Elecciones Generales. El candidato es el mensaje. Enrique Sántiago. Nº 3 de Unidas Podemos por Madrid

El comunismo como cuota de lista

  • El secretario general del histórico PCE va de telonero de la pareja que gobierna Podemos. Certifica el declive de unas siglas imprescindibles en la Transición

Enrique Santiago, a la derecha, con Enrique Alba, secretario del PCE andaluz, en la campaña de las andaluzas apoyando a Podemos.

Enrique Santiago, a la derecha, con Enrique Alba, secretario del PCE andaluz, en la campaña de las andaluzas apoyando a Podemos.

SI uno se pone a indagar en el buscador electoral a nuevos candidatos de Podemos descubre que apenas hay nadie -diría que no hay nadie- que se haya sumado al proyecto. Se repiten nombres y los nuevos que hay, muy pocos con una trayectoria civil destacable, cubren los puestos de los dilapidados errejonistas o en la implosión de las mareas y los compromisos.

Mirar las listas electorales de Unidas Podemos es un panorama de lo que ha sucedido con este movimiento que se hizo partido y que ahora es el fresco de una decadencia. Es curioso cómo se puede percibir la falta de ilusión, toda la que tuvo hace cuatro años, simplemente desfilando por las provincias y buscando el curriculum de sus propuestas. En Podemos ya no se ficha. Juegan los reservas del que fue su mejor equipo.

En Madrid, detrás de la pareja que gobierna el artefacto político, Pablo Iglesias e Irene Montero, figura como cuota de la coalición con Izquierda Unida, el secretario general del PCE. En su día casi todo el mundo sabía quién era el secretario general del PCE. El de ahora es Enrique Santiago, un destacado y notable abogado de Derechos Humanos que no es un completo desconocido. Vamos a dejarlo en que es casi un desconocido.

Los últimos líderes que tuvo Izquierda Unida, casi todos llegados del PCE, Francisco Frutos, (dijo que Podemos había sido el palanganero del independentismo catalán) Cayo Lara o Gaspar Llamazares ni saben ni quieren saber qué narices es Unidas Podemos ni lo que pinta ahí el PCE. De hecho, se da el caso de que la política tradicional los añora porque el PCE no se andaba con pamplinas con el nacionalismo. El nacionalismo era el enemigo. Porque para el PCE el nacionalismo, en líneas generales, era de derechas y ellos eran internacionalistas.

En este mundo de ideas trastocadas y trastornadas el nuevo internacionalismo es la globalización del capitalismo salvaje 4.0 y los nuevos ultramarxistas en los que Marx no se reconocería defienden la liberación de los pueblos con una renta media danesa, llámese Cataluña o Euskadi.

Dice Enrique Santiago que si Izquierda Unida no se hubiera confundido “Podemos no existiría”: Lo constabale es que si existe Podemos es porque ya IU no existe. “Es apenas un eco de Pablo Iglesias”, dice Llamazares. Iglesias, de hecho, ya hizo su diagnóstico de la ‘vieja izquierda’: “Que se queden con la bandera roja y nos dejen en paz. Yo quiero ganar”. Aquello dolió. Sería el equivalente de la derechita cobarde de Vox al PP. Un adanismo propio del que todavía no sabe dónde se mete. Es un esto lo hago yo en dos patás, el lema de los fontaneros españoles.

Enrique Santiago es el colaborador necesario de la estrategia de Iglesias, pero lo cierto es que Santiago tiene su propia biografía. Y, en muchos sentidos, es una biografía admirable. Ha sido asesor jurídico de la guerrilla de las FARC en sus negociaciones con Juan Manuel Santos para acabar con la violencia en Colombia. También ha estado en causas contra las sangrientas dictaduras de Pinochet y de los milicos argentinos. Dio forma jurídica a la causa del periodista español José Couso, asesinado en Iraq porr un tanquero americano, o la acusación popular en la finaciación irregular del PP que acaba en “Luis, sé fuerte”.

Pero ahora Santiago es la cuota que concede Podemos a lo que queda de alianza con la izquierda y que pende del hilo de Alberto Garzón, al que se le ha concedido ser cabeza de lista por Málaga.En campaña Santiago es disciplinado. Dice alguna verdad que duele como que hay un 1% de los españoles que ingresa un 10% más que hace una década. Son los ricos, claro. Y ese dato es incontestable. Pero al tiempo jalea la manifestación republicana del 14 de abril y quiere creer que fue un éxito lo que no lo fue, pese a que su partido fue el que hizo posible una monarquía parlamentaria. Carrillo murió hace tiempo y ya nadie lo recuerda, en todo caso los que vuelven a la guerra para mentar Paracuellos. Hace lo que puede Santiago mientras las siglas históricas del PCE se diluyen en una campaña dirigida por otros.

Santiago certifica en esta campaña tan distinta a otras la muerte civil de un partido, el suyo, el comunista, que admiró al mundo en su apuesta por la convivencia. Hoy el PCE apenas es nada. En esta ocasión el mensaje del candidato es que Podemos ha engullido la mayor parte de la loable historia de la izquierda española en la Transición.

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