.

California le ofreció una libertad, tanto artística como personal, a la que no estaba acostumbrado. Hockney jugó con la luz y los colores fuertes, y sus bañistas, como los que aparecen en Portrait of an Artist (1972) o Peter Getting Out of Nick's Pool (1966), reflejaban el despreocupado y poco convencional estilo de vida californiano. Nunca escondió su homosexualidad, incluso cuando esta era ilegal en Inglaterra. Durante su formación en la mejor escuela de bellas artes del país pintó a dos jóvenes abrazándose en lo que parecía un garabato infantil. "Espero que no se acerquen más", le espetó su profesor. Ni siquiera en los 80, cuando muchos de sus amigos murieron a causa del sida, dejó de transmitir alegría su pintura.

Sus detractores siempre han encontrado superficiales sus lienzos y le han reprochado que no reflejara los grandes acontecimientos de su tiempo. Algo que, claramente, nunca pretendió Hockney: "Me gustaría hacer un cuadro que tuviera significado para mucha gente", dijo en 1988. "Creo que la idea de hacer cuadros para 25 personas del mundo del arte es una locura y una ridiculez".

Unas veces con más éxito y otras con menos, experimentó con nuevas técnicas, desde el collage tridimensional a las fotocopias o la pintura con el dedo en el iPad. Con todas ellas perseguía un único objetivo: hacer visible el tiempo. "Vemos a través del tiempo", dijo una vez. "La fotografía es geométrica y debemos ver de forma psicológica", añadió. Está considerado un pionero del selfie, pues se ha pintado, dibujado y fotografiado en multitud de autorretratos.

En 2012 sufrió un ictus, pero tuvo suerte y pudo seguir pintando. Cinco meses después falleció su asistenta personal; comenzó entonces a pintar los melancólicos árboles de una calle de su ciudad, primero como carboncillos y más tarde como los imponentes y coloridos paisajes de la serie The Arrival of the Spring (La llegada de la primavera). A sus 80 años, Hockney sigue causando sensación: la retrospectiva de su obra en la Tate Britain de Londres -ahora en el Pompidou de París y más adelante viajará a Nueva York- batió todos los récords de visitas.

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