Pasarela

El EI mantiene su plan del califato

  • Un año después de su declaración de intenciones, los ataques en su contra no han destruido la ambición de formar una nación gobernada por extremistas

Un año después de que el Estado Islámico (EI) declarase un califato, los ataques de la coalición que lidera EEUU contra el grupo yihadista siguen sin destruir su ambición de formar una nación gobernada por extremistas.

El 29 de junio del año pasado, el Estado Islámico de Iraq y el Levante anunció que pasaba a llamarse simplemente Estado Islámico, bautizando así la idea de un califato que quiere extenderse desde las riberas del Tigris y el Éufrates por todo el mundo musulmán.

El autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi tardó unos días en aparecer en una mezquita de Mosul, la segunda ciudad de Iraq, para pedir lealtad total a su figura, algo que le ha llegado de los más sanguinarios grupos terroristas de Nigeria, Libia o Egipto.

Pocos meses después de aquella declaración, EEUU congregó a varios aliados occidentales y árabes para atacar desde el aire posiciones del EI y evitar sus avances en Iraq, primero, y posteriormente también en Siria.

En la actualidad, EEUU tiene más de 3.500 soldados en Iraq para ayudar a las fuerzas iraquíes a convertirse en unas fuerzas profesionales, no sólo integradas por la mayoría chií, y efectivas en los avances contra el EI.

Pese al poderío aéreo de EEUU, el EI continúa controlando ciudades claves como Al Raqqa, en Siria, o Mosul, en Iraq, lo que mantiene vivo entre los fanáticos del grupo la fantasía de un califato en la gran parte del mundo musulmán. Esta semana comenzaron a aparecer en las redes sociales imágenes de las primeros dinares del EI, la nueva divisa del califato, forjada en oro y plata.

El aparato de propaganda de los yihadistas ya combina vídeos de decapitaciones y asesinatos con folletos sobre su sistema de salud o los servicios sociales de ayuda a huérfanos, una muestra de que intentan convencer a los suníes de ser la alternativa de Gobierno que tanto ansiaban en algunas zonas.

"La estrategia de la Casa Blanca no está funcionando y no va a funcionar si no se toman acciones más contundentes", explicó esta semana Michael Doran, analista del Instituto Hudson, en un debate sobre el futuro de Oriente Próximo.

El EI, nacido de Al Qaeda en Iraq y cuyas raíces se remontan a la ocupación estadounidense iniciada en 2003, ha aprovechado el choque entre los suníes y chiíes en Siria e Iraq para expandir su control de zonas olvidadas y sin orden ni gobierno.

A lo largo de este último año, Washington ha descubierto que acabar con el grupo yihadista no iba a ser tan fácil en un mundo árabe donde la desconfianza entre los suníes y los chiíes, las alianzas tribales y la corrupción son la tónica dominante.

El viernes, el general Daniel Allyn, segundo mando de más alto rango del Ejército de EEUU, lamentó que los progresos para conseguir que el Gobierno iraquí se defienda por sí solo del EI están siendo lastrados por "amiguismos, la cultura tribal y otros factores que no deberían influir a la hora de elegir a los mejores líderes".

El Pentágono ha reconocido recientemente que ha conseguido reclutar sólo a 7.000 de los 24.000 nuevos soldados iraquíes que querían entrenar.

Brian Katulis, experto del Center for American Progress, apuntó en un especial del diario Politico que, para acabar con el EI, es necesario "un marco político que atienda a las demandas de la comunidad suní en Iraq y Siria".

En ausencia de esa alternativa, el EI mantiene vivo su sueño de un gran califato musulmán suní dedicado a ajusticiar a todo aquel que no comulgue con su idea del Islam.

El pasado diciembre, el general Michael K. Nagata, jefe de operaciones especiales del Ejército de EEUU en Oriente Próximo, reconoció en unas declaraciones privadas publicadas por el diario The New York Times que "aún no hemos derrotado la idea" del EI.

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