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Santa Marina es un barrio ubicado en la zona norte del distrito Centro de Córdoba. Limita al norte con el barrio de Ollerías; al este, con el de San Lorenzo; al sur, con el de San Andrés-San Pablo; y al oeste, con los de San Miguel-Capuchinos y Campo de la Merced-Molinos Alta. Es conocido como Barrio de los Toreros por la tradición que tiene en este espectáculo. En él podemos encontrar la escultura en honor a Manolete que la ciudad realizó tras su muerte en Linares. Está ubicada frente a la Iglesia de Santa Marina, en la Plaza de los Condes de Priego. Otros rincones emblemáticos del barrio son la Torre de la Malmuerta-muralla medieval del siglo XV- y el majestuoso Palacio de Viana –que contiene 13 patios de todos los estilos-.
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San Agustín está ubicado entre los barrios de Santa Marina y San Lorenzo. Tiene poca extensión y su alma artística es su iglesia, construida a principios del siglo XIV. Destaca asimismo la plaza que da cobijo a ese templo y que, como él, también lleva el nombre de San Agustín. Esta plaza es de construcción posterior a la Reconquista.
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El patio de Chaparro, 3, perteneciente a una casa construida en 1988, es un lugar de habitual convivencia para quienes habitan en la vivienda: seis familias que mantienen hoy en día el espíritu de toda la vida de los patios cordobeses. Su zaguán suele dar la bienvenida al visitante con un homenaje colgado en su pasillo posterior –al Quijote, al flamenco y a otros patrimonios de la humanidad... cada año hay una nueva sorpresa–, mientras que en el patio, la vegetación –más de 150 variedades florales muy heterogéneas– se reparte en poblados arriates. Sus propietarios insisten en que es un patio cuya vegetación se encuentra aún en la adolescencia de su vida, unos propietarios que reivindican la tradicional forma de vida de estas casas vecinales y muestran a la ciudadanía que en el siglo XXI también se puede compartir un espacio y disfrutar de la antigua costumbre del Patio cordobés. Si las personas que viven en Chaparro, 3 retrocedieran en el tiempo 50 años, no desentonarían ni un ápice en lo que a espíritu de convivencia se refiere respecto a la gente que residía en el mismo entonces; es el mismo espíritu, sólo que con otras caras, una convivencia que es aún más intensa en el que es el salón común de la casa, el patio.
Marroquíes, 6 es como un minibarrio dentro del clásico barrio de los toreros, Santa Marina, que se distribuye en siete callejones laberínticos con una amplia variedad floral en los que están repartidas las viviendas familiares y talleres artesanales, vías que diseñó ya hace más de un siglo Enrique García Sanz como casa de vecinos en la que llegaron a convivir 23 familias y que se comunican entre sí dejando al descubierto dependencias en las que se hacía vida en común, como cocinas o cuartos de lavar de pilas, auténticas piezas dignas de ser premiadas o expuestas en un museo. Los numerosos galardones recibidos en el concurso los han invertido los vecinos en introducir mejoras que han convertido al recinto en aún más tradicional, uno de los más tradicionales y únicos de los visitables en Córdoba. Marroquíes, 6 es un trozo de la Córdoba más clásica de principios del siglo XX que ha sabido mantenerse vivo en la ciudad gracias a que su embrujo cautiva a quien contempla sus estrechas callejuelas perdidas entre un mar de flores.
El patio de Tafures, 2 es la demostración de que, tal y como defendía el autor alemán E. F. Schumacher, lo pequeño es hermoso. El pequeño patio de Tafures, 2, es también llamado el de la Reja o el de la Ventana. De hecho, ubicado junto a la iglesia de Santa Marina, su visualización desde la ventana que da a la calle es muy recomendable. Es pequeño, sí, pero los espacios están muy bien aprovechados por Francisca a la hora de su decoración y de su diversidad floral, entre la que destacan las plantas de sombra. Despunta también su enchinado cordobés y su fuente central de mármol blanco hexagonal de inspiración mozárabe. También son habituales las persianas de esparto, al modo de aquellas que lucían en las antiguas casas cordobesas, y la presencia de alguna que otra obra escultórica del cordobés universal Mateo Inurria.
Juana Romero ha convertido el patio del número 15 de la calle Zarco en la continuación -y versión urbanita- de aquel inmenso jardín rural que tenía en su segundo hogar de casada en Fernán Núñez, aquel -que como éste- su marido, Juan Jiménez, le construyó para que disfrutara de su gran pasión, las flores, un amor heredado de su madre, Joaquina Gómez. Situado sobre el sótano-cochera de la casa, el patio destaca por sus ocho arcos ingleses de ladrillo visto que descansan sobre capiteles de finas columnas de fuste liso. Está pavimentado con losas de barro y en él sobresale una fuente adosada a un pilar, conjunto en el que destaca la figura de un niño sentado de cuyos labios brota el agua. Este patio presenta en sus macetas una gran e importante variedad floral.
