Mayo Festivo

"Quiero jubilarme a los 105 años, pero si tengo fuerzas igual sigo unos años más"

Rafaela Cruz Gómez transmite alegría, solidaridad, bondad y limpieza de corazón. Ha convertido en arte la labor de vigilar y mantener los servicios de la caseta de la Casa de Sevilla. Rodeada de pañuelos, toallitas, gel y flores, lo mismo baila una rumba que ordena una cola de mujeres camino del urinario. A su alrededor huele a limpio; nada que ver con la imagen habitual de un váter en la Feria. El entorno de Rafaela es de cinco estrellas.

-Usted ya forma parte del paisaje de la Feria. ¿Cuántos años lleva aquí?

-Se cumplen 22 años; empecé en la Feria de la Victoria. Siempre he estado en la Casa de Sevilla.

-¿En qué consiste su trabajo aquí?

-Pues muy sencillo: atender a las señoras para que no se cuelen y que no se peleen. A veces tengo que poner la paz. Pero esto funciona sobre ruedas porque tengo carácter y me temen.

-¿Aparte de a esto, a que se ha dedicado usted a lo largo de su vida?

-Pues a trabajar en mí casa. Mira cómo tengo las manos. Pero ya estoy jubilada; bueno, más que jubilada porque tengo 78 años

-¿Y todavía tiene cuerpo para venir a la Feria?

-Sí, y me encanta porque me tratan muy bien.

-La verdad es que para la gente de la caseta será un privilegio contar con usted. ¿Cuantos años piensa seguir?

-Hasta que cumpla los 105.

-¿Cómo? ¿Y no podría seguir, pongamos, hasta los 120?

-(Risas) No, en principio me quiero jubilar con 105, pero si tengo más fuerza pues sigo unos años más.

-Supongo que en un puesto como el suyo y durante tantos años tendrá muchas anécdotas.

-La verdad es que sí. Recuerdo una vez que se me metieron dos lesbianas juntas y como veía que no salían pues entré, abrí la puerta y me las encontré. No es que yo tenga nada contra los homosexuales, que yo tengo un hijo gay y a mucha honra, y lo pongo en los altares, pero, claro, me extrañó que se metieran en un servicio de la Feria a hacer su amor. También he visto a muchos famosos en la caseta, pero hijo mío no te puedo decir ninguno porque se me ha quedado la mente en blanco. Mira, te voy a decir una cosa, aquí a la caseta han venido orquestas importantes y algunas traen unos tíos que están buenísimos y me sacan a bailar y todo. Me llevan a la pista y me dedican canciones.

-¿Qué siente cuando se va acercando la Feria?

-Pues una ilusión muy grande. Mi hijo llevaba un tiempo diciéndome que lo dejara pero como me ve tan contenta haciendo esto, que me da la vida, pues al final me anima a que venga a la caseta.

-¿En que ha cambiado la Feria en estos 22 años?

-La Feria de la Victoria era más recogida, pero la verdad es que ésta me gusta más. La gente tiene ahora más dinero que antes, aunque aquí en la Casa de Sevilla es gente pudiente desde siempre. Aquí vienen empresarios, toreros, abogados. Aquí viene lo más guay. Por eso me gustaría que la Feria durase por lo menos un mes.

-Supongo que aquí en la cola le contarán muchas cosas. ¿Qué se cuece en la Feria?

-De todo me cuentan, y yo también cuento, pero con alegría, esto es como un confesionario de alegría. Porque para mí todas las personas son iguales. En estos servicios puede entrar todo el mundo y se atiende desde a las rumanas que vienen con los niños hasta a los más ricos.

-¿Cuantas horas pasa aquí?

-Cada día llegó a las 11:00 y me voy a las 06:00. Sólo paro dos horas, me voy a casa, descanso, me ducho, me pinto y otra vez a la Feria.

-¿Se estira el personal con las propinas en plena crisis?

-Sí, se portan muy bien, pero no te creas, que yo no pido nada. Porque yo, aunque tengo nada más que una pensión de 497,2 euros, entiendo esto como una ayuda que, además, me sirve para hacer un donativo, pues reparto lo que gano.

-¿Y a quién le hace el donativo?

-A las monjitas de la Cruz, que me han ayudado mucho cuando me ha hecho falta.

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