Mayo Festivo

La quintaesencia de los Patios

  • Las gitanillas, los geranios, los jazmines o los limoneros son plantas comunes a todos los recintos, ya sean de arquitectura antigua o moderna; otros incluyen especies más delicadas como la flor de lis

Entrar a un patio cordobés es como "llegar a un vergel", relata con tono romántico y recreándose en cada palabra Leonor Camorra, la presidenta de la asociación Claveles y Gitanillas y encargada del cuidado del recinto de Juan Tocino, 3. Cuando uno llega a este patio enclavado en las Costanillas, la mirada se vuelve de inmediato hacia la piscina tímidamente resguardaba por unas cuantas macetas y unos cactus de aspecto amenazante. Camorra, sin embargo, se esfuerza por que los ojos de los visitantes se centren en los elementos "indispensables" que debe tener todo patio que presuma de esencia cordobesa.

"Una gitanilla, un geranio y un jazmín son imprescindibles", enumera. En este lugar, de arquitectura moderna, tampoco faltan los claveles, los ficus, las damas de noche, los limoneros y los bonsáis, aunque el orgullo de la casa de Camorra es una robusta palmera en cuyo tronco se han enraizado las gitanillas. "Este es un patio para disfrutar, por eso hay mesas y sillas", dice. La esencia cordobesa del lugar -advierte- está en la galería corrida que recuerda las antiguas casas de vecinos, en el pozo morisco que se acciona con sólo pulsar un interruptor o en la fuente que, aunque de facturación moderna, recuerda los antiguos abrevaderos rurales.

En la otra punta del Casco Histórico, en plena calle San Basilio, el recinto de la Asociación de Amigos de los Patios es la quintaesencia de lo que debe ser un patio cordobés. Los muros, de un blanco impoluto, contrastan con el colorido de las macetas. Su cuidador, Manuel Sánchez, de 94 años, lleva casi dos décadas dedicado a este menester: "Cada día son casi tres horas de trabajo. Hay que regar todas las macetas por la mañana, sobre las 11:00, cuando el sol todavía no pega fuerte", relataba ayer Sánchez, que fue distinguido con una Maceta de Oro por su dedicación desinteresada. Bajo un cielo encapotado, los turistas no dejaban ayer de entrar a este recinto, donde antaño residían 13 familias. Los únicos moradores son ahora los geranios chinos, las calas y las plantas de malvarrosa, últimos vestigios de una forma de vida superada.

A pocos metros, en el número 22 de San Basilio, a Ana de Austria ya no le sorprende que los turistas metan la cabeza por las ventanas y abran las puertas de su casa: "Si pueden, hasta se cuelan", bromea. Desde la otra punta del patio, su marido le pide que ponga a Camarón y La leyenda del tiempo se enreda con el murmullo de los turistas parapetados bajo impermeables. "En septiembre empezamos a poner las plantas, porque son muy pocas las que sobreviven a los meses de calor, y regamos dos veces en semana. Se tarda cuatro horas y luego hay que fregar para recoger las hojas secas", instruye a los visitantes.

Ana de Austria cuida con especial mimo la flor de lis que heredó de su bisabuela y las azucenas, dos especies que no abundan en otros recintos. "No he visitado ningún patio desde los años 70, cuando abrí éste por primera vez", confiesa esta vecina que se ha atrevido a amparar en su casa dos plantas prohibidas, los hortensias y el perejil. "De niña me decían que daban malfario porque si las tenías no se casaban tus hijas. Pero las mías ya tienen marido", bromeaba ayer.

El recorrido por el Alcázar Viejo tampoco debería ignorar el patio de San Basilio, 14, un antiguo inmueble donde hace décadas residían ocho familias. "La vivienda es de cuando los Reyes Católicos estaban por aquí", explicaba ayer un familiar de los propietarios, Manuel Gaviño, a un grupo de turistas. "Llevamos más de cuatro meses plantando macetas, porque con el calor tan fuerte que hizo en verano se habían ido casi todas", detallaba Gaviño. La casa conserva en buen estado la antigua cocina de carbón y el cuarto de pila, que se usaba por turnos.

En el número 2 de la calle Pastora, el secretario de Claveles y Gitanillas, Rafael Barón, también ha recreado en su patio la esencia cordobesa: "En el concurso no debería haber zócalos de azulejo sevillano, suelos de gres ni artificios", dice con convicción. Y la sola idea de encontrarse una flor de plástico en un rincón lo exaspera: "A ese propietario lo descalificaría directamente del concurso. Poner flores de plástico o de tela va en contra de la tradición. No se puede consentir", sostuvo. Su patio -que compite en la categoría de arquitectura moderna- es el único que integra una capilla de todos los que se han presentado al concurso y la Virgen de la Salud cumplirá en los próximos días diez años de su bendición. Barón también se muestra orgullo de sus clematides: "Es la planta más característica que tengo. Hace unos años era única, pero ya me han copiado", distinguió.

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