Reforma El proyecto del Ministerio de Defensa reducirá el número de oficiales a la mitad

El Ejército ruso, a la deriva

  • La cúpula militar recela de los planes para modernizar las Fuerzas Armadas, un gigante que controla un arsenal desfasado y se basa en tácticas de la era soviética

El Ejército ruso vive días revueltos. Las Fuerzas de Seguridad del que hasta hace poco era uno de los gigantes militares del planeta sufren una reforma radical como la que vivieron por última vez hace ya 150 años. "Necesitamos unidades móviles compactas y eficientes, que puedan actuar de forma independiente", detalla con claridad el jefe del Estado Mayor Nikolai Makarov.

Con unas tropas sobredimensionadas y con un arsenal muy costoso, el Kremlin pretende limitar el número de soldados hasta un millón, recortar las cadenas de mando y modernizar los equipos de combate. Hasta 2012 se deberá reducir a la mitad el número de oficiales, hasta quedar la cifra en 160.000. Pero esos planes generan inquietud entre las tropas. "Muchos se sienten inseguros. No hay una línea ideológica clara", se queja el presidente del comité de Defensa y Seguridad en el Consejo de la Federación (Cámara Alta), Viktor Oserov. Por ejemplo, no está claro en tiempos de crisis de dónde saldrá el dinero para los seguros sociales de los militares destituidos, ni cómo se va a financiar la controvertida reforma.

Muchos altos mandos se quejan en voz bada de que el ministro de Defensa, Anatoli Serdiukov, no sabe, por su condición de civil, cómo manejar el Ejército de toda una potencia mundial. Le acusan incluso de rendirse a la OTAN y a la superpotencia estadounidense. Además, consideran que los planes de reforma representan una muestra de debilidad, y más ahora que Rusia muestra una actitud beligerante con EEUU por los planes de Washington de extender por los antiguos países del Telón de Acero su polémico escudo antimisiles.

A pesar de las exhibiciones de poder de Moscú, para Occidente está claro desde hace tiempo que el Ejército ruso está en decadencia por sus descuidadas técnicas de combate, que se remontan a los gloriosos tiempos soviéticos, y por su herrumbrado arsenal de armas atómicas. Nadie salvo Rusia se toma en serio el envío de la Marina de guerra a los mares mundiales y a los ejercicios en el Caribe, así como las patrullas de bombarderos de largo alcance.

Makarov recalca que Rusia no quiere una nueva carrera armamentista y que está dispuesto a cooperar con la OTAN. Tras las guerras en el Cáucaso (en agosto fue Georgia y hace años Chechenia), Moscú tiene una urgente necesidad de actuar. Sólo una quinta parte de sus unidades están disponibles para misiones de combate inmediatas. La meta es, con una formación sólida y nuevas técnicas, crear "unidades de combate efectivas" que puedan reaccionar a las amenazas de los conflictos regionales o el terrorismo, insiste el jefe del Estado Mayor.

Pero los expertos dudan de que la industria armamentística rusa esté en condiciones de renovar su sistema de armas con fuerzas propias. Una y otra vez se registran retrasos en el desarrollo de nuevos misiles, submarinos atómicos y en el sistema satelital Glonassd. Rusia, hasta ahora orgullosa de sus armas, planea comprar por primera vez desde 1940 técnica militar en el exterior, en concreto aviones de espionaje de Israel, según el diario Kommersant.

Los críticos también censuran que la reforma pueda mandar al olvido a las unidades tradicionales, orgullosas de su título honorífico. La reforma es, además, la despedida al concepto soviético de movilización masiva en caso de emergencia, una receta propia de la Segunda Guerra Mundial.

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