GRUPO a · la resaca

Portugal evita la euforia

  • El discurso de Scolari se instala en sus jugadores, que no miran más allá del próximo partido · "No ganamos nada, pero estamos en el buen camino", dice Cristiano

Pese a convivir a diario con la ilusión desbordante que demuestran los miles de portugueses que siguen sus pasos y a la sólida victoria del sábado frente a Turquía, la selección de Portugal no quiere ni mirar más allá del próximo paso: República Checa.

Los subcampeones de Europa son candidatos naturales a estar entre los más serios aspirantes a ganar la Eurocopa, pero el discurso prudente del entrenador brasileño Luiz Felipe Scolari se filtra entre las habitaciones del Hotel Beau-Rivage de Neuchatel, lugar de concentración de Cristiano Ronaldo y compañía. "Hay que ir paso a paso. No ganamos nada, pero estamos en buen camino", es lo máximo que se atreve a decir el delantero del Manchester de cara a lo que viene, aun creyendo que a un rival difícil como Turquía se la controló "todo el partido".

En cualquier caso, una cosa es no echar las campanas al vuelo por ganar 2-0 a Turquía y otra desconfiar de las propias posibilidades. "Portugal está ahí. Tiene una defensa fuerte, con grandes jugadores como Ricardo Carvalho o Pepe. Podemos hacer cosas buenas para la selección", reconoce Deco, feliz por la manera de conseguir la victoria y, en lo personal, por haber aguantado 91 minutos sobre el campo pese a sus viejas molestias en el aductor izquierdo. Aunque para que nadie piense que un gramo de optimismo exagerado invadió su piel, aclara enseguida: "Todavía falta mucho".

Otra voz de peso dentro del vestuario como la de Ricardo Carvalho destacó lo importante de llevarse los tres puntos en la apertura, algo que en la previa había sido bastante comentado por haber perdido Portugal el encuentro inaugural hace cuatro años.

"Ganar era muy importante. Estamos más confiados ahora después de este partido. Nuestra cabeza tiene que estar sólo en el próximo desafío, luego en el próximo y siempre de este modo".

Scolari es el mentor del perfil bajo. Salvo algún que otro exabrupto verbal que terminó costándole caro en el pasado -sus dichos triunfales en la final de la Copa Libertadores de América que perdió frente a Boca Juniors en 2000, cuando dirigía al Palmeiras, por ejemplo-, Felipao prefiere el discurso sosegado, en este tema al menos.

Una de las razones principales es la de no recargar de presiones a un grupo de jugadores que ya tiene bastantes, no sólo a lo largo del año, sino también como responsables de dar a Portugal la alegría que ansía desde la Generación de Oro, de Luis Figo y Rui Costa, pero que nunca se termina de concretar. "No crece la responsabilidad de mis jugadores. No quiero que crezca. Paso a paso vamos a ver si llegamos lo más arriba posible, siempre dando lo mejor que tenemos", afirma Scolari.

No lo entendieron así los miles de portugueses que se quedaron festejando por las calles de Ginebra un triunfo que les agiganta la ilusión de ser por fin campeones de Europa. Ayer, Portugal celebró su fiesta nacional por las calles de Neuchatel.

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