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La dimisión de Musharraf deja a EEUU sin su mejor aliado en una zona sensible

  • El ya ex mandatario de Pakistán renuncia tras el proceso de destitución iniciado hace dos semanas por su Gobierno · El jefe del Senado asume la Presidencia hasta la celebración de nuevas elecciones

Una era política llega a su fin en Pakistán: nueve años después del golpe de Estado incruento que lo llevó al poder, el presidente Pervez Musharraf, el mejor aliado de Estados Unidos en una zona muy sensible del planeta, presentó ayer su renuncia en un discurso emitido en directo por televisión.

La medida se adelanta al proceso de destitución que desde hace dos semanas ultiman sus rivales políticos. Musharraf quiso dejar claro que su renuncia no implica una admisión de culpas: por el contrario, las acusaciones presentadas contra él carecen de cualquier fundamento, aseguró, y la decisión de dejar la presidencia fue tomada sólo "en interés de Pakistán".

"Amo mi país y me sacrifico por Pakistán", defendió el ex jefe del Ejército. "No temo ni un sólo punto de la demanda", explicó tajante en un discurso que aprovechó para defender vehementemente la política que llevó a cabo en los últimos años.

Musharraf aseguró haber actuado teniendo en cuenta el bien del país y nunca el interés personal: "Mis acciones siempre fueron en consonancia con una única filosofía: Pakistán primero".

Tras el abandono del ya ex líder de Pakistán, el presidente del Senado, Mohamadmian Sumro, asumió ayer la Presidencia en funciones, informó el secretario adjunto de esta cámara, Iftikhar Ullah Babar.

Sumro, que pertenece a la Liga Musulmana-Q, ocupará el puesto de forma interina hasta la celebración de nuevas elecciones presidenciales, cosa que la Constitución prevé en un plazo de uno a dos meses.

El jefe del Senado fue candidato a presidente del país en la votación parlamentaria de octubre de 2007, pero finalmente se retiró en favor de Musharraf, de quien ha sido un estrecho colaborador.

La oposición por su parte, celebró la renuncia. En varias ciudades la gente salió a festejar a la calle. "Traerá, espero, estabilidad a Pakistán", valoró el ministro de Exteriores, Shah Mehmood Qureshi, del Partido Popular de Pakistán (PPP).

Los talibanes también aplaudieron ayer el anuncio y tendieron la mano al Gobierno para restablecer las negociaciones de paz, paralizadas tras las operaciones que el Ejército lanzó en el conflictivo noroeste del país.

La formación de la ex primera ministra asesinada Benazir Bhutto gobierna desde las elecciones de febrero en coalición con la Liga Musulmana de Pakistán Nawaz (PML-N). Y ninguno de los partidos ocultó en ningún momento que la destitución del presidente formaba parte de su agenda política.

El ex primer ministro Nawaz Sharif, jefe del PML-N, se empleó con especial dedicación para lograr ese objetivo. Tras conocerse ayer la renuncia de Musharraf, Sharif consideró que "una edad oscura" ha llegado a su fin en Pakistán y que el país "se libera de un dictador".

También se mostró aliviado Asif Ali Zardari, líder del PPP y viudo de Bhutto, aunque la política a seguir frente a Musharraf generó cada vez más roces con su socio desde que se formó la coalición: frente a la línea dura propugnada por Sharif, que fue derrocado en el golpe de 1999 por Musharraf, Zardari se mostró ostensiblemente más cauto.

Se abre también un nuevo periodo de incertidumbre para el único país musulmán que está en posesión de armamento nuclear y que ha vivido la mitad de sus 61 años de independencia bajo la férula de militares golpistas y la otra mitad bajo gobiernos civiles sometidos a la todopoderosa influencia del Ejército.

Con la renuncia presidencial, las cúpulas del PPP y de la PML-N lograron su objetivo. "El Gobierno elegido democráticamente debe demostrar que está en condiciones de resolver los problemas del país", declaró Sharif.

Los analistas, sin embargo, advierten contra un optimismo excesivo. Los dos partidos ya se alternaron en el poder en los años 90 y terminaron por paralizarse mutuamente debido a diferencias políticas irreconciliables.

Sólo la existencia de un enemigo común, Musharraf, parecía posibilitar una cooperación entre ambas fuerzas. Sin esa figura podrían volver a abrirse viejas disputas, que tal vez se manifiesten al designar un sucesor. Musharraf, por su parte, podría trasladarse a Arabia Saudí o Turquía.

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