La caída en picado de Brown
La crisis del Northern Rock y la pérdida de millones de datos personales merman la credibilidad del líder británico
Desde que amagó un adelantamiento electoral en octubre para echarse atrás en el último momento ante los primeros sondeos adversos, el primer ministro británico, Gordon Brown, acumula los traspiés y no parece levantar cabeza en las últimas semanas.
El político laborista, que presumía como ministro de Economía durante diez años de haber logrado para el país el más largo periodo de prosperidad económica del que se tiene memoria, se ve perseguido, desde que sucedió a Tony Blair al frente del Gobierno, por las noticias negativas.
La última es el sondeo del diario The Times, según el cual por primera vez los votantes confían más en el liderazgo económico conservador, pese a su relativa bisoñez, que en Brown y su ministro de Finanzas, Alistair Darling.
Tan sólo un 28 por ciento de los votantes creen que Brown y Darling son más capaces que el líder conservador, David Cameron, y su igualmente joven responsable de Economía y Finanzas, George Osborne, a la hora de afrontar una eventual crisis.
Esa última encuesta se suma a la publicada por el canal de televisión Channel 4, que atribuía a los conservadores un 41 por ciento del favor del público y una ventaja de nueve puntos sobre los laboristas.
Aunque el último sondeo se llevó a cabo al día siguiente de la derrota de Inglaterra en los partidos clasificatorios para la Eurocopa, y ya se saben los efectos psicológicos de ese tipo de noticias, pocos dudan de que indica una tendencia altamente preocupante para el partido en el poder.
El problema para Brown es que lo que todos, empezando por él mismo, consideraban su principal activo -su competencia económica- ha quedado hecho trizas con lo que muchos califican de mal manejo de la crisis del banco Northern Rock, a la que se ha sumado ahora la pérdida de los datos confidenciales de millones de familias con hijos.
Por lo que respecta al Northern Rock, una información publicada por el diario The Guardian, indica que el banco puede tener dificultades para devolver los 23.000 millones de libras (32.000 millones de euros) de dinero público que ha tenido que inyectarle hasta ahora el Banco de Inglaterra para evitar su quiebra.
Más de un 70 por ciento de su cartera de hipotecas, equivalentes a 53.000 millones de libras, no son propiedad directa del banco sino de una compañía independiente offshore (situada en un paraíso fiscal), con lo que surgen ahora dudas sobre si el crédito gubernamental está respaldado por los activos del banco.
El Northern Rock ha perdido casi el 90 por ciento de su valor en los dos meses transcurridos desde que estalló la crisis y sus clientes se precipitaron a sacar sus ahorros antes de que el Gobierno les diera garantías de que sus depósitos estaban a salvo.
Por si los británicos no estuvieran ya intranquilos con lo sucedido días atras cuando se conocía el extravío de 25 millones de datos personales contenidos en dos disquetes enviados desde el fisco a la Oficina Nacional de Auditoría, pero que no llegaron a su destino.
La noticia provocó de nuevo el pánico entre muchos ciudadanos, temerosos de que el material extraviado pudieran llegar a manos criminales, que tendrían así acceso a todo tipo de datos confidenciales relacionados con sus cuentas bancarias.
Los disquetes extraviados, relacionados con los llamados subsidios infantiles que reciben las familias por sus hijos, contenían nombres, direcciones, fechas de nacimiento, números de subsidio infantil y de la seguridad social así como detalles de millones de cuentas bancarias.
Un Gobierno laborista obsesionado por la seguridad, que ha instalado en todas las esquinas cámaras de seguridad, está empeñado en introducir contra viento y marea un carné de identidad para todos los ciudadanos y en crear el mayor banco de datos genéticos de la población, se ve acusado, sin embargo, ahora de chapucero.
En efecto, según el sondeo publicado por The Times, un 73 por ciento piensa que el extravío de esos datos ha afectado negativamente a su confianza en la capacidad del Gobierno de manejar datos confidenciales mientras que un 64 por ciento pone en tela de juicio la competencia del gabinete laborista en general.
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