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La toma de posesión del nuevo Gobierno belga cierra la última crisis política

  • Los cinco partidos que componen la coalición cerraron el acuerdo para mantener el programa del anterior Ejecutivo y lograr el reparto equilibrado entre las formaciones.

La toma de posesión del nuevo Gobierno belga ha cerrado con cierta rapidez la última crisis política del país, aunque el nuevo Ejecutivo se enfrentará al reto de conseguir hacer aquello que no pudo el anterior, especialmente en la complicada reforma del Estado.

Los miembros del nuevo Gobierno, encabezado por el democristiano flamenco Herman Van Rompuy, juraron sus cargos ante el rey Alberto II, con lo que se cumplió el objetivo de poner en marcha el Ejecutivo antes de fin de año.

Al frente de los miembros de su Gabinete, Van Rompuy fue el primero en jurar el cargo en el Palacio Real de Laeken, y lo hizo en las tres lenguas oficiales del país (neerlandés, francés y alemán).

Los cinco partidos que componen la coalición cerraron el acuerdo para mantener el programa del anterior Ejecutivo y el reparto de equilibrio entre formaciones evitó largas discusiones que hubieran complicado la crisis política, algo que el país quería evitar tras los nueve meses que ha costado formar la actual coalición.

Finalmente, el nuevo Gobierno tiene sólo cuatro caras nuevas, incluyendo la del primer ministro.

Tras una foto de familia con el rey, se celebró un primer Consejo de Ministros y Van Rompuy tiene previsto presentar mañana el programa de Gobierno ante el Parlamento, donde el respaldo está garantizado gracias a la amplia mayoría de que disponen los partidos de la coalición.

La crisis se materializó el pasado día 19 con la caída del Gobierno ante las acusaciones de que varios miembros del gabinete del dimitido primer ministro, el también democristiano flamenco Yves Leterme, intentaron influir en la sentencia de un tribunal de apelaciones sobre la privatización del banco Fortis al francés BNP Paribas.

Además de Van Rompuy, que sustituye al dimitido Yves Leterme, hay nuevos titulares en Justicia, cuyo anterior responsable, Jo Vandeurzen, también dimitió como consecuencia del escándalo, y en Empresas Públicas, pues la ministra Inge Vervotte se solidarizó con sus correligionarios caídos en desgracia. El cuarto cambio se refiere a la cartera de Interior, necesario porque Patrick Dewael sustituirá a Van Rompuy como presidente de la Cámara de Diputados.

Entre las novedades destaca que el titular de Exteriores, el liberal flamenco Karel De Gucht, pasa a ser viceprimer ministro, después de haberse convertido en un elemento esencial del Gobierno en los últimos meses.

Van Rompuy, un hombre discreto que a sus 61 años llega a la jefatura del Gobierno tras haber rechazado el puesto en varias ocasiones, se ha ganado la confianza de la gran mayoría de la clase política por su prudencia y calma.

De hecho, el nuevo primer ministro fue uno de los hombres de consenso que empleó el rey para intentar buscar puntos de encuentro entre flamencos y francófonos en la complicada situación creada tras las elecciones de junio de 2007, ya que hicieron falta nueve meses para formar una coalición en marzo de 2008.

El nuevo Gobierno mantiene su objetivo de mantenerse durante toda la legislatura (hasta junio de 2011), y además de las respuestas a la crisis económica su gran reto será acordar y poner en marcha una reforma del Estado federal, sobre lo que el Ejecutivo de Leterme no registró ningún avance.

La reforma es necesaria porque Flandes, la región más poblada y rica del país, insiste en lograr más competencias, especialmente económicas, mientras que la francófona Valonia, más deprimida económicamente, teme perder la solidaridad de sus vecinos del norte.

A ello se añaden las disputas sobre los derechos lingüísticos de los francófonos que viven en el anillo flamenco que rodea a Bruselas, que a su vez es una región aparte y, aunque oficialmente bilingüe, es abrumadoramente francófona.

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