Cultura

Viaje a la conciencia

  • La granadina Chus Gutiérrez presenta en el festival 'Retorno a Hansala', una película que trata de "dignificar la vida" de quienes cruzan el Estrecho en busca de un futuro

El 25 de octubre de 2003, 37 inmigrantes perdieron la vida en una patera que intentaba llegar a la bahía de Cádiz. Trece de ellos procedían de Hansala, una zona perdida en las montañas del Atlas marroquí donde los bereberes que la habitan sobreviven en la más extrema pobreza. Ése es el punto de partida de la nueva película de la directora granadina Chus Gutiérrez, que se proyectó ayer en el Sevilla Festival de Cine Europeo dentro de la sección de Panorama Andaluz y que llegará a las salas en marzo.

Pero Retorno a Hansala, el nombre de la cinta que produce Maestranza Films, "no es una película sobre esta tragedia en concreto. Hansala es una excusa para contar una historia universal: la del ser humano que se mueve por la tierra desde que tiene pies", aseguró la cineasta. La intención de Gutiérrez, que ya se adentró en el tema de la inmigración en Poniente (2002), era "dignificar a esa gente. Es una viaje a la conciencia de todos".

Retorno... es también, desde el punto de vista narrativo, un viaje físico. El que realizan, desde Algeciras a Hansala, Martín, el dueño de una funeraria en Los Barrios (José Luis García Pérez) y Leila (Farah Hamed) a bordo de una furgoneta con el cadáver del hermano de ésta en el maletero. Y es también un viaje moral al interior de los personajes que ha trascendido a los propios intérpretes. José Luis lo resume así: "Si para nosotros el rodaje a tres mil metros de altura con barro y agua hasta las rodillas nos pareció duro, te planteas la vida de ellos y la cantidad de necesidades que nos creamos a este lado del mundo".

Para Farah, que en el rodaje alterna el castellano, el árabe y el bereber gracias a su condición de hija de marroquíes criada en Algeciras, ha sido un viaje a esa realidad que "por suerte" no le ha tocado vivir. Documental y ficción se mezclan en este largometraje que ha contado con la participación de familiares de los que murieron en aguas del Estrecho. "Mi padre en la ficción -continúa Farah- era el padre en la vida real de uno de los ahogados del que nunca se recuperó el cuerpo. El entierro que se escenifica en la película tuvo algo de mágico, porque fue la forma de exorcizar ese drama, de canalizar ese dolor".

El equipo coincide en que trabajar en Hansala ha sido un regalo. Para Gutiérrez, "tienen algo que nosotros hemos perdido: viven el presente, el hecho de estar aquí, no como nosotros que sufrimos por el pasado y proyectamos la angustia del futuro". Tres años desde el comienzo del proyecto; algo más de dos millones de presupuesto; una producción complicada; el aplauso del jurado en festivales como el de Valladolid o el de Toronto son las credenciales de esta película que, por encima de todo, pretende "ponerle cara" a esas personas que "sueñan y sienten" a tan sólo 14 kilómetros de nuestras vidas.

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