Las canciones del verano de 1968

El tiempo que sucedió a una mítica primavera

  • Éstas fueron las canciones más escuchadas y bailadas hace cincuenta años, en el verano del convulso 1968.

The Rolling Stones en 1968

The Rolling Stones en 1968 / Michael Cooper

Keith Richard escribió en su autobiografía que Jumpin' Jack Flash es una mezcla del rock and roll convencional con extraños ecos de una música arcaica, más que antigua, con acordes que solo pueden oírse en los cantos gregorianos y árabes. Puede que ese día estuviese más fumado que de costumbre pero en realidad la canción es una muestra de cómo este año de 1968 la música comenzó un profundo cambio interno. Si los cuatro veranos anteriores habían visto a los Beatles en la cima del éxito, en el de este año tuvimos de ellos más noticias personales que musicales y todos sabemos que la culpa de todo la tuvo Yoko Ono, incluso de que Paul se separase de su eterna novia Jane Asher. Ocupados en reencontrar su paz espiritual meditando en la India, sin dejar de lado los negocios terrenales creando la compañía de Apple, hasta finales de septiembre no dieron señales de vida con Hey Jude, lo que permitió que sus grandes competidores, los Rolling Stones, que tampoco estaban teniendo un año muy bueno, les adelantasen a toda velocidad con el segundo Satisfaction de su historia, tanto por el éxito como por el estilo de la canción. El flash del sol del verano no fue tan cegador como el del Jumpin' Jack Flash stoniano.

El rock se masificó y era ya un fenómeno extendido a millones de jóvenes de todo el mundo, aunque en España el ministro Manuel Fraga mantenía cerradas a cal y canto las puertas por las que debía entrar el vanguardismo cultural que asentaba las normas estructurales del futuro de la música. Nuestra industria musical no se rendiría a lo que llegase desde fuera porque su ombligo brillaba tanto que no podía dejar de mirárselo: apenas un mes antes Massiel había derrotado a todos los pretenciosos cantantes del resto de Europa en el Festival de Eurovisión, aportando unas inimaginables cotas de prestigio nacional y político. La, la, la fue la canción que marcó el inicio del verano en España, hasta ser desbancada por Tom Jones, que con su Delilah fue el rey de las pistas de baile y las listas de éxitos hasta bien comenzado el otoño.

No había demasiadas trabas sociales a la hora de elevar a los altares piezas musicales que en realidad socavaban los valores morales de la audiencia.

Cuando el Tigre de Gales comenzó a rugir en nuestro país, en el resto del mundo occidental estaba más que amortizada su canción, que ahora sería tan políticamente incorrecta, sobre el crimen de género que su protagonista perpetra sobre su amante, Delilah, cuando ésta le engaña con otro. No había demasiadas trabas sociales a la hora de elevar a los altares piezas musicales que en realidad socavaban los valores morales de la audiencia, sobre todo si observamos que la canción que cogió el relevo de Delilah para inaugurar como número uno las listas veraniegas de toda Europa y América fue Young girl, la balada de Gary Puckett que nos mostraba la lucha interna de su protagonista por reprimir sus oscuros deseos pedófilos hacia una chica demasiado joven en la que apreciaba los encantos de una mujer.

Una canción que alcanzó el éxito veraniego por casualidad fue Baby come back. Los Equals la lanzaron dos años antes como cara B de uno de sus singles, pero un avispado ejecutivo discográfico alemán la reeditó en su país al principio de 1968 colocándola en la cara A; el resultado fue que la canción comenzó a venderse por millones en todos los países europeos sobre los que Fraga no tenía jurisdicción, una vez que la gente comenzó a dejarse acariciar por la brisa caribeña que tan soportable hace el calor estival; no en vano los dos principales miembros de la banda eran de la Guayana Británica. Y si esta canción invitaba al tranquilo arrullo en la hamaca a la sombrita, el otro gran éxito del verano hacía justo lo contrario, impulsarnos a saltar fuera de ella y ponernos a danzar, porque Mony Mony fue la canción que más se bailó en todo el mundo durante este verano del 68. Cuando Tommy James la componía y estaba atascado en un estribillo que fuese facilón y pegadizo se asomó a la ventana viendo el edificio de la compañía de seguros Mutual Of New York, que hacía relucir en la oscuridad sus enormes iniciales de M.O.N.Y. y la inspiración le golpeó. Si Tommy hubiese mirado por una ventana diferente quizás la canción podría haber sido Honda Honda o PanAm PanAm.

