España

"El secuestro fue un infierno"

  • Uno de los trece marineros españoles del 'Playa de Bakio' relata su cautiverio en aguas somalíes y pide más protección para los pescadores que faenan en la zona

Jaime Candamil, uno de los marineros del Playa de Bakio secuestrado durante una semana junto a sus compañeros por piratas armados en aguas cercanas a Somalia está sano y salvo en su casa de Pasaia (Guipúzcoa), aunque aún no se ha recuperado del susto que supuso su cautiverio.

Según contó en una rueda de prensa multitudinaria, el secuestro fue "un infierno" ya que, si bien no sufrieron agresiones por parte de los atacantes, en muchos momentos los pescadores temieron por sus vidas. Por eso, y para que otros que como ellos suelen faenar por esa zona tan conflictiva del índico no corran su misma suerte, reclamó a las autoridades una mayor protección.

Arropado por sus compañeros de la Cofradía de Pescadores de Pasai San Pedro, y acompañado de su novia, Fátima Iturria y del presidente de la Federación de Cofradías de Guipúzcoa, Jaime Tejedor, Candamil agradeció la ayuda y el apoyo recibido durante todo el tiempo que duró su secuestro por parte de los Gobiernos central y vasco, la empresa y los medios de comunicación, ayuda que finalmente permitió su liberación.

Durante su comparecencia, reconoció que todavía no se ha recuperado del todo por lo ocurrido y reconoció que el secuestro, durante el cual los marineros estuvieron hacinados en un camarote, "era un infierno" ya que aunque los captores no parecían tener mucha fuerza "metían un ruido que" le "ponía enfermo". Cuando un marinero del Playa de Bakio detectó la llegada de la lancha de los piratas, el "caos" se apoderó de la embarcación, que pese a intentarlo, no logró escapar.

Una vez que los piratas ya habían abordado el barco, éstos pasaron revista a toda la tripulación, a la que obligaron a trasladarse a cubierta, y les amenazaron con "cortarles el cuello" si se escondía algún otro pescador en el interior del buque. Según Candamil, éstos eran unos diez hombres, algunos de ellos menores de edad que, tras amarrar sus botes al barco, pusieron rumbo a la costa de Somalia, "cerca de su aldea", donde fondearon el buque.

Los marineros se comunicaban con los atacantes "por señas, porque su inglés era muy malo", y aunque en un principio la situación estuvo "bastante tranquila", fue cuando llegó una nueva remesa de secuestradores que relevaron a los que habían estado en el barco cuando el asunto empeoró, ya que los nuevos eran "más agresivos", pegaban patadas y registraban todas las pertenencias de los marineros hasta hacerse con todo lo que podían.

Asimismo, Candamil aseguró que no les faltó comida aunque a él "no le entraba" por lo que se mantuvo durante el secuestro con "café, leche y agua". Los captores no se fiaban de lo que cocinaban los pescadores españoles por lo que les hacían "probar todo" antes de empezar a comer, por si intentaban provocarles algún tipo de envenenamiento.

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