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Un proceso bien gestionado

  • Diez años después de la firma del Acuerdo de Viernes Santo, la comunidad católica de Irlanda del Norte ha aprovechado las oportunidades mejor que los protestantes

El Acuerdo de Viernes Santo, del que acaba de conmemorarse su décimo aniversario, no dejó vencedores ni vencidos en el Ulster, pero diez años después de su firma es la comunidad católica la minoría que mejor aprovecha ahora las oportunidades que ha presentado el proceso de paz.

En algo más de una década ha desaparecido la discriminación socioeconómica que sufrió esa comunidad a manos de la clase gobernante, mayoritariamente protestante, desde la partición de la isla en 1921.

Esas diferencias, más que el deseo de la reunificación, forzaron a los católicos irlandeses a tomar las calles a finales de los años sesenta para denunciar su condición de ciudadanos de segunda clase en marchas multitudinarias que sólo sirvieron para acentuar el resentimiento de los unionistas.

Aunque la incipiente violencia obligó al Gobierno de Belfast a tomar medidas de emergencia para mejorar sus condiciones de vida, el Ejército Republicano Irlandés (IRA) se había erigido ya en defensor de la comunidad y se plantaba así la semilla de un largo conflicto con las fuerzas de seguridad y los paramilitares protestantes. Con los dos bandos en tablas, casi 3.000 muertos sobre la mesa y con la seguridad de que los objetivos históricos de ambas comunidades no se alcanzarían a través de las armas, los partidos norirlandeses aceptaron en 1998 el acuerdo de paz del Viernes Santo.

Diez años después, por ejemplo, el porcentaje de católicos que tienen una titulación universitaria es mayor que el de protestantes, quienes tienen menos posibilidades de completar su educación con alguna cualificación que aquéllos.

Un reciente estudio elaborado por la Queen's University de Belfast indica que un 31% de los católicos tienen algún tipo de preparación académica o profesional, frente al 25% de los protestantes, mientras que el porcentaje para ambas comunidades en 1997 era del 17%.

Según uno de sus autores, Richard English, los católicos también están reduciendo los niveles de pobreza infantil más rápidamente que sus rivales históricos, lo que demuestra que los beneficios del proceso de paz "fluyen" hacia aquella comunidad con más facilidad. "En términos generales, los grupos protestantes menos privilegiados (la clase baja) han progresado menos que sus equivalentes del otro bando en las áreas de empleo y educación", explica el experto.

"No se puede hablar de ganadores o perdedores", precisa English, quien sí reconoce, no obstante, que unos se han adaptado mejor que otros a la "nueva y cambiante" Irlanda del Norte, sobre todo la clase media católica. Así, en diez años, la tasa de desempleo entre los católicos se ha reducido a la mitad al pasar de un 12% a un seis, una cifra todavía superior a la de los protestantes.

Sin embargo, durante ese periodo, el número de católicos en la fuerza laboral norirlandesa se ha incrementado en un 3%, mientras que el de protestantes se ha reducido en un 5%. Las cifras, reconoce el estudio, no varían significativamente año a año, pero estos cambios aplicados a toda una generación son "enormes".

"Lo que estamos viendo es un gran cambio en la experiencia de Irlanda del Norte, donde las oportunidades educativas y de empleo que existen ahora para la comunidad católica eran prácticamente impensables hace 30 años", destaca English.

No es de extrañar que en una parte del unionismo se haya instalado cierta sensación de derrota, a pesar de que el acuerdo del Viernes Santo, en términos políticos, garantiza su permanencia en el Reino Unido mientras así lo desee la mayoría de los norirlandeses. Además, se dice en la provincia que los políticos católicos son más hábiles que los protestantes a la hora de vender una derrota como una victoria a sus seguidores.

Pero con la erradicación de las diferencias socioeconómicas entre ambas comunidades -la raíz del conflicto-, los unionistas tal vez hayan calmado el apetito de los nacionalistas por la reunificación de la isla y convertido ese sueño en un mero párrafo del programa electoral de cualquier partido católico.

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