Álex de la Iglesia, director de cine

"Si se pudiera dar marcha atrás, bastaría con hacer una sola película"

  • El realizador recibió este viernes en el Teatro Cervantes el Premio Retrospectiva 'Málaga Hoy' acompañado de buena parte del reparto de 'Las brujas de Zugarramurdi' y otros cómplices.

El hombre que puso patas arriba el cine español con El día de la Bestia llega al Hotel Málaga Palacio apresurado y con la hora justa, pero de inmediato adquiere un aire de control absoluto: pide un café, sonríe y atiende al periodista con amabilidad exquisita. Justo la noche antes, la del jueves, terminó in extremis el montaje del teaser de tres minutos de Las brujas de Zugarramurdi (su nueva película, que se estrenará en septiembre) que se proyectó anoche en el Teatro Cervantes durante la gala en cuyo transcurso le fue entregado el Premio Retrospectiva, que patrocina Málaga Hoy. Aún es mediodía cuando se realiza la entrevista, y desfilan organizadores que le apremian a ir de inmediato al Cervantes para comprobar la calidad de la proyección, pero Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) pide tiempo y responde con generosidad. Ya en la gala estuvo arropado por buena parte del reparto de Las bujas de Zugarramurdi: Mario Casas, Secun de la Rosa, Luis Varela, Jaime Ordóñez, Carolina Bang, Macarena Gómez, el productor Enrique Cerezo y viejos compañeros como Álex Angulo (que ejerció de maestro de ceremonias) aplaudieron su figura con humor y complicidad. La conversación transcurre así entre la aparente calma y la urgencia implacable, y el cineasta se mueve bien entre dos aguas.

-¿Es un motivo para la retirada que a uno le den un premio a la trayectoria llamado Retrospectiva?

-Ante todo, para mí es un honor y un orgullo que el Festival de Málaga me dé un premio como éste. Adoro este festival, creo que ha sido la mejor idea que se ha tenido para apoyar el cine español en muchísimo tiempo. Para nosotros es una ventana fantástica que nos permite enseñar y promocionar nuestro trabajo. Siempre es una alegría venir aquí, aunque sea sólo para un día como es ahora mi caso. Me da la sensación de que aquí en Málaga me encuentro con el público, de que estoy con la gente, no es como en otros festivales donde a lo mejor se da un ambiente más cerrado y exclusivo para productoras y distribuidoras. Aquí el negocio está muy pegado al público, y eso es fantástico, estás en el hotel y oyes a la gente, te piden fotos siempre de manera amable, te sientes muy bien acogido. Es un festival muy cálido. A pesar de haber venido durante muchos años, una vez hasta de jurado, este homenaje no ha dejado de ser para mí muy, muy valioso.

-¿Recuerda el momento en que su decisión de dedicarse al cine valió al fin la pena?

-El último, ese momento siempre es el último. Para mí, trabajar significa encontrarte en una situación privilegiada, hoy más que nunca, y maravillosa en cuanto te da la oportunidad de poner en práctica algo que llevas mucho tiempo pensando. Todos los momentos son buenos, en realidad, si lo piensas así. No destacaría ninguno en concreto. Del mismo modo, tampoco hay una película que yo prefiera al resto. La película que más me alegra siempre es la última, en el sentido de que en el momento presente me encuentro especialmente capaz de hacer cine y contar una historia. Es verdad que rodar La comunidad fue algo muy especial porque tuve a un grupo de actores maravillosos, y en 800 balas me sentí más a gusto que nunca porque yo era el productor y, como el personaje de la película, decidí irme a un pueblo del Oeste a vivir allí en un mundo distinto, y durante unos meses pude trabajar con unas personas a las que admiraba y con las que disfrutaba. Todos los rodajes tienen un momento en concreto, algo inolvidable. El rodaje de Las brujas ha sido muy, muy duro, pero también muy satisfactorio, probablemente el que más, porque lo he pasado muy bien con los actores.

-¿Y alguna vez hizo algo de lo que se luego haya arrepentido?

-Sin duda. Todo el rato. No comparto esa visión de la gente que no se arrepiente de las cosas y que no cree que lo que viene es bueno, de una manera o de otra. Es evidente que todo lo que viene es bueno, y que lo bueno y lo malo te van conformando como persona y aprendes tanto de los errores como de los aciertos. Como director cambiaría muchas cosas que he hecho, bandas sonoras de muchos momentos, el sonido de otros tantos, modificaría situaciones, cortaría cosas, añadiría otras que he cortado... Daría mil vueltas a cada película. Pero es que, de hecho, por eso se hace cine. Por eso uno se lanza a rodar, un director hace su trabajo porque vive de ello, porque es su oficio y porque no puede dar marchar atrás. Si pudiera, una sola película bastaría y todo consistiría en ir mejorándola. Es decir, hay determinados directores cuyas carreras se pueden resumir en una película: la obra de Hitchcock es, conjunto, una película de suspense que su director siempre está retocando y mejorando, viéndola desde diversos puntos de vista, del terror al amor pasando por el humor. Cada película suya no es más que un ángulo distinto de la misma, y, salvando las distancias, creo que mi caso es muy parecido. Tengo cosas que quiero contar y el punto de vista es el mío siempre, así que todas terminan confluyendo. Y es algo irremediable. Aunque, en el fondo, me gustaría evitarlo. No soy un director que admire una visión unívoca de las cosas. Me gustaría ser un director que tuviera diferentes puntos de vista y que cada película fuese completamente distinta, pero otra cosa es que lo consiga.

