Crónica personal

Pilar Cernuda

Sin límite

Los independentistas no se paran en barras y, aunque no se les va de la boca las palabras libertad o derechos, arremeten de forma implacable contra aquellos que no están de acuerdo con su forma de hacer las cosas y encarar el futuro.

Se vio en las sesiones parlamentarias de la semana pasada, donde Forcadell tuvo un comportamiento y autoritario absolutamente deplorable. Después llegaron las coacciones a los alcaldes. Por no mencionar otro tipo de modos que tienen poco que ver con la ética en las actitudes personales, como que Ada Colau acuda a votar aunque no cede locales municipales, no por convicción democrática ante un referéndum ilegal, sino porque teme ser inhabilitada y que se frustren sus altísimos objetivos.

Ante la falta de límites de los independentistas, el Gobierno ha ido más allá de lo que había ido nunca antes, es verdad, pero lo ha hecho para defender la ley y el Estado de Derecho, utilizando precisamente las armas que otorga el Estado de Derecho: los tribunales, la Justicia, la Constitución, las leyes y las normas. Que es lo que más revienta a los independentistas, porque es lo que les hace más daño. En su imagen, porque han caído en el abismo del que es difícil salir, el del ridículo, y porque afecta a lo que más les inquieta en lo personal, su bolsillo y las perspectivas de quebrar sus aspiraciones políticas.

Todo ello, con una inmensa soledad internacional. En el Parlamento Europeo solo media docena de radicales flamencos y del Frente Nacional aplaudieron a un Terricabras, de ERC, que denunciaba la situación de Cataluña pr los supuestos ataques del Gobierno español a la libertad de expresión.

Avanza el calendario y, mal que le pese a Puigdemont, cada vez con peores perspectivas para su aventura independentista. Es lo que suele ocurrir al gobernar con amenazas, escándalo, juego sucio y maniobras inaceptables, saltándose todas las reglas de la democracia.

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