La canción de 'Mrs. Robinson' solo era un esbozo de Paul Simon que no se hubiese editado de no habérsela pedido el director de 'El graduado'.

El caso contrario al del martirizado pederasta de Young girl fue el de la célebre asalta cunas que sedujo al recién licenciado Dustin Hoffman, a la que Simon & Garfunkel introdujeron en las casas de todo el mundo durante ese verano: Mrs. Robinson. Siempre estaremos en deuda con Mike Nichols, el director que quería que en su película El graduado apareciese una canción inédita del dúo además de las otras tres incluidas. Por eso presionó a Paul Simon para que le diese forma a una que tenía esbozada, sin pensar en publicarla nunca, y éste convirtió en la joya que todos conocemos y celebramos.

Para reflejar un verano caluroso no hay mejor canción que Fire, la que Arthur Brown nos brindó como pieza central del álbum conceptual en el que se enfrentaba a sus demonios flamígeros: "Soy el dios del fuego del infierno y te traigo… ¡fuego!". Arthur la recreaba en sus conciertos ataviado con un sombrero en llamas, lo que unido a pinturas de guerra en caras e instrumentos y largas túnicas demasiado inflamables, dio lugar varias veces a que los espectadores sintieran sus cuerpos expuestos a temperaturas superiores a las de un verano común. 

Los Bee Gees ya habían logrado triunfar antes de que su despreocupada forma de cantar y sus lujosos y elegantes ritmos urbanos llenaran hasta la bola las discotecas del mundo entero, en las que por mucho cuerpo sudoroso que hubiese en la pista siempre olía a colonia. Y el punto culminante de su triunfo anterior al  respaldo de los bailes de Tony Manero lo tuvieron precisamente en el verano de 1968 con su I've gottta get a message to you, un melodrama en forma de canción en el que nos contaban como un preso al que iban a ejecutar le pedía al capellán que se dejase de rezos y escuchase lo que tenía que transmitirle para su afligida esposa.

Los meses siguientes de este mismo año nos trajeron grandes canciones de Jimi Hendrix, Cream, Joe Cocker, los Who; más todo el 'Doble Blanco' de los Beatles y el 'Beggar’s banquet' de los Stones.

Como podemos apreciar por la relación de canciones que llevamos efectuada, el verano del 68 se mantuvo bastante ajeno al peso específico y a las ilimitadas estructuras que fue alcanzando el pop en los meses siguientes de este mismo año, que nos trajo grandes canciones de Jimi Hendrix, Cream, Joe Cocker, los Who, todo el Doble Blanco de los Beatles, el Beggar's banquet de los Stones… los jóvenes de todo el mundo se habían abandonado a la molicie y al descanso de tanta intensidad vital como habían pasado durante la primavera con los sucesos de París, Praga, Memphis, Saigón.

Para redondear en diez las canciones más escuchadas de este caluroso periodo elegimos I say a little prayer, con la que Aretha Franklin quiso acallar a los que la tenían por cantante asalvajada, que podía sacar adelante las piezas de soul  con su poderosa garganta, pero que no sería capaz de enfrentarse a una balada en la que imperase la sensibilidad. El resultado fue tan exquisito que hasta el propio autor de la canción, Burt Bacharach, reconoció que su interpretación superaba a la original de Dionne Warwick, la diva a la que nadie osaba discutir su calidad.

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