España

De la división a la unidad precaria

En una legislatura marcada por los desencuentros continuos entre el Gobierno socialista y el PP en asuntos de Estado, que han derivado en una crispación que ha rebasado los muros del Congreso de los Diputados y ha llegado a la calle, el atentado de ETA contra dos guardias civiles en el sur de Francia sirvió para que ayer en la Puerta de Alcalá de Madrid las fuerzas democráticas empezaran a recobrar la unidad de acción en política antiterrorista, a través de una concentración ¡unitaria! que discurrió bajo el lema Por la libertad, para derrotar a ETA.

Pese a que la convocatoria no fue un éxito -poco más de cinco mil personas acudieron a la cita-, este nuevo acto criminal de la banda terrorista vasca tiene que ser un nuevo punto de partida para que el Gobierno dirija la lucha judicial y policial contra ETA con el apoyo de todos los demócratas, sin las divisiones que aún ayer persistían claramente entre los que gritaban "Zapatero dimisión" y "Zapatero no estás solo".

La Asociación de Víctimas del Terrorismo y el Foro de Ermua, que se descolgaron de la convocatoria, deben entender que su ausencia y sus condiciones para no estar presentes sólo sirven, en estos momentos, para fortalecer a ETA, que es el enemigo a batir. Para pronunciarse políticamente sobre la política antiterrorista del Ejecutivo, estas dos organizaciones y sus afiliados y simpatizantes, así como el resto de los españoles, tienen una cita con las urnas el próximo 9 de marzo.

Enterrado el proceso de paz, el PP, que ha apoyado este frente de protesta de forma casi incondicional, tiene ahora que hacerle ver que no cabe otra opción que apoyar al Gobierno en la lucha contra ETA, cuya amenaza para nuestra democracia crece cada vez que comete un asesinato. Si no lo logra, debería desmarcarse claramente -como hizo anteayer su secretario general, Ángel Acebes, cuando explicó por qué estarían en la Puerta de Alcalá, y descalificó el griterío como forma de expresión política- de comportamientos radicales, cargados de insultos que no de razones, que se cobijan bajo banderas del pasado.

Para apuntalar esta precaria unidad, el Gobierno y el PSOE, por su parte, están obligados a erradicar las veleidades negociadoras que persisten entre algunos de sus miembros más destacados -las reflexiones del ministro de Justicia sobre las expectativas de diálogo son más que inoportunas-, y a cerrar toda posibilidad de representación en las instituciones democráticas a aquellos que creen aún hoy que los tiros en la nuca son la expresión más genuina de un pueblo.

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