Icónica Sevilla Fest

Patti Smith: la música misma

  • La veterana cantante retuvo a los más de 3.000 espectadores que acudieron a la Plaza de España bajo su hechizo, manteniéndolos unidos a todos con el poder del punk y la poesía

Patti Smith en la Plaza de España

Patti Smith en la Plaza de España / Juan Carlos Vázquez

Con 75 años a sus espaldas tiene la voz más poderosa que nunca. El tiempo impone limitaciones físicas, por supuesto, pero con un control vocal impresionante fue capaz de sostener notas largas y resonantes sin vacilar siquiera, como si estuviese poseída por el significado de cada palabra. Patti Smith anoche en la Plaza de España no fue solo una intérprete haciendo música, ella era la música misma. Con ella en el escenario sentimos el poder, sentimos la alegría de estar vivos; con ella allí no solo presenciamos la historia, también la experimentamos. Patti Smith nos retuvo bajo su hechizo, manteniéndonos unidos a todos con el poder eterno e intangible del punk y la poesía.

Unos 3.300 espectadores se reunieron anoche en Icónica Sevilla Fest para asistir al concierto de una de las estrellas que más honor hacen al nombre de este festival: icónica. Patti Smith interpretó con su banda una cadena de canciones emblemáticas, Because the Night, Ghost Dance, Dancing Barefoot, Nine, Pissing in a River, como si hubieran sido escritas el año pasado; invocó un mundo de poetas románticos e íconos de la contracultura, rindiendo homenaje a través de la música y la poesía a algunos amigos, influencias y colaboradores famosos: a Allen Ginsberg, en el 25 aniversario de su muerte, devorando y escupiendo cada palabra de los versos de Footnote to howl en medio de un silencio escalofriante; a Bob Dylan y a Neil Young, con versiones de The Wicked Messenger y After the Gold Rush profundamente personales pero fieles a los estilos vocales de los originales. La sentimos íntima, a pesar de los gritos y cantos a coro que propiciaba en los espectadores; sobre todo en esta plegaria de Young sobre el maltrato a la madre naturaleza, que Patti entonó a solas con Tony Shanahan en una de las veces en que este se sentó al piano, después de decirnos que la canción ahora mismo tenía más actualidad que cuando se compuso en los primeros años 70.

A la altura de ella estuvieron los músicos que la acompañaban, una de las formaciones más sólidas y equilibradas que han pasado últimamente por nuestra ciudad. El elegante Seth Bradford, que mostró una fuerte presencia en los firmes apoyos rítmicos con su sencilla batería, extrayéndole, así y todo, muchas veces, una musicalidad tan sutil que apenas se notaba. El bajista Tony Shanahan se sumergió descaradamente en su Fender Precision, alternando líneas de melodía principal y riffs sustanciosos. El más joven de todos era Jackson, el hijo de Patti y Fred Sonic Smith -al que ella recordó en la canción que habla de que la noche pertenece a los amantes-, con una guitarra suavemente melodiosa y una gran técnica para los riffs, que agregó emociones adicionales al compacto trabajo en equipo; en Beneath the Southern Cross entabló una batalla instrumental épica con Tony mientras Patti se retiraba discretamente dándoles espacio para que sus cuerdas lanzasen notas que ya arrojasen antes Hendrix -3rd Stone from the Sun- y los Beatles -Within You, Without You-; la nitidez del sonido ponía de manifiesto que cada instrumento funcionaba a la perfección. Que al punk no le importa la técnica es una idea obsoleta, estos músicos mostraron las obras maestras instrumentales que pueden conseguir respaldados por su amplia experiencia.

