Festival de Cine de Sevilla

Kechiche, el destino y la sensualidad mediterránea

  • El director de 'La vida de Adèle', que recibirá este sábado el Giraldillo de Oro a su carrera, presenta 'Mektoub'

Abdellatif Kechiche, en un encuentro con la prensa.

Abdellatif Kechiche, en un encuentro con la prensa. / José Ángel García

El franco-tunecino Abdellatif Kechiche presenta estos días en el Festival de Sevilla su nuevo trabajo, Mektoub, my love: Canto uno, pero se muestra incómodo cuando tiene que analizar el filme ante los periodistas. "La primera vez que presenté la película fue en el Festival de Venecia [de 2017] , acababa de terminar el montaje y la presenté sin explicarla", recuerda el director. "Esta es la primera vez que tengo que hablar de la obra desde que la concebí. Yo prefiero que sea sentida, no intelectualizada", declaró el director de La vida de Adèle, que recibirá este sábado en la gala de clausura del SEFF el Giraldillo de Oro en reconocimiento a su trayectoria.

Mektoub inicia una trilogía que, desvela su creador, "no tiene una continuación lógica, cada pieza tiene una vida independiente y se podrá ver por separado", aunque en cada capítulo de la serie habrá un hilo conductor, "el sentido del destino, que es lo que significa mektoub". La obertura de este largo proyecto, la historia de un joven aspirante a guionista, Amin, que un verano de los 90 regresa a su hogar, un pueblo costero en el sur de Francia, despliega un universo marcadamente sensorial con el que Kechiche quería "devolver al espectador a sus recuerdos, porque toda persona ha vivido una juventud".

En una de las ruedas de prensa más tensas que se recuerdan en el SEFF, el cineasta expresó su disgusto cuando se le preguntó por la sensualidad de sus películas. "Me da la impresión de que este nuevo siglo nos interpela con cuestiones que no tienen sentido. Nadie se molestó cuando en los 60 Godard rodó El desprecio y Brigitte Bardot aparecía mostrando su culo", dijo con cansancio. Todos los artistas, argumentó, se han interesado por "ese sentimiento casi metafísico del deseo. Los cuadros de Gauguin, por ejemplo, están llenos de mujeres a las que vemos su pecho, y no pasa nada. Yo quería hablar de gente que ríe, que come, que disfruta de la vida, y en eso también entra la sensualidad", sentenció.

Un comportamiento muy propio del Mediterráneo, reconoció Kechiche, porque su educación sentimental procede de ahí. "Mi infancia más temprana se desarrolló en Túnez, y luego mi familia se mudó a Niza. Me emociono en esos paisajes, también cada vez que vengo a España tengo el mismo sentimiento de pertenencia. Me ocurrió cuando estuve en Valencia y me ocurre aquí en Sevilla", confesó el realizador.

"Ese sentimiento casi metafísico del deseo es algo que ha intrigado a todos los artistas”, se justifica Kechiche

A Kechiche le persigue inevitablemente la controversia desde que las actrices de La vida de Adèle, Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos, lo acusaran de comportarse de manera autoritaria en el rodaje. "Nunca he hablado de eso, y no voy a hacerlo. Diré que la elaboración de una película es un proceso muy íntimo, y yo me quedaré con la parte secreta", zanjó el director, antes de añadir que Mektoub era una obra "mucho más personal" que su filme anterior. "Este filme no es autobiográfico, pero sale de mis entrañas más que nada de lo que he hecho anteriormente", manifestó sobre un proyecto muy personal para el que llegó a poner a la venta la Palma de Oro conseguida por Adèle cuando el exhaustivo rodaje agotó la financiación. (Se anunció que aquel premio se subastaría pero nunca trascendió, por cierto, si alguien llegó a comprarlo).

En su charla, Kechiche apuntó su rechazo a un tiempo en el que "parece que las películas se plantean para que comas hamburguesas, hoy en todos los cines hay un McDonalds o un Burger King" y se pronunció también sobre el momento político, que un francotunecino como él observa con tristeza. "Hubo un tiempo en el que distintas comunidades se relacionaban normalmente, había una paz social, un intento de entender al otro. Ahora están construyendo Europa sin el respeto al diferente, sin una verdadera mezcla entre culturas", expuso. En Francia, lamentó, "reina un hedor político, hay un debate que resulta malsano. No se puede acusar a una comunidad, a una religión, de ser el mal social y pretender dar una lección de convivencia y de libertad excluyendo a los demás. Un discurso dañino con el que, en realidad, lo que se busca es controlar la vida sociopolítica", concluyó.

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