A Yolanda Díaz se le acaba el oxígeno dentro del Gobierno

El incremento del gasto en Defensa provoca una nueva crisis en la coalición PSOE-UP justo cuando Díaz lanza Sumar. Las alianzas con independentistas y abertzales son la kriptonita de Sánchez, según los sociólogos. Los expertos vaticinan la solidez electoral del PP en todas las elecciones, la caída del PSOE y de UP y el estancamiento de Vox

Yolanda Díaz, en un acto celebrado en Roma durante su visita a Italia.

Yolanda Díaz, en un acto celebrado en Roma durante su visita a Italia. / FABIO FRUSTACI / efe

La negativa de UP a aceptar el incremento de gasto militar hasta alcanzar el 2% del PIB vuelve a poner al gobierno de coalición en la picota. Otra ducha escocesa. Aunque esa posición no puede extrañar a nadie. La bancada más a la izquierda ha sido la más leal a sus principios antimilitaristas desde la recuperación de la democracia. El PSOE cambió de opinión y propugnó y ganó el referéndum para entrar en la OTAN y la AP de Fraga trabajó por la abstención. Ya sabemos las opiniones actuales de socialistas y populares. Ocurre que no cambiar de posición en más de 40 años no acredita necesariamente inteligencia ni coherencia, solo demuestra contumacia. UP ha pedido, con fuegos artificiales en vez de con discreción, la convocatoria de la comisión de seguimiento del pacto del gobierno de coalición para abordar el gasto militar. No sea que se confundan la responsabilidad con las tragaderas.

O escuchando al cura o tocando la campana

Posiblemente vuelvan a resolver esta crisis como se resuelve todo en España: ampliando el presupuesto para otras partidas y con una regañina pactada. Pero cada vez se perfila más un asunto en clave mayor: Yolanda Díaz, que esta vez se ha situado al frente de la manifestación, cada vez tiene menos margen para mantener la ambigüedad. Viene del primer fracaso de su proyecto en Andalucía, le disparan a diario con fuego amigo y necesita como el comer referenciarse ante sus presuntos electores de izquierda, mayoritariamente antimilitaristas. El problema de la vicepresidenta es que se le va agotando el oxígeno dentro del Gobierno si quiere llegar a las elecciones con posibilidades de hacer algo importante, justo cuando acaba de presentar su proyecto político bajo la marca Sumar, un acto que contará con la ausencia de los dirigentes de Podemos por expresa petición de Díaz. Vaya lío: hace falta guía, mapa y brújula para entender ese proyecto. Pero o Díaz juega a la institucionalidad tragándose el incremento de gasto militar para seguir contando con la plataforma del Gobierno o pega un portazo y se mete a las trincheras a defender un proyecto "neto" de izquierdas frente al PSOE.

Otro riesgo añadido es que Podemos cualquier día diga basta en defensa de sus intereses electorales y se borre del Gobierno, lo que la sacaría a ella automáticamente del Ejecutivo. En ese caso, más le valdría a Díaz capitalizar esa decisión política en vez de parecer que abandona el gobierno a rastras. No hay mucho más. El equilibrio entre la moderación gubernamental, la transversalidad y la ortodoxia tiene un límite. Se es gobierno o se es oposición, aunque hay que admitir que Podemos ha encontrado un encaje cómodo y sofisticado entre la rabieta pública, el gesto descompuesto e indignado, el Falcon a NY y la maleta rotulada con el nombre del ministerio. Pero todo tiene un precio: en política o se escucha al cura o se está tocando la campana.

Ruido, mucho ruido

Las coaliciones de gobierno siempre suelen ser ruidosas, como lo es el resultado de sumar distintos cuando no contrarios. Y se suelen construir más a la contra que a favor de un proyecto común. No tienen por qué ser una mala idea per se, pero las coaliciones deben tener un eje básico e imprescindible para hacerlas viables: que los socios compartan un mismo proyecto para la sociedad española. Es evidente que en materia de protección social las dos izquierdas cooperan, se entienden y han superado sus discrepancias económicas. Lo han hecho aprobando medidas clarísimas durante la pandemia y priorizando las ayudas a las economías más necesitadas. A estas alturas cabe concluir que el gobierno de coalición ofrece cuantitativamente el éxito de haber aprobado casi medio centenar de leyes, haber impulsado lo que llaman el escudo social contra la crisis, con medidas como la subida del SMI, el ingreso mínimo vital, la bajada del IVA de la luz o las ayudas directas a las rentas más vulnerables. Lleva en la mochila un acuerdo laboral pactado por todos y unos datos potentes de creación de empleo. El número de afiliados a la SS ha superado en junio los 20,3 millones de personas, lo que supone un nuevo récord en la serie histórica.

En el debe, la coalición va a dejar la evidencia de que existen diferencias insalvables en asuntos capitales como la regulación de las migraciones, la política de Defensa, la política exterior o el feminismo, aspecto en el que han sido una auténtica jaula de grillos y han hecho un roto considerable respecto al consenso social en este asunto, incluyendo majaderías como los todos, todas y todes. Pero la factura más importante que pagarán los partidos del Gobierno es la de transmitir un continuum de broncas estériles fruto de las banderías y las antipatías cuasi juveniles que abiertamente se profesan entre algunos ministros de PSOE y Podemos. Un absurdo completamente desconectado de las preocupaciones de los ciudadanos.

