Cultura

Vida de ministriles

  • La doctora e investigadora Clara Bejarano publica un estudio sobre los principales protagonistas de la intensa vida musical de la Sevilla del Siglo de Oro.

El mercado de la música en la Sevilla del Siglo de Oro. Clara Bejarano Pellicer. Universidad de Sevilla-Fundación Focus Abengoa. Sevilla, 2013. 612 páginas. 30 euros.

"Los ministriles llevaban el peso de la vida musical de la ciudad". A esta conclusión ha llegado Clara Bejarano (Sevilla, 1983) después de una investigación de años, cuyos primeros resultados, fruto de su tesis que en 2011 recibió el Premio Focus Abengoa a la Mejor Tesis Doctoral sobre tema sevillano, acaba de publicar la Universidad de Sevilla. Bejarano es, además de doctora en Historia, músico, una doble condición que la llevó a profundizar en el tema: "La de la musicología urbana es una corriente que no he inventado yo. Pero en España no está muy desarrollada, sobre todo si tomamos como referencia a los músicos anónimos, a los intérpretes. No hablamos ya de compositores, de grandes figuras de la música, que en esa época podían ser también los organistas, que son quienes han pasado a la historia con sus nombres y apellidos. Yo quería centrarme en esa faceta de la historia social en la que se ha trabajado poco, la de los individuos anónimos". Aunque dedicada a la realidad sevillana, su tesis la considera extrapolable al resto de España: "Tengo fundadas razones para pensar que en cualquier sitio, en la medida de sus posibilidades económicas, se aplicarían los patrones que funcionaban en Sevilla, porque formaban parte de la mentalidad del antiguo régimen, que se desarrolla en esta época y en la que el honor social, el prestigio de las corporaciones, como instituciones dentro de la sociedad, era importantísimo. Dentro del contexto contrarreformista, la exteriorización del honor social y de la devoción religiosa es fundamental".

Los ministriles se alzan como grandes protagonistas de este estudio, que abarca aproximadamente el período comprendido entre 1550 y 1650. "Los ministriles dominan la documentación a nivel global de la ciudad. En la Catedral quizá no gozaban de ese protagonismo, pero cuando uno contrasta la documentación de todas las instituciones y la narrativa se da cuenta de que los ministriles eran quienes llevaban el peso de la vida musical, porque atendían la demanda social de todas las corporaciones. Tenían actividades profesionales dentro y fuera de las capillas eclesiásticas". Y esto es así porque "eran la opción más barata. Antes que contratar a una capilla completa las corporaciones preferían contratar los servicios de una copia de ministriles, es decir de una compañía de entre cuatro y diez instrumentistas, que podía interpretar la misma música que una capilla. Lo que de los ministriles interesa a las instituciones es su versatilidad, su capacidad de adaptarse a todos los ambientes, de interpretar tanto música religiosa como profana, de hacer combinaciones instrumentales insólitas, según las necesidades y la disponibilidad".

Clara Bejarano adelanta un primer perfil social de estos músicos: "Son seglares, es decir, están casados y tienen sus familias; no necesariamente proceden de familia musical, lo que significa que la música empieza a ser considerada en la época una opción interesante como salida profesional; sorprendentemente, están muy formados con respecto al resto de la sociedad, todos saben firmar con soltura, así que podríamos pensar que saben leer y que algunos podrían saber escribir con mucha soltura; todos tienen una formación musical práctica, se han formado en talleres artesanales, no constituían gremios, pero mantenían una relación corporativa equivalente; eran muy ágiles a la hora de encontrar opciones de negocio, es decir, tenían mucha iniciativa empresarial; parece que tenían muchos lazos entre sí, conocían a todos los músicos de la ciudad y de sus inmediaciones, tenían grandes contactos profesionales; económicamente, los encontramos de todos los niveles, los músicos nunca estuvieron demasiado bien retribuidos, pero hubo algunos que vivieron cómodamente e incluso pudieron asumir otras actividades económicas que exigían una inversión, aunque por supuesto hay también muchos casos de endeudamientos y de problemas económicos serios".

Pero además de los instrumentistas adscritos a las capillas, Bejarano ha documentado la existencia de músicos libres, autónomos, a los que llama extravagantes: "Esta es la aportación fundamental de este libro: el rescate del olvido de los nombres de muchos individuos que abastecieron a Sevilla y a muchas otras áreas cercanas de servicios musicales y que nunca pasaron a la historia. Muchos de estos extravagantes tienen una relación muy estrecha con los músicos de las capillas, con la élite musical, con los músicos mejor asentados en el circuito sevillano. Ellos son los que les proporcionan a los extravagantes la cobertura institucional, los contactos profesionales para poder desarrollar su actividad. La documentación notarial revela que estaban muy organizados entre sí. Cuando formaban sus propias compañías lo hacían ante notario, con unas características muy definidas, muy detalladas, con cobertura social, es decir, con una protección que se dispensaban entre sí, en el estilo de los gremios, pero a la vez desarrollaban una actividad económica de carácter precapitalista, o sea, muy alejada del mundo gremial que funcionaba para otros oficios. Pienso que esto es así porque la música no se concebía como un oficio manual, sino como un arte". Una conclusión que chocará a muchos, pero que Bejarano defiende: "Mi esperanza es poder ir definiendo esas diferencias entre los gremios artesanales y el oficio de la música como un oficio de carácter más bien liberal, artístico".

La idea de la brusca decadencia de la música española en el siglo XVII no se compadece con la documentación: "Las primeras décadas del XVII son justo las de mayor efervescencia musical. Es el momento en que las estructuras se han consolidado, la sociedad ha madurado una necesidad de música que se puede ver a todos los niveles. Otra cosa será a partir de la peste de mediados de siglo, cuando los recursos merman, aunque la mentalidad solo cambia poco a poco, por lo que pasado el primer impacto hay incluso una recuperación". Aunque le resulta tentador avanzar en el tiempo para ver cómo evoluciona la situación de las instituciones que ocupan su estudio, de momento Clara Bejarano seguirá profundizando en el mismo período histórico: "El próximo libro será sobre el sonido de las campanas, de los relojes, todo ese universo cercano al mundo musical que completa el paisaje sonoro urbano, y sobre los profesionales que se dedicaron a ello". Y aclara sobre su obra recién publicada: "Para leer este libro no hace falta tener ningún conocimiento de música a nivel técnico. Es una historia social, que trata la música como una actividad económica. Es un libro que no se ocupa de la estética ni del arte en sí, sino que nos acerca a los instrumentistas, a esos individuos que se ganaban la vida haciendo lo que sabían hacer, música".

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