EUGENIO ZANETTI. JURADO OFICIAL DE LARGOMETRAJES

"Un jurado tiene que tener la mente abierta,sin prejuicios"

-¿Qué le parece el nivel de las películas a concurso?

-Muy interesante. Se parece a un festival de cine de autor, más ligado con la parte artística que otros más masivos que tratan de reflejar las tendencias del mercado. Vivo en Estados Unidos desde hace 31 años y no se ve cine iberomericano a no ser que esté nominado para los Oscar, así que me vino fantástico venir aquí. Hay un énfasis en la expresión personal de los directores. Son películas con menos presión del lado de la producción.

-¿Alguna favorita?

-Favoritas tengo, sin ninguna duda. Hay un buen nivel en el festival pero creo que algunas películas "de prestigio" no llegan a la altura de varias de las películas más "experimentales". He hecho muchas veces de jurado y es muy interesante, porque tienes que tener la mente abierta, libre de prejuicios. Hay que poner en contexto lo que uno ve y no es fácil.

-Guionista, director de escenografía... ¿Qué le llevó a dar el salto a la dirección?

-Siempre he dirigido teatro y ópera y he tenido contacto con los actores y al mismo tiempo tenía interés en hacer una película personal. Estoy en el tercer acto de mi vida, lo que en dramaturgia se llama "resolución del conflicto". Mi película del tercer acto tenía que estar conectada con el primero y por eso me fui a Argentina a hacerla. Amapola no es biográfica en absoluto pero refleja realidades personales con las que sería muy difícil interesar a los americanos. La película tiene una absoluta libertad. No se parece a nada.

-¿Tiene intención de repetir?

-Ya estoy preparando otra peli que vamos a empezar muy pronto con el bailarín Mijail Baryshnikov. Trata sobre un señor ruso, mayor, que vive en Buenos Aires, un inmigrante reciente que tiene la concesión de un cine donde pasa películas viejas y le va pésimo. Pero él sueña con ser Fred Astaire y se ve bailando como él, algo que solo Baryshnikov puede hacer. Es muy linda, se llama The dreamer.

-Como profesional, ¿En qué papel se encuentra más cómodo?

-La vida es impredecible. He vuelto a la pintura, que fue mi primera actividad y es casi la más importante. He hecho muchas muestras en Sao Paulo, en Argentina. Amapola está hecha casi como un cuadro, no porque sea bello o porque sea pictórico, sino porque está hecha con libertad.

-¿Cambió algo en su vida el haber ganado el Oscar?

-No, yo creo que sí cambia para los actores, pero yo recibí el Oscar con 50 años y a esa edad ya te has hecho una carrera y tus expectativas tienen que ver con hacer trabajo creativo. Si lo hubiera ganado con 20 años igual me hubiera bajado de la palmera. No significó nada aunque fue una cosa maravillosa. Fue algo anecdótico aunque es cierto que tiene un nivel global.

-¿En qué estado de salud encuentra usted al cine iberoamericano?

-Creo que hay un enorme resurgimiento del cine y ocurre por dos razones. Primero, porque los gobiernos democráticos apoyan el cine y hay dinero para hacer cine y segundo porque lo digital ha bajado los costos. Eso tiene un lado bueno y uno malo. El bueno es que se hacen muchas películas. Pero eso no significa que todo sea bueno. Hay muchos vicios, una autocomplacencia enorme. Se ha creado un lenguaje que está desapegado de los tiempos reales de los seres humanos, se ha perdido mucho sentido del ritmo en aras de una especie de rarificación minimalista que es un amaneramiento, un snobismo, un horror. El cine es imagen y hay que narrar con imagen.

-¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles del cine hecho en Iberoamérica?

-Los fuertes, que estamos un poquito menos contaminados por la televisión, aunque esto no es una crítica, es una observación, porque la televisión americana y europea está haciendo contenidos que son mejores que los de muchas películas, pero la imposición de su lenguaje al cine hay que señalarla y rebelarse en contra de ello. Por otro lado, también está la desidia que ha creado internet.

-¿Hacia dónde cree que se dirige este cine o hacia dónde lo están empujando?

-Creo que se ha liberado de ciertos prejuicios "políticos" de los años 60. Se nos exigía ser americanistas y eso no significa nada. Ese vicio ya no existe. Ser latinoamericano significa ser todo lo que somos, pero la temática no está ligada necesariamente a eso, y creo que ha habido una liberación de lo que ha sido pseudopolíticamente importante, de algunos prejuicios de la izquierda que fueron lo mismo que si hubieran sido de la derecha. Ahora hay una gran libertad. Lo que sí ocurre es que el cine es masivo y el cineasta tiene que tratar expresar con libertad y contar su cuento, tiene que pensar en términos globales y al mismo tiempo no traicionar nada de la forma expresiva.

-¿Cree que existen temáticas recurrentes?

-Creo que ese es un condicionamiento tan horrible como el que tiene el cine americano con lo masivo. El trabajo artístico tiene que venir de ese área metafórica que llamamos el corazón. Si no veo eso no me interesa la película. Una película hiperintelectual o hipervisceral no me interesa, porque es fragmentaria.

-¿Qué diferencia, a su parecer, el cine americano del resto?

-Los americanos están muy preocupados por cómo se hacen las cosas, cuando la pregunta debería ser por qué. Esa vuelta al por qué uno hace algo, por qué el personaje reacciona de una determinada manera, es lo que nos viene a nosotros de la formación humanística europea y es muy refrescante para los americanos.

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