Y el problema que tiene este Ejecutivo, y especialmente el presidente Pedro Sánchez, es que hasta sus propios votantes parecen impermeables a la gestión que a ellos mismos beneficia. El ruido y las incapacidades propias les impiden rentabilizar los aciertos y, en cambio, se exacerban los errores y se pasean con banda de música las discrepancias.

Días de vino y rosas…

PSOE y UP pactaron un documento en el que consensuaban hasta las discrepancias. Eran días de vino y rosas. La primera coalición de izquierdas se hacía cargo de España. El documento consensuado hablaba de actuar "como un solo Gobierno" basado en "la lealtad, cooperación, corresponsabilidad y estabilidad" y apostaba por trabajar desde "el diálogo, el consenso, la negociación y la buena fe" apelando a la discreción para resolver las discrepancias. Demasiadas palabras. La buena voluntad no necesita tanta regulación ni requiere tanta ínfula discursiva. La realidad ha sido más dura. Las dos izquierdas están en competencia por un espacio político, con los matices que se quiera, pero los votos son limitados.

La memoria es flaca. Sánchez pactó con UP tras perder una investidura porque la propia UP no quiso pactar a la primera y el PP y Cs no quisieron abstenerse. Tras la repetición electoral y ganar de nuevo las elecciones llegó el pacto. La alternativa era seguir en el bloqueo o tirando los dados electorales hasta sacar no se sabe qué resultado. Habrá que hacer balance profundo dentro de un año para analizar si realmente esta coalición ha favorecido los intereses de los españoles. De momento, el Gobierno PSOE-UP no es ni el dechado de virtudes ellos mismos dicen ni la caricatura que cada día dibuja la derecha.

Más pactos

Las coaliciones se repetirán, salvo una mayoría absoluta del PP o PSOE que hoy parece lejos, aunque algunos sociólogos empiezan a apuntar a que Feijóo irá como un tiro. Si no es así, UP o Vox volverían a tener la llave. Veremos de aquí a enero de 2024. Y aunque en la mayoría de las encuestas los ciudadanos dicen que su coalición preferida sería entre los dos grandes partidos, en realidad parece lo que los sociólogos llaman una respuesta de prestigio. O sea, cosas que dicen los encuestados para quedar bien. La realidad es que una buena parte del PSOE prefiere pactar con UP antes que con el PP y que la gran parte de la militancia del PP prioriza un pacto con Vox a un acuerdo con los socialistas. Así, con la masa electoral en esas posiciones, los partidos no encuentran recompensa alguna en una gran coalición a la española.

¿Qué va a traer el calendario electoral?

Tras el triunfo absoluto de Juanma Moreno en Andalucía, los sociólogos andan sacando conclusiones, haciendo nuevas encuestas, midiendo, analizando extracciones y extrapolaciones, tratando de intuir qué pasará en las convocatorias electorales de aquí a las elecciones generales. Con las municipales no se atreven a pronosticar porque hay un factor de carácter personal de los alcaldes que influye mucho, aunque la coyuntura no los blinde de los vientos externos.

A día de hoy la mayoría de sondeos dan una mayoría holgada del PP en las legislativas y una pérdida de credibilidad de Pedro Sánchez que algunos expertos creen irreversible, especialmente por su política de alianzas con abertzales e independentistas, que son su kriptonita. Advierten de que el deslizamiento de su agenda hacia asuntos relacionados con la seguridad y la Defensa le granjea prestigio exterior pero compite mal en casa con el PP. En ese sentido, Zapatero no defraudó a sus votantes y sacó a las tropas de Irak, como había prometido. La agenda de Pedro Sánchez es "más mixta". Por un lado, con una indiscutible voluntad social y, por otro, con decisiones -el referéndum del Sáhara o la política de Defensa- que despista mucho más a sus votantes. Algunos estudios - datos que no se hacen públicos- calculan que Pedro Sánchez "le está regalando" un millón de votos a Feijoo al no entender algunos valores transversales, como la familia y la propiedad por ejemplo; o que hubo 234.000 votantes de Pedro Sánchez que apoyaron a Juanma Moreno en las autonómicas andaluzas.

Vox, sostienen, no rozará ni siquiera los 52 escaños actuales pero no va a desaparecer como Cs, su base es más sólida. La izquierda de UP se hunde y parte de su voto retorna a Bildu y a otros partidos independentistas. Dicen que Yolanda Díaz no rompe y que los varones de menos de 45 años están abandonando a la izquierda, como ya ha sucedido en Madrid y Andalucía. Esos votos están yendo a parar al PP y a Vox. Fruto del análisis de datos, hoy los vaticinios más adversos para Sánchez dicen que podría no alcanzar los cien escaños, lo que dejaría al PP a las puertas de una mayoría absoluta.

Los investigadores anticipan que el PSOE tendrá dificultades para retener el poder en las autonomías donde gobiernan salvo en Extremadura, Castilla-La Mancha y Canarias y dan por recuperada Valencia para el PP. Los populares ya fueron los más votados en las anteriores y la coalición PSOE-Compromís no atraviesa su mejor momento. Podría perder Aragón, Navarra, Asturias y Baleares. Veremos. Hasta al rabo todo es toro.

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