Inestabilidad en islamabad El ex líder paquistaní mantuvo durante nueve años un poder absoluto

La herencia de Musharraf

  • La dimisión del ex presidente deja a Pakistán envuelto en una crisis económica, con las fuerzas islamistas en auge y un frágil proceso de paz con la India

Pervez Musharraf, cuya renuncia a la presidencia de Pakistán se produjo hace unos días, deja una controvertida herencia en un país azotado por una crisis económica sin precedentes, el auge de los islamistas cercanos a Al Qaeda y un tímido proceso de paz con la vecina rival India.

Estados Unidos -país del que ha sido un aliado clave desde los atentados islamistas contra Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001- alabó el compromiso de Musharraf en la "guerra contra el terrorismo", aunque hubiese expresado dudas sobre su sinceridad.

Los analistas y expertos paquistaníes, por su parte, consideran que su voluntad de aferrarse al poder ha causado mucho daño.

"Deja a Pakistán una herencia muy compleja e inquietante", señala Rasul Baksh Rais, politólogo y profesor de la universidad de Lahore, al este del país. "Desvió la Constitución (...) y tuvo la culpa de la talibanización del noroeste del país y del actual deterioro de la economía", juzga este experto.

Sin embargo, muchos analistas subrayan que cuando Musharraf se hizo con el poder, hace nueve años tras un golpe militar incruento, ya había heredado un país extenuado económicamente y donde la corrupción campaba a sus anchas.

El ex jefe del Ejército recordaba que cuando tomó el poder, Pakistán -única potencia nuclear musulmana, con 160 millones de habitantes-estaba a punto de entrar en la lista negra estadounidense por el apoyo dado al régimen de los talibanes afganos.

En los primeros años de su régimen, los analistas le reconocen un halagüeño balance económico, con un crecimiento sostenido y un enriquecimiento de la clase media. También se esforzó en cambiar los principales objetivos de un país gobernado por potentes generales golpistas durante más de la mitad de sus 61 años de existencia.

Musharraf se esforzó por lo tanto en acabar con la confrontación bélica con la vecina India -con la que Pakistán libró tres guerras desde la independencia de ambos países en 1947-y con el apoyo a los grupos radicales musulmanes que reivindicaban la soberanía paquistaní sobre la parte india de Cachemira. Tras un alto al fuego en 2003, el ex mandatario se comprometió en un proceso de paz con India en 2004 que con el pasar de los años, no ha logrado consolidarse.

En todo caso, el crecimiento económico de sus primeros años y la mayor tranquilidad con India "son dos aportaciones positivas" de Musharraf, recuerda Najam Sethi, editorialista del diario paquistaní DaylyTimes.

El también politólogo le reconoce haber impuesto "una ruptura de la alianza entre militares e islamistas", es decir, entre los servicios secretos y los combatientes que entrenaban a los árabes en Afganistán.

No obstante, para Washington, el ex presidente paquistaní no llegó hasta el fondo, pues los talibanes y Al Qaeda han reconstituido sus fuerzas en las zonas tribales del noroeste del país que hacen frontera con Afganistán.

Los expertos consideran que su afán por seguir en el poder ha derivado en que en los dos últimos años su crédito nacional e internacional se haya visto arruinado.

Para Estados Unidos, el líder político descuidó asuntos importantes del Gobierno, mientras se ocupaba en luchar contra los jueces que cuestionaron su reelección a finales de 2007 y por la oposición, que ganó las legislativas de febrero de 2008.

"Musharraf deja la herencia de una larga dictadura que sembró la inestabilidad", resume Ishtiaq Ahmed, profesor de la universidad de Islamabad.

Ahora se lleva consigo la incertidumbre sobre su futuro, que según los analistas le llevará exiliado a Arabia Saudí, el país habitual de exilio para los líderes políticos paquistaníes.

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