Patti Smith Patti Smith

Patti Smith / Juan Carlos Vázquez

Desde el inicio con Redondo Beach fuimos testigos de su apogeo; Patti Smith, un ángel con el cabello que los años albearon, cuando siempre fue lo contrario al rubio manzana de la chica de la canción, agradecida por estar aquí esta noche. Cantando todo saldrá bien, nos dijo en la letra de Grateful, la elegía que compuso para Jerry García cuando se enteró de su muerte. Aquí servía para celebrar la vida. Patti subrayó la inevitabilidad de la pérdida y el alivio, por temporal que sea, para aquellos de nosotros que somos lo suficientemente afortunados no solo de seguir en pie, sino de reunirnos con tantos amigos, con los que sienten como nosotros y comparten nuestros intereses, cada uno como parte de las historias de los demás, incluso si aún no sabemos exactamente cómo estamos conectados, en una hermosa noche del inicio del otoño. Subió el ritmo con The Wicked Messenger, su voz ganando emoción a medida que avanzaba, cantada con rabia, con gritos desgarrados, con la frustración que generan los comunicadores actuales, para los que parece que Dylan escribió esta letra en 1967, en el disco con el que yo comencé a amarle: si no puedes traer buenas noticias, entonces no traigas ninguna.

Santo, santo, santo, santo, santo, el mundo es santo, el alma es santa, la piel es santa, la lengua, la polla, la mano, el culo, todo es santo; nunca se invocó la santidad con voz tan poco armoniosa, pero embriagada del soplo, también santo, pleno de amor y ternura del recuerdo de su amigo Allen. A otro poeta, William Blake, no lo conoció, pero sus textos calaron en ella tan profundamente como para escribir a su vez la siguiente canción que interpretó, My Blakean Year, lúcida diciéndonos que la alegría vencerá a cualquier desesperación. A pesar de todo, los últimos acontecimientos electorales, el devenir de la sociedad, la tendencia es al pesimismo, al que ella misma no es ajena; ¿sería por eso por lo que Patti, después de una larga y furiosa diatriba, comenzó la siguiente canción, Ghost Dance, saltándose las primeras líneas: volveremos a vivir, vamos a vivir…? La noche estaba preñada de recuerdos; para Jack Sparrow fue Nine, equívoca en su letra, esta no era noche de un nueve, sino de más de un diez, once, doce y lo mejor todavía estaba por llegar.

Patti Smith Patti Smith

Patti Smith / Juan Carlos Vázquez

Dancing Barefoot, cósmica, parecía hecha para que nos la apropiásemos todos los que estábamos con Patti: ella es una bendición, somos adictos a ella; ¿quién, en todo el recinto, no estaba enamorado de ella? Con Beneath the Southern Cross, nos presentó a los músicos y les dejó solos, ella tenía otras cosas más prosaicas que hacer mientras nos entretenían la espera con una versión bastante prescindible del Stone Free hendrixiano, en la que yo aproveché para hacer lo mismo que ella; la ingesta de cerveza se dejaba notar y también convenía airear los sentimientos, demasiado oprimidos, con un paseíto. Con la vuelta de ella volvieron también las remembranzas, a Neil Young, a su añorado Fred; en medio de ellas, alabanzas a Sevilla, a su paisaje, su arquitectura, su arte, y a los que vivimos aquí, antes de Pissing in a river, la canción que comenzó la descarga de adrenalina con la que nos traspasó el alma. Mis ojos se llenaron de lágrimas, tengo que confesarlo, cuando vi la misma intensidad en la sonrisa de ella mirando a su hijo con orgullo mientras hacía el solo de guitarra sin aparente esfuerzo, que la que intuyo que tengo yo mirando a mis nietas. Y se transformó en la diosa de la agitación y siguió sorprendiéndonos a todos en nuestros puntos de ebullición; el gato mimoso de la lujuriosa Because the night se convirtió en un tigre rugiente.

El arma de nuestra generación, la que nunca mata ni se queda sin munición, la guitarra eléctrica. Con ella antes de arrancarle las cuerdas o sin ella ahora, Patti Smith arrastraba las palabras, rugía; en las postrimerías del concierto exaltó la Gloria, con una mezcla cautivadora de energía frenética y sensibilidad apasionada, de humor seco e ira justificada. Estábamos de vuelta en los años 70, cuando los gritos de libertad y paz parecían tener un verdadero significado; en la despedida, People Have the Power; nosotros tenemos el poder ante la miseria política que enfrenta actualmente el mundo. Y nos sumergimos en su eterno carisma. Because the night belongs to Patti lovers.

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