Sonidos negros | Crítica

Ébano y marfil

  • Meira Goldberg analiza, con notable erudición, cómo se inscribe la política de la negritud en el flamenco

Juana la Macarrona por Alfonso Grosso.

Juana la Macarrona por Alfonso Grosso. / Colección particular

Goldberg ha investigado, con un notable aparato de erudición, la presencia del elemento negro en el flamenco. Goldberg parte de la famosa frase que Lorca atribuye a Manuel Torre de que "todo lo que tiene sonidos negros tiene duende" que asume, también, de una forma literal, y racial. Nosotros estamos más cerca de la teoría de Gamboa, aún más literal, según la cual los sonidos negros a que se refería el cantaor jerezano eran las teclas negras del piano, los bemoles. Pero qué duda cabe que la presencia negra en el flamenco es abrumadora, como demostró Navarro García en Semillas de ébano. Este libro se divide en dos partes: la primera se centra en la llegada de la negritud a la danza y la música española a través del fandango indiano. La segunda aborda tres elementos claves en la historia del flamenco: la obra El Tío Caniyitas (1849) de José Sanz Pérez y Mariano Soriano Fuertes, que Goldberg interpreta en relación con La cabaña del Tío Tom (1852) de Beecher Stowe, la figura del Negro Meric, protagonista de una de las primeras películas flamencas de la historia, y la negritud en los brazos y la cara, en el cuerpo entero de Juana Vargas La Macarrona, sin duda la bailaora más famosa de la etapa de los Cafés Cantantes.

Portada del libro de Meira Goldberg. Portada del libro de Meira Goldberg.

Portada del libro de Meira Goldberg.

Goldberg hace una interpretación de la negritud en el flamenco en términos de las actuales teorías raciales de su país. Señala la autora, en este sentido, que "el flamenco representa los intentos de España por recuperar su estatura perdida entre los naciones europeas —su blancura— al encarnar su negrura". La afirmación no deja de ser sorprendente en un país que jamás ha tenido una identificación oficial con el arte jondo que, hasta hoy mismo, está completamente ausente de sus instituciones culturales: conservatorios, universidades, museos, academias, etc. Así que no sabemos qué representa exactamente esa España a la que se refiere Goldberg (quizá sea un deseo más que una realidad) que señala que no le interesan tanto los elementos musicales, coreográficos o literarios negros, que los hay en abundancia en lo jondo, como de nuevo pone de manifiesto esta obra, como una interpretación de la negritud del flamenco en la línea de la obra Jugando en la oscuridad de Toni Morrison.

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