Los Medina | Crítica

Una saga de ministriles

  • Clara Bejarano sigue las vidas, aventuras y negocios de una ilustre familia de instrumentistas sevillanos

Bronce de Bartolomé Morel para el facistol de la catedral de Sevilla (1565)

Bronce de Bartolomé Morel para el facistol de la catedral de Sevilla (1565) / D. S.

La publicación en 2013 de su tesis doctoral (El mercado de la música en la Sevilla del Siglo de Oro) supuso un auténtico aldabonazo que sirvió para redimensionar el papel de los ministriles en la Sevilla del Siglo de Oro. Su segunda monografía la dedicó a los sonidos cotidianos de la urbe en los siglos XVI a XVIII (Los sonidos de la ciudad. El paisaje sonoro de Sevilla, siglos XVI al XVIII). Clara Bejarano vuelve ahora para centrar el foco de su estudio en una familia, los Medina, que habitaron en la Sevilla de finales del siglo XVI y principios del XVII.

De procedencia seguramente castellana, Jerónimo de Medina (nacido en una fecha inconcreta anterior a 1546) ingresó como sacabuche en la capilla de la catedral sevillana en 1565, siendo el peor pagado de los seis ministriles de la plantilla. Tirando sobre todo de las actas capitulares y de los documentos notariales, Clara Bejarano va siguiendo el ascenso social y profesional de Jerónimo de Medina y de su primogénito Juan de Medina, quien trabajó primero en Burgos, pero acabó sirviendo más de medio siglo como ministril en Sevilla. Al lado de Jerónimo y Juan, se nos dan también noticias de Juan Bautista, hermano menor de Jerónimo, y de Esteban, cuya actividad está documentada en el primer cuarto del siglo XVII, aunque se desconozca su vínculo con los otros miembros de la familia.

Los Medina - Clara Bejarano Los Medina - Clara Bejarano

Los Medina - Clara Bejarano

En el fondo, más allá de la peripecia vital de los Medina, la nueva obra de Clara Bejarano traza un dibujo fascinante de la Sevilla dual del Siglo de Oro, ciudad de oportunidades y desigualdades como era difícil hallar otra en todo Occidente. En este entorno, Jerónimo de Medina llegó a ser un verdadero magnate inmobiliario, capaz de participar en el comercio atlántico de aceite y de cueros y de convertirse en un empresario musical de éxito, no sólo acaparando buena parte de las necesidades musicales de las corporaciones sevillanas, sino atendiendo las peticiones de personal del cabildo de Las Palmas o nutriendo de instrumentos a las capillas americanas. Todo ello apoyado en una red familiar en la que se incluían sus cuatro hijos varones, su cuñado Juan de Rojas, ministril como él, y varios de sus discípulos, una explotación de los recursos humanos que nos dice mucho acerca de las relaciones sociales y económicas que forjaron la Sevilla cosmopolita de la Modernidad.

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