El 12 de octubre para España y Panamá
TRIBUNA
A cuatro siglos del evento, el 12 de octubre de 1892 España eligió su “fiesta nacional” como símbolo del momento cuando “a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos.” Fue el sentido que otorgó el legislador español a la efeméride que destacó sobre otras extraordinarias que jalonaron siglos de la conformación del estado nacional hispánico, hoy amenazado por movimientos de absurda disgregación cuando el continente asolado por las más crueles guerras y tiranías en el siglo XX comprendió que mediante la coalición de sus pueblos en la Unión Europea podrá conservar la prosperidad, la paz, la seguridad y la libertad.
La conmemoración de 522 años de la llegada de los españoles a lo que llamarían después América suscita polémicas y también celebraciones, recordándose gestas destacadas y personajes que participaron de manera singular en la conquista, exploración y colonización del Nuevo Mundo. Se ha exaltado y denigrado, según el caso, el atropellado acontecer de esos años últimos del siglo XV y primeros del XVI cuando se encuentran, con mansedumbre o con violencia, poderosas civilizaciones y otras culturas que habían vivido, hasta entonces, en la ignorancia total de su existencia. Continentes enteros chocan por primera vez y de esta colisión surge un mundo nuevo que llega hasta nuestros días. Fenómeno del pasado que aún algunos tratan de ignorar o de pervertir fabricando leyendas negras o grises parcializadas, herencia de enemigos por siglos del imperio español.
El llamado descubrimiento de América, empresa épica de Cristóbal Colón, abre hace ya cinco siglos un nuevo capítulo de la historia humana. Surge, de este hecho, la virtualidad de la integración plena del hombre al revelarse mutuamente la existencia del último gran continente de la Pangea original que derivó en dirección oeste centenares de millones de años antes, y que pobladores del Viejo Mundo ocuparon desde quizás más de 200 siglos, en migraciones de las cuales se perdió todo recuerdo.
Colón, mucho más que los vikingos que visitaron antes el continente simbolizará, en adelante, el esfuerzo por reencontrarse los hombres de América, de Eurasia y de África y generar una nueva historia, la universal, confluencia de lo que hasta entonces no eran más que historias parciales, que manifestaban el quehacer más relevante y los logros del hombre en diversos estadios de su evolución en cada parte del planeta.
Historia que en adelante fabricarán cada vez más juntos, aunque no lo fuese siempre en armonía o en paz. Historia que hacen desigualmente, en donde ha faltado a menudo la justicia y el respeto, en donde el fuerte dominó imperialmente al débil y se impuso finalmente las formas, las lenguas, las técnicas y los valores de la civilización europea para convertirse simplemente en la cultura internacional presente hoy en todas partes. Pero también es la historia de ricos y variados intercambios biológicos, culturales y humanos entre hombres de tres continentes quienes, desde el viaje de circunnavegación planetaria de Magallanes-Elcano que terminó en 1523, no cesan de comunicar y hasta de unirse en los últimos cinco siglos, a los que se añaden, en el mismo tiempo, los puñados de humanidad de Oceanía.
Hace cinco siglos, en 1501 llegaron a la costa norte del istmo los primeros europeos, españoles bajo el mando de Rodrigo de Bastidas, y Cristóbal Colón la visita en su cuarto y último viaje en 1502. Comienza la colonización hispánica en el litoral del caribe con su capital Santa María la Antigua del Darién. Vasco Núñez de Balboa atraviesa el istmo y descubre para España, la orilla americana del Mar del Sur, el océano Pacífico en 1513, y en 1519 el primer gobernador real, Pedrarias Dávila, funda el sistema de paso entre los mares con sus puertos: Nombre de Dios en el Atlántico y, en el mismo meridiano al sur, Panamá en el Pacífico. Es la nueva capital, hoy ciudad mediana del continente que alberga, en el Gran Panamá Metropolitano, más de 2 millones de almas, la mitad del país.
¿Qué dejó España en América? Un legado de más de tres siglos, mucho mayor que el de otras potencias coloniales, con plantas y animales que cambiaron el inmenso paisaje natural y cultural, decenas de universidades, imprentas, escuelas, hospitales, arquitecturas y artes novedosas, ciencias y tecnologías, derecho romano, legislación, administración pública, cabildos, pueblos, ciudades, puertos, el intenso mestizaje, parroquias, antepasados de nuestros municipios y audiencias reales, marco geográfico de Estados nacionales, el cristianismo y el español, una lengua espléndida ahora universal, presente desde Estados Unidos hasta la Tierra del Fuego, y un largo etcétera. España dejó su marca genética en la mayoría de los habitantes de Hispanoamérica, y también su marca cultural en todos, al menos 450 millones, que irradia al resto del mundo. Herencia española que representa la identidad profunda de Hispanoamérica. Grueso legado que ignora la ideología delirante de la culpa y el arrepentimiento cultivada por ciertos políticos de Europa y América.
¿Qué es España hoy para los hispanoamericanos y, en consecuencia, para los panameños? Un ineludible referente histórico y de un país moderno, aliado entrañable, pero también una ventana más abierta a la Unión Europea, espacio excepcional de civilización, el acceso más fácil a la ciencia y la tecnología más avanzadas, a la educación de alta calidad y a la fuente principal de nuestros valores más preciados: el humanismo, la laicidad, la democracia liberal y la libertad.
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