Paul McCartney cumple 80 años

  • El fundador de The Beatles sopla este sábado ochenta velas convertido en leyenda y a la vez en activo, en plena gira y con un repertorio en su haber sin mucho parangón en la historia de la música

Algunas canciones tontas de amor

Paul McCartney (Liverpool, 1942), al bajo, en un reciente concierto de su gira 'Got Back'. Paul McCartney (Liverpool, 1942), al bajo, en un reciente concierto de su gira 'Got Back'.

Paul McCartney (Liverpool, 1942), al bajo, en un reciente concierto de su gira 'Got Back'. / MPL Communications

Escrito por

· Pablo Bujalance

Redactor

Era un Paul McCartney de 15 años el que trasteaba el piano vertical de su padre Jim en el salón de su casa de Liverpool y el que, en el juego de aquella tarde de 1957, terminó componiendo When I’m Sixty-Four (bautizada originalmente como When I was about Fifteen). Aquella composición terminó formando parte diez años después del álbum de The Beatles Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y es muy probable que a usted, lector, le haya venido a la cabeza la melodía del tema al leer aquí su título. Esta breve cronología basta para reconocer en McCartney al único compositor que alumbró canciones conocidas internacionalmente en los años 50 y que sigue alumbrándolas en los años 20 del siglo XXI. En muchos sentidos es nuestro hombre un caso único: es posible hablar de él como el músico más reconocido de la historia del rock, el artista británico más influyente desde William Shakespeare, el ídolo capaz de pulverizar listas de ventas con distintas formaciones y en solitario y un creador singularmente hábil a la hora de reinventarse y resurgir de las cenizas. Pero, por encima de cualquier otra consideración, cabe ver en Paul McCartney al autor de las músicas que más han calado en personas de todo el mundo, que más han acompañado a gentes de cualquier latitud, incluso cuando esas mismas gentes han podido desconocer la existencia de un tal Paul McCartney. 

McCartney, en una imagen de su retiro escocés a finales de los 60, junto a su perra Martha. McCartney, en una imagen de su retiro escocés a finales de los 60, junto a su perra Martha.

McCartney, en una imagen de su retiro escocés a finales de los 60, junto a su perra Martha.

Al misionero y cooperante Vicente Ferrer le gustaba contar esta anécdota: a comienzos de los años 70, cuando acababa de crear su fundación y trabajaba en Anantapur, el religioso encontró tirado en un descampado a un niño enfermo que había sido abandonado por su familia. El pequeño agonizaba cubierto de barro, así que Ferrer lo recogió y lo limpió, pero apenas unos minutos después el chico murió en sus brazos. Ferrer rompió a llorar y se disponía a maldecir a Dios a voz en grito y abandonar allí mismo su misión en India cuando pasó un coche por el descampado. El conductor llevaba las ventanillas bajadas y desde el interior del vehículo sonaba Let it be. Era la primera vez que Ferrer escuchaba aquella canción: “Habrá una respuesta / Déjalo estar”. Ni siquiera reconoció a The Beatles. “A veces, la palabra de Dios llega de la manera más inesperada”, afirmaba Ferrer, quien se tragó su maldición y decidió quedarse en Anantapur. No es ni mucho menos gratuito el reconocimiento de una canción como Let it be como palabra de Dios, pero, si de lanzar un órdago al Altísimo se trata, Sir Paul McCartney cumple este sábado 18 de junio 80 años convertido en leyenda y, a la vez, en activo: su gira Got Back Tour terminará (de momento) el próximo día 25 en el Festival de Glastonbury, donde McCartney es cabeza de cartel, tras un periplo de varios meses en Norteamérica. Eso sí, los fans esperan el anuncio de próximas fechas en Europa para compensar la cancelación de la gira anterior, The Freshen Up Tour, a cuenta de la pandemia. 

En plena gira, McCartney llegará la semana que viene como cabeza de cartel al Festival de Glastonbury

Tras la aparición en diciembre de su álbum McCartney III, en el que el músico tocaba todos los instrumentos en una producción analógica y casera y daba cuenta de su buen estado tanto de salud como de inspiración, el último lanzamiento de Paul McCartney llegó el año pasado en forma de libro, Letras (publicado en España por Ediciones La Cúpula), un volumen en el que, con la colaboración del periodista Paul Maldoon, el artista trazaba una suerte de autobiografía fragmentada a través de los versos de una amplia selección de canciones de todas sus épocas. En estas páginas, McCartney escribía: “No es exactamente que The Beatles se hayan terminado. No es como si fuéramos una pequeña banda que nunca sacó otro disco; aunque la mitad de nosotros haya muerto, el fenómeno continúa más fuerte que nunca. Todo lo que hago parece tener la pátina Beatle, y siempre hay una especie de eco que proviene de esa cámara. (…) Puede que haya quien vea esto como una carga (…), pero a mí me hace muy feliz porque creo que lo que logramos fue algo importante y estoy muy orgulloso de ello”. Resultaría inútil, además de imposible, resumir aquí todo lo que lograron John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr con sus canciones, aunque no está de más recordar que Gorbachov atribuyó al cuarteto la responsabilidad última del fin de la URSS y la Guerra Fría por encima de la CIA y el Vaticano. Pero sí que pueden darse por buenas dos apreciaciones que hace McCartney. 

