Afganistán

Nueve muertos en las protestas contra la quema de un Corán en Florida

  • Verios talibanes se unieron a la manifestación provocando los disturbios. La policía ha detenido al menos a 16 personas.

Nueve manifestantes murieron este sábado en la conflictiva ciudad de Kandahar, en el sur de Afganistán, durante la segunda jornada de protestas violentas en el país por la quema de un ejemplar del Corán en una iglesia estadounidense.

Según testigos, unas 2.000 personas salieron a las calles de la ciudad, la más importante del sur del país, para protestar por la quema pública de un Corán el pasado 20 de marzo en una iglesia de Florida (EEUU), a manos del pastor Wayne Sapp.

Las fuerzas del orden dispararon contra los manifestantes, que gritaron consignas contra Estados Unidos mientras se dirigían a la comisaría de Policía y llegaron a quemar neumáticos y vehículos, y a romper escaparates de los establecimientos comerciales.

"En las protestas de la ciudad de Kandahar han muerto nueve personas y otras 77 han resultado heridas", confirmó el portavoz de la provincia homónima, Zalmai Ayubi.

Imágenes emitidas por el canal afgano Tolo permitieron apreciar densas columnas de humo negro y el sonido de constantes disparos, así como la presencia de cientos de manifestantes -niños incluidos- que marchaban a paso rápido y gritaban en actitud furiosa.

Según Ayubi, las protestas se volvieron violentas debido a la participación de "enemigos del Islam", uno de los eufemismos que usan las autoridades afganas para referirse a los talibanes, y las fuerzas del orden han detenido al menos a dieciséis personas.

"No se trataba de manifestantes, sino de oportunistas", defendió el jefe del consejo provincial de Kandahar, Ahmad Wali Karzai, quien es además hermano del presidente afgano.

Kandahar, un bastión espiritual de los talibanes, es una de sus áreas de influencia tradicionales y ha sido escenario en el pasado de varios ataques y atentados contra las tropas internacionales.

Los disturbios se han producido solo un día después de las muertes de siete trabajadores de la ONU y cinco civiles durante una protesta parecida en la ciudad de Mazar-i-Sharif (norte), que derivó en la toma violenta de la sede local del organismo internacional.

Ese ataque concitó las condenas del secretario general de la ONU, Ban ki-Moon, el jefe de la fuerza internacional desplegada en Afganistán, David Petraeus, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el propio presidente afgano, Hamid Karzai.

Karzai, que calificó las muertes como "inhumanas", se encuentra en una posición delicada, ya que debe conciliar su rol como garante de la seguridad civil con su posicionamiento crítico ante la quema del Corán, que él calificó como un "crimen contra una religión".

La acción del pastor Sapp, que pasó inicialmente desapercibida, ha desencadenado una ola de condenas generalizadas entre las autoridades del mundo islámico, en el temor de que pudiera prender la mecha de algaradas, como ha ocurrido en Afganistán.

Tras la preceptiva hora del rezo, miles de personas se echaron este viernes a las calles no solo en Mazar-i-Sharif, una ciudad habitualmente tranquila, sino también de Herat (oeste), Zaranj (suroeste), Bamiyán (centro) y la propia Kabul.

Por el momento, las autoridades han arrojado la sombra de la culpa de la violencia a los talibanes, aunque un portavoz del movimiento, Zabiullah Mujahid, ha negado cualquier participación, al menos respecto al ataque de Mazar-i-Sharif.

"Si EEUU quisiera rebajar la tensión, nunca habría permitido a su pastor la quema del Corán. Y el suceso de Mazar-i-Sharif nunca habría ocurrido", dijo en declaraciones a la agencia afgana AIP.

Sapp quemó un ejemplar del Corán en su iglesia de Florida en compañía del reverendo Terry Jones, quien ya había amagado el año pasado con hacer lo propio con motivo del aniversario del 11-S, aunque se echó atrás tras recibir presiones del Gobierno de EEUU.

Diversos analistas ya habían alertado de que la quema del libro sagrado musulmán podía desencadenar protestas en Afganistán, un país en guerra y de sociedad conservadora en el que hay desplegados unos 150.000 soldados extranjeros, dos tercios de ellos estadounidenses.

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