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Medio siglo de dictadura castrista

  • Ni el derrumbe de la URSS, ni la transformación de China en un socialismo con economía de mercado, ni el paso de hasta diez presidentes en Estados Unidos han logrado poner fin al régimen totalitario de la isla

Sistemas políticos colapsados, presidentes que fueron y se marcharon, guerras y atentados, alianzas rotas y vueltas a rehacer, países reconfigurados... todo esto y mucho más soportó impasible la revolución cubana que, ahora, celebra su primer medio siglo de vida propugnando su continuidad socialista pese a los embates de la historia.

Ya nada es igual a como era aquel 1 de enero de 1959 cuando los combatientes del joven y barbudo Fidel Castro entraron victoriosos en Santiago de Cuba declarando el triunfo de una revolución que aún no había revelado su rumbo y de la que se desconocía la influencia que adquiriría en todo el mundo pese a tener su base en una pequeña isla del Caribe.

En la madrugada del mismo día, el dictador Fulgencio Batista había huido del país, dejando a los rebeldes una isla que los jóvenes pensaban poner patas arriba para crear un sistema que pocos hubieran apostado que, con todo lo que ha llovido en este medio siglo, seguiría teniéndose en pie 50 años más tarde.

Ocho días después, la victoria total: Fidel Castro entra entre vítores en La Habana vestido con el uniforme verde olivo que ya entonces se había convertido en su signo distintivo.

En la foto no estaba su hermano Raúl, el otro constante de la revolución cubana, que se había quedado en Santiago, ni el argentino Ernesto Che Guevara, cuya muerte guerrillera lo convertiría ocho años después en un mito rebelde que perdura aún hoy día.

Muchos, como Huber Matos, aseguran que no era ése el plan cuando tomaron las armas en 1956 tras el desembarco de los 82 guerrilleros liderados por Fidel Castro para derrocar definitivamente a Batista.

La revolución sería proclamada oficialmente dos años más tarde, el 16 de abril de 1961. “Ésta es la revolución socialista y democrática de los humildes”, afirmó Castro, despejando cualquier duda de su progresivo acercamiento a la Unión Soviética.

Un día más tarde, el 17 de abril, la nueva Cuba revolucionaria se preparaba para su primera gran victoria contra Estados Unidos: en menos de 72 horas la isla repelió el desembarco en Playa Girón (Bahía de Cochinos) de 1.500 anticastristas organizados y apoyados por la CIA que fueron apresados casi todos.

Las relaciones con Estados Unidos quedarían ahí selladas para siempre... o al menos durante las siguientes décadas: en enero de 1962, a instancias de Washington, Cuba fue expulsada de la Organización de Estados Americanos (OEA) y, un mes más tarde, el presidente estadounidense John F. Kennedy ordenó el embargo sobre la isla que aún persiste, incluso más reforzado, y que la isla afirma le ha costado en estas décadas casi 100.000 millones de euros de pérdidas.

Y, en octubre de ese mismo año, el mundo asiste con aprensión a la crisis de los misiles, después de que se conociera que la URSS había comenzado a instalar misiles nucleares en la isla apuntando contra Estados Unidos.

La retirada del armamento poco después –sin que se consultara a Cuba– provocó malestar en Fidel Castro, lo que sin embargo no impediría que el bloque soviético se convirtiera en las décadas siguientes en el principal sostén de la isla, hasta su derrumbe en 1989.

La desaparición del bloque soviético sumió a Cuba en una profunda crisis durante los años 90, conocida como el período especial, que, si bien no logró como esperaban muchos de los enemigos de los Castro el fin del régimen de la isla, sí dejó fuertes secuelas. Sobre todo en materia de corrupción y la “doble moral” que aún hoy día las autoridades reconocen como uno de sus principales problemas.

Pero ni el derrumbe de la URSS ni la transformación de China o Vietnam en un socialismo con economía de mercado, ni el paso de hasta diez presidentes en Estados Unidos con diversas políticas contra la isla, ni el alejamiento de numerosos intelectuales de las líneas cubanas, ni tampoco los cientos de miles de cubanos que a lo largo de estas décadas huyeron de un país –hay más de dos millones viviendo en el exterior– lograron que ésta variara un ápice su rumbo.

El 31 de julio de 2006 muchos creyeron que el cambio por fin había llegado: el eterno Fidel Castro anunciaba mediante una proclama la delegación de sus poderes en su hermano Raúl a causa de una enfermedad nunca revelada y que, tras año y medio largo de incertidumbre, lo llevó finalmente en febrero de 2008 a renunciar a la presidencia del país de manera definitiva.

Pero, en lo que a ideología se refiere, Rául Castro ha dejado bien clara su intención de continuar el rumbo socialista delineado por su histórico hermano, cuya presencia –tras casi dos años y medio sin ser visto en público– constituye la mayor incógnita de las celebraciones por el 50 aniversario del triunfo de la revolución que tuvieron ayer lugar en Santiago de Cuba con la presencia de gobiernos amigos como el de Bolivia o Venezuela.

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