El Patio de las Beatillas, el acogedor hogar de Toñi Lucena Sánchez y Ricardo González Mestre, forma parte de una antigua casa de vecinos de origen cervantino-castellano con galerías como las de la Posada del Potro. La planta superior posee una galería de madera que hace intuir los orígenes de la casa, probablemente fechada en el siglo XVII. La vegetación está basada en la gitanilla. Entre sus elementos, destaca un pilón romano que se encuentra adosado a uno de los muros del inmueble, así como también sus cuatro columnas de ladrillo árabe. El patio supone la transición del pórtico barroco al pórtico adintelado.
En el patio de Parras, 6 se respira poesía, la que destila su abundante y muy peculiar flora de tonos verdosos gracias a los cuidados diarios de Rosario Cantillo. Es más, Parras, 6 parece, por lo que atesora entre sus galerías con artesonado de madera, una casa-museo montada por Chari -como familiarmente la llaman-. Chari tiene constancia de que arquitectónicamente el inmueble data de “aproximadamente 1530”, dice, y de que antes que casa de vecinos fue parte de un cuartel, un hospital y un convento. Sus visitantes son testigos de que el patio de esta casa, en la que nació el universal poeta Pablo García Baena atesora, gracias a a su gran cuidado, mucha tradición entre sus pilares, arcos de ladrillo visto y a esas galerías de madera que lo diferencian. Guarda unas plantas que lo tiñen de un verde muy especial, y es muy característico su singular pozo metálico y su recuperado suelo de cantos de río. Son de destacar en el recinto un gran limonero y una hermosa esparraguera fina.
Esta antigua casa de vecinos, que atesora más de cuatro siglos de historia, en la que llegaron a convivir 18 familias y que fue además de cuartel, convento y hasta escuela, conserva en su patio muchos elementos de época, entre los que destacan dos pilas de lavar, un pozo y cinco arcos de piedra. También suele disponer de plantas curiosas como una dizigoteca, un limpiatubos, una araucaria siberiana o un majestuoso laurel de dos troncos, al que se le tiene mucho cariño en la casa, ya que lo plantó el padre de Milagros Aznar, Juan Aznar. Precisamente, Milagros afirma que se inspira en su padre a la hora de dotar floralmente a su patio, del que destaca “su luminosidad”. Arquitectónicamente, el recinto, pese a haber sido reformado, mantiene el legado de una estructura tradicional, con sus dos pórticos de añejos arcos de ladrillo visto sobre columnas. Es un ejemplo de cómo lo moderno puede ser un dignísimo heredero de lo más clásico.
María Isabel Navajas y Pedro Montes tenían muy claro -cuando en 1982 compraron esa antigua casa vecinal en ruinas que era Parras, 5- que querían darle a su patio “un aire antiguo, tirando a árabe”. Parras, 5 es uno de los patios que se han podido visitar casi todo el año, y un claro ejemplo de la modernidad al servicio de lo tradicional, ya que una singularidad destacada de este patio, construido en 1984, es que es de techo-corredera, lo que lo convierte a veces en una dependencia más del interior de la casa, en un gran salón principal en el que hace vida la familia Montes Navajas. En él ha impresionado desde hace años una gran costilla de Adán, premiada en 2014 por el Jardín Botánico, y que ha presidido una importante y bella ornamentación vegetal que suele contar con un arcoiris floral en su balconada. Además, los Montes Navajas han convertido al patio de Parras, 5 en todo un museo del geranio, con más de medio centenar de especies distintas. El patio presenta un pozo decorativo con brocal de piedra.
El Palacio de Viana, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional y Jardín Artístico, es uno de los principales atractivos turísticos de Córdoba. La singularidad que le confieren sus 12 patios hace que se le conozca como el Museo de los Patios. Cinco siglos de historia conforman Viana, propiedad de la Fundación Cajasur. Cinco siglos donde los patios han sido siempre los protagonistas de este edificio que ha ido creciendo de forma casi orgánica, fruto de ampliaciones y reformas a través del tiempo. Una casa viva habitada hasta finales del siglo XX por familias nobles y, sin embargo, de gran sabor popular.
El patio cordobés, heredero de la tradición romana y árabe, tiene en Viana su más amplia representación histórica. Contiene desde el patio de vecinos de origen medieval –el de los Gatos–; a los patios renacentistas símbolos de poderío y linaje –el Patio de Recibo y el Patio de las Rejas–. También cuenta con un representante del barroco cordobés –el Patio del Archivo– y con el refinamiento del jardín romántico –el Patio de la Madama y el Jardín de Viana–. No faltan tampoco representantes de los patios de trabajo para el uso de los sirvientes, –el de los Jardineros, el de la Alberca y el del Pozo–; ni de los patios para la mera contemplación –como el sigiloso de la Capilla–; o los herederos del jardín-huerto árabe –como el de los Naranjos–; los que se dejan ver al exterior, –como el Patio de la Cancela–; o el habilitado para los usos de un nuevo siglo –el Patio de las Columnas–.
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