-Sin embargo, muchos van a ver sus películas por ir a ver una de Álex de la Iglesia. ¿Le incomoda eso, entonces?

-No, al contrario, eso me halaga mucho, pero no es premeditado en absoluto. Todo lo contrario. Cuando haces cine, el estilo es algo que se ve desde fuera. Siempre crees que haces cine como los demás, que tomas los planos como los demás, que diriges a tal o cual actor como los demás. Cuando oyes que alguien dice "Esto parece una película de Álex de la Iglesia", te resulta extraño. Como espectador me dan ganas de preguntar a quien dice eso "¿De verdad lo crees así?", porque es algo que procuro evitar a toda costa. De alguna manera significa encasillarte, y aunque sea en ti mismo no deja de ser una jaula. Y no me gusta la idea de tener que hacer cine metido siempre en la misma jaula.

-¿Y qué aportan Las brujas de Zugarramurdi a esa jaula?

-El origen del proyecto pasa por querer contar la historia de unos hombres que huyen de una situación personal imposible. Y qué mejor manera de huir que un atraco. Y qué mejor manera de contar eso, y de que ellos hablen de sí mismos y de su relación con las mujeres, que a bordo del taxi en el que se dan a la fuga. Todos los personajes son culpables del desastre de sus vidas, porque no han sabido manejar sus relaciones personales. La mejor manera de visualizar esto es el tremendo error que cometen: han robado nada menos que 25.000 anillos de oro.

-¿Y por qué robar 25.000 anillos de oro? ¿No habría sido más fácil falsificar tarjetas de crédito?

-Es que los 25.000 anillos de oro constituyen algo más poderoso que el arca de la alianza. A estos tipos les van a caer encima todas las maldiciones del mundo. Su botín está lleno de engaños, mentiras, frustraciones, deseos que no se cumplen, promesas imposibles... Así que están abocados al castigo divino, sin remedio.

--Ahí es donde entran las brujas. ¿Se las podría considerar dentro de cierto arquetipo feminista?

-Por supuesto. Son como unas superheroínas al revés, son las malas, pero hacen justicia. Como si fuesen los Antivengadores. Tienen algo de ese cariz. En el fondo es todo muy divertido, porque ellos tienen mucho miedo a las mujeres.

-Hay algo muy español en eso.

-Sí, y muy personal.

-¿En serio?

-En serio.

-Mejor pasemos a otro tema. El pasado lunes, los responsables de FAPAE y de los exhibidores presentaron en Málaga su último informe, con una caída abultada de recaudación, taquilla y producciones en España. Y se apuntaron dos enemigos directos: la subida del IVA desde septiembre y la piratería. Pero al señalar a la piratería, el enemigo pasa a ser internet. Durante su periodo como presidente de la Academia de Cine, usted insistió en que había que ver internet como un aliado. Pero, ¿cuándo será posible?

-La obligación de un cineasta es hacer un producto buscando al público, allá donde se encuentre. Si se encuentra en las salas, pues en las salas; si se encuentra en la televisión, en la televisión; y si se encuentra en un ordenador, en un ordenador. Porque lo importante es que nuestro trabajo sobreviva, no hundirnos en un determinado barco apostando por un modelo de mercado que ya no encaja en la realidad. Yo soy el primero en amar el cine, pero no es la única ventana que existe. El problema es que hay grupos determinados en la partida que no quieren moverse de donde están, y sobre todo que no quieren abrir ventanas. Y hay que abrir las ventanas cuanto antes para que corra el aire.

-¿Espera una rectificación de la subida del IVA por parte del Gobierno, dados los resultados?

-El problema es que hablamos dentro de un problema más grave que es la situación general del país, y es muy difícil conseguir cambios dentro de una guerra. Lo que tendríamos que hacer es aprovecharnos de la crisis y poner en juego nuevos modelos de producción y de mercado. Tenemos que conseguir que en este cambio de modelo suframos lo mínimo y que a la vez el cine se mantenga. Hay otros países en los que la cinematografía ha desaparecido, o casi lo ha hecho, en comparación con lo que había sido antes.

-¿No le preocupa, no obstante, que el cauce de internet pudiera acarrear una merma artística?

-Podemos encontrar la manera de que todo sea compatible. Es más, existe la manera. Y nuestra obligación es encontrarla. Creo que sí, lo que pasa es que nadie ha dado aún el primer paso, nadie se ha atrevido a hacerlo. Ha habido intentos de estrenar películas en internet pero pienso que, en realidad, lo que se quería era demostrar que eso no podía funcionar, al menos por parte de un determinado grupo. Hacedlo con una película de Woody Allen o de Spielberg, a ver qué pasa.

-¿Qué aventuras le esperan después de Las brujas?

-Hay que tener siempre en mente tres o cuatro ideas para terminar haciendo la que sea viable, así que ya veremos. Es un momento muy difícil para todos, pero yo me siento un privilegiado.

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