Realeza

Harald y Sonia, los príncipes que rompieron las reglas

  • Los reyes de Noruega acaban decelebrar sus bodas de oro. 50 años de amor, dos hijos y ningún escándalo a pesar de sus difíciles comienzos

Harald y Sonia, en la foto oficial de su aniversario

Harald y Sonia, en la foto oficial de su aniversario / Efe

Perteneciente a la Casa de Glücksburg, el rey Harald de Noruega fue el primer heredero en Europa que se casó con una plebeya por amor. Tanto su padre, el entonces rey Olav, como el gobierno se oponían, puesto que pensaban que esto supondría el fin de la monarquía en su país. Nada más lejos de la realidad, el amor venció y esta semana los reyes noruegos celebran sus bodas de oro. Aunque, en su día, para el rey Harald no fue fácil romper con las normas que dictan la monarquía, tuvo que luchar durante nada menos que nueve años para poder casarse con Sonia debido a su origen plebeyo. El tiempo ha demostrado que amor y deber pueden –e incluso deben– ir de la mano.La historia de amor de Harald y Sonia de Noruega es una de las más románticas y sólidas de la segunda mitad del siglo XX. Se conocieron cuando ambos eran dos adolescentes de 15 años en un campamento de verano. Él era el príncipe heredero, ella la hija de un comerciante. De manera natural, como todo a esa edad, surgió el flechazo. Durante c asi una década Harald V y Sonia mantuvieron su romance en secreto.En esos nueve años, la joven menuda y risueña estudió Diseño de Moda y trabajó como costurera, amplió sus estudios sobre el mundo de la confección del trapo en Suiza y, de vuelta a Oslo, se matriculó en numerosos cursos sobre Historia del Arte. Él, que no era un bombón como su hijo Haakon pero tenía también su gancho, ingresó en la Escuela de Caballería y en la Academia Militar, donde consiguió el rango de general del Ejército de Tierra y Aire y el de almirante de la Marina.Cuando Harald cumplió la mayoría de edad le confesó a su padre, el rey Olav V, que mantenía un romance con una burguesita. Harald estaba dispuesto a comprometerse con ella y su padre a impedírselo. Con el fin de que olvidase a la costurera, el rey de los noruegos mandó a su hijo a Oxford a estudiar y pendonear. Incluso provocó el encuentro de su sucesor con varias princesas europeas. Muchachas nobles que a ojos del rey merecían el amor del heredero. Desiréé de Suecia no despertó ningún interés en el príncipe Harald, pero a la princesa Sofía de Grecia le hizo ojitos. La ahora Reina Emérita de España negó cualquier tipo de flirteo o noviazgo con el noruego en su primera biografía autorizada escrita por la periodista Pilar Urbano. La mujer de Don Juan Carlos es de la corriente que defiende que “las reinas no tienen pasado”. Amor no hubo pero voluntad de que lo hubiese habido, por ambas casas, sí. Especialmente empeñada estuvo la reina Federica de Grecia, una Hannover con vocación de casamentera.En 1968, ante los insistentes rumores de compromiso entre el noruego y la helena, una Sonia enamorada hasta las trancas amenazó con suicidarse. Al príncipe Harald se le hincharon las narices reales y dio un golpe en la mesa y le espetó a su padre: “O me caso con Sonia Haraldsen o renuncio a mis derechos dinásticos”. Aceptó el órdago el rey Olav a regañadientes, y también el parlamento noruego. Habemus matrimonio morganático. Se casaron el 29 de agosto de 1968 en la sencilla catedral de Nuestro Salvador del siglo XVII. Él vestía uniforme azul marino y ella, como se esperaba, una especie de hábito, diseño propio, de corte ‘A’ en seda blanca con aplicaciones de pedrería en el cuello chimenea y en los puños acampanados. No era noble pero era virgen.Asistieron miembros de las casas reales más importantes, en ejercicio y en el banquillo; las mismas familias principales que en abril de 1956 rechazaron ser testigos de la boda del príncipe Rainiero de Mónaco y la actriz Grace Kelly por tratarse de un matrimonio desigual, entre un miembro de la realeza y una plebeya. Lo que les quedaba por ver. En el banquete, después de haber sido servido el popular salmón noruego, el enamorado pronunció las siguientes palabras: “Sabes mejor que nadie lo que siento, tanto ahora como en el pasado. Y mejor que nadie entiendes lo que este momento significa realmente”. A veces los príncipes de carne y hueso emulan a los de los cuentos.Las habían pasado canutas por el camino. Por ese motivo, cuando su hijo y heredero Harald les presentó la idea de casarse con Mette-Marit –una joven de pasado entretenido con un hijo rubísimo bajo el brazo– decidieron apoyarlo. Tampoco pusieron impedimento cuando su hija, Marta Luisa, se empeñó en casarse con el incorrecto y polifacético Ari Behn.Para lamento del mundo del chisme, y la Historia, los reyes de Noruega nunca se han visto envueltos en líos extramatrimoniales a lo largo de estos 50 años. Suerte que existen las casas reales mediterráneas. De voluntad floja y sangre más caliente.

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