Junto a John Lennon, Ringo Starr y George Harrison: The Beatles. Junto a John Lennon, Ringo Starr y George Harrison: The Beatles.

Junto a John Lennon, Ringo Starr y George Harrison: The Beatles.

La primera es la que tiene que ver con la vigencia del fenómeno, muy a pesar de la temprana muerte de John Lennon en aquel crimen que conmocionó al mundo: el recopilatorio 1 fue el disco más vendido en la primera década del presente siglo, y cada reedición del catálogo de The Beatles tiene una traducción directa en las listas de ventas. Su influencia ha sido notoria en el panorama musical de cada década desde 1963 y continúa sirviendo de materia prima a algunas de las propuestas sonoras más prometedoras del presente. La segunda es la que advierte una continuidad del legado Beatle en todo lo que ha hecho Paul McCartney desde su primer álbum en solitario (McCartney, de 1970), en el asombroso despliegue melódico pero, más aún, el empeño en aunar lo más complejo y lo más sencillo, lo más vanguardista y lo más popular, Carl Perkins y Stockhausen, Chuck Berry y Luciano Berio. Cuando el compositor rumano György Ligeti pudo escuchar en París A Day in the Life de The Beatles, afirmó: “Es la primera música verdaderamente moderna que llega a mis oídos”. Desde 1970, esta misma modernidad es la que ha guiado, con mayor o menor fortuna, a Paul McCartney.

El empeño en unir lo más vanguardista y lo más popular ha marcado la carrera del músico desde The Beatles

Así fue en el citado McCartney, que con su carácter fragmentado amplió la intuición calibrada por el músico en el Abbey Road de The Beatles; y muy especialmente en Ram (1971), donde McCartney volvía a colaborar con el productor de los Fab Four, George Martin, y donde bordó una obra incomprendida y rechazada en su tiempo pero reivindicada desde los años 90 por no pocos gurús de la contemporaneidad. En el mismo 1971 decidió salir al paso de quienes le acusaban (John Lennon entre ellos) de ser un narcisista incapaz de trabajar en equipo con la formación de Wings,  junto al guitarrista Denny Laine y su mujer Linda McCartney como eje estable además de una amplia nómina de músicos colosales con los que facturó álbumes de gran calibre como Venus and Mars (1972) o Band on the run (1973), además de himnos como Live and Let Die, con el que puso música para siempre al personaje de James Bond; o Mull of Kintyre, con el que la banda logró en 1978 uno de los mayores éxitos discográficos de la década. En 1976, en respuesta a quienes le tachaban (con Lennon, de nuevo, como uno de sus principales detractores) de ser un compositor de canciones tontas de amor, McCartney alumbró para Wings otro de sus grandes pelotazos, Silly love songs, en el que además perdía definitivamente los complejos que arrastraba como bajista desde The Beatles. Sin demasiados acercamientos, Lennon y McCartney parecían dispuestos a recomponer su relación cuando Mark David Chapman asesinó al primero a tiros en la puerta del edificio Dakota.

En un concierto de la época de Wings, a mediados de los 70. En un concierto de la época de Wings, a mediados de los 70.

En un concierto de la época de Wings, a mediados de los 70. / MPL Communications

En aquel 1980 McCartney había publicado su primer álbum sin Wings, McCartney II, en el que, al igual que en su predecesor y en el McCartney III de 2020, tocaba todos los instrumentos en una producción casera de gran audacia sonora, con los loops marca de la casa. Su carrera en solitario continuó en los 80 y 90 con sonoros altibajos creativos, periódicos retiros del escenario y alianzas artísticas con músicos como Michael Jackson, David Gilmour, Eric Stewart y Elvis Costello. La recuperación definitiva llegó en 2005 con el espléndido Chaos and creation in the backyard, producido por Nigel Godrich; desde entonces, con una banda bien consolidada para las sucesivas giras, y con otras obras maestras como Memory almost full (2007), Kisses on the bottom (2012), New (2014) y Egypt Station (2018), Paul McCartney ha firmado una de las aventuras musicales más coherentes, atrevidas y significativas del siglo XXI. Lo mejor de todo es que a McCartney todavía le quedan en la recámara un buen puñado de canciones tontas de amor. Las esperamos.   

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