Crimen de Laura Luelmo

Bernardo pide que testifiquen empleados de la venta de El Campillo donde almorzó con Josefa

  • Los Montoya se acogen a su derecho a no declarar ante la juez instructora de Valverde del Camino

  • El investigado acudió dos veces a un taller en los días 12 y 13 de diciembre e "iba solo"

A la izquierda, precintada y custodiada, la casa donde residía Laura; a la derecha, la de Bernardo Montoya, lugar del primer ataque.

A la izquierda, precintada y custodiada, la casa donde residía Laura; a la derecha, la de Bernardo Montoya, lugar del primer ataque. / Alberto Domínguez (El Campillo)

Se cumple hoy una semana de la segunda declaración judicial de Bernardo Montoya, investigado por la detención ilegal, la agresión sexual y el asesinato de Laura Luelmo el 12 de diciembre pasado. Su abogado defensor, Miguel Rivera, hace balance e indica a Huelva Información que durante la comparencia por videoconferencia desde la prisión de Morón de la Frontera "lo vi muy bien, muy seguro y respondiendo a las preguntas con mucha precisión y con mucha exactitud y entereza, y muy consciente de lo que se le preguntaba y de lo que estaba contestando".

Su cliente, que ahora incrimina a su expareja, Josefa Carmina G.C., en el asesinato de la joven, solicitó a la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Valverde del Camino que no solo se localice el martillo con el que mantiene que la jerezana agredió a Laura, que se busquen sus huellas en la casa o en el coche o que se revisen las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de una gasolinera, sino que reclama que se llame a testificar a los empleados de una venta de El Campillo donde asegura que los dos comieron el día de autos.

Rivera detalla que, "antes de que ocurriera todo, ellos estuvieron almorzando en una venta que está relativamente cerca de El Campillo y propone que testifiquen esas personas que los vieron a ellos dos allí comiendo". Precisa que "esto fue antes de que sucediera todo, sobre las dos y pico de la tarde, vamos, que Laura todavía no había salido del trabajo; ni pensamiento ni por asomo de que fuera a ocurrir la barbaridad que ocurrió", concluye el letrado.

Este lunes se llevó a cabo una nueva ronda de testificales en el órgano judicial valverdeño que investiga el caso. Dos hermanas de Bernardo Montoya, Manuela e Isabel, habían sido citadas por segunda vez. El padre del encausado, Manuel Montoya, las acompañaba y, aunque él había sido convocado más adelante, se aprovechó el lance para que testificara también. No obstante, informó ayer a este diario el letrado Rivera, "los tres se acogieron a su derecho a no declarar". Manuela Montoya y su padre sí habían corroborado su declaración policial ante la juez el pasado 7 de febrero, aunque ambas estuvieron plagadas de contradicciones.

Las demás testificales que se llevaron a cabo hace tres días corresponden a los vecinos que podían aportar los datos más relevantes sobre el caso. Entre ellos estuvo la profesora del instituto Vázquez Díaz de Nerva que compró la casa del número 13 de la calle Córdoba de El Campillo al padre de Montoya y que posteriormente se la facilitó a Laura para que pudiera alojarse.

También compareció ante la juez Elvira Mora un vecino que vive cerca de la casa que ocupaba Bernardo, en el 1 de la calle Córdoba, quien asegura que cuando salió con un amigo a sacar los perros al huerto anexo a su vivienda ambos escucharon "un grito de mujer, que fue un grito muy prolongado durante uno o dos segundos, que les pareció un grito de terror y que pensaron que podía tratarse de alguna niña jugando en el parque a la que hubiesen dado un susto o que se hubiese caído". Sitúa este suceso en torno a las 17:15 del 12 de diciembre, tal y como manifestaron a la Guardia Civil.

Este mismo testigo afirma que la relación de Bernardo con los vecinos no iba más allá del "hola y adiós", pero que "siempre estaba sentado" en un poyete "que hay a la derecha de la puerta de su vivienda, que siempre que lo ha visto estaba solo".

Otro de los declarantes manifestó que en un par de ocasiones anteriores al 12 de diciembre había visto cómo cuando Laura se dirigía a su domicilio "Bernardo se ha acercado a ella y ha comenzado a hablarle" y que, tras una breve conversación, la joven entraba en su casa, ubicada justo enfrente de la de Montoya.

En paralelo, prestaron declaración el propietario de un taller cercano a la calle Córdoba y un amigo de este. El primero indicó que Bernardo se pasó por el taller pasadas las 17:00 del día 12 de diciembre y que al día siguiente, por la mañana, fue a pedir "un alicate de punta para quitar el tapón del aceite". No obstante, este hombre lo vio "mirando los bajos de su Alfa Romeo negro". En las dos ocasiones el investigado por el asesinato de Laura Luelmo "iba solo". El segundo no observó que presentara heridas en las manos o en la cara y apoyó la versión del dueño